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Cuca (segunda por la derecha), con algunas compañeras de Granabip. RAMÓN L. PÉREZ
Abrazos que sanan la mente de Granada
Solidaridad en Granada

Abrazos que sanan la mente de Granada

La ONG, que lleva 25 años cuidando la salud mental de la provincia «con mucho amor», pide ayuda a empresas e instituciones para afrontar la subida de asociados desde la pandemia

Lunes, 6 de mayo 2024, 00:20

El teléfono sonó como una exhalación en la mesita de noche. ¿Quién es?, preguntó Cuca, alterada. Al otro lado del auricular, una voz conocida le explicaba entre lágrimas que estaba en el Puente de Tablate con una soga al cuello. Que me voy a tirar, Cuca, que me tiro, repetía. Cuca le pidió que esperase, que iba para allá. «No se iba a tirar. Estaba pidiendo auxilio. Cuando llegué le di un abrazo y nos fuimos a tomar un café. Hoy está bien. Feliz. Ese es el objetivo: que confíen en nosotros».

A Marisol Casas Toledo (Puente del Arzobispo, 1945) todo el mundo la llama Cuca. «En Granada me conocen por todas partes», ríe divertida. Y la verdad es que no exagera. A sus 78 años, es la presidenta y fundadora de Granabip, una asociación que nació para ayudar a personas con trastorno bipolar –de ahí el nombre–, pero que pronto removió sus cimientos. «Nos dimos cuenta de que no servía de nada poner etiquetas: esquizofrenia, Trastorno Límite Personalidad (TLP), ansiedad... ¿A qué tipo de patología mental no le sirve el cariño y el amor?».

Después de la pandemia, la asistencia que ofrece Granabip ha subido un 40%, hasta los 600 asociados, con una edad que va de los 25 a los 50 años

Granabip está en un local del Zaidín (C/Chile, 10) que siempre tiene las puertas abiertas. «Esto no es una asociación, es una familia», afirma Cuca, orgullosa. «Hay que luchar contra el estigma de la salud mental», afirma la mujer. Después de la pandemia, la asistencia que ofrece Granabip ha subido un 40%, hasta los 600 asociados, con una edad que va de los 25 a los 50 años. Un reto al que se enfrentan tres trabajadoras, cuatro voluntarias y treinta alumnos en prácticas de universidades de toda España.

«Los prácticos son fundamentales. A veces vienen con miedo y preguntan si les puede pasar algo. Cuando se van, ellos son los emisarios, los que divulgan el amor que se vive aquí dentro». Granabip lleva casi un cuarto de siglo funcionando en Granada, ayudando a personas e instituciones. «Nos llaman de todas partes cuando no saben qué hacer».

En el local del Zaidín hacen decenas de talleres para los socios, entre los que destaca un grupo de diálogo en el que cuentan su momento de la semana. «Se crea un lazo de unión maravilloso, siempre dirigidos por la Magdalena, nuestra psicóloga». Pero también trabajan en la cárcel, en los hospitales, en centros educativos... «Me da susto cómo los niños cuentan que a partir de 12 años es normal fumar porros. Que si no fumas eres un mierda. Esa cultura, no nos damos cuenta pero degenera en enfermedades mentales. Lo veo todos los días».

Actividad de Granabip en un centro escolar.

La primera entrevista

Cuca conoce a todos los socios de Granabip porque ella es la que los recibe. A todos. «Siempre hago la primera entrevista y les doy el primer abrazo». La inscripción cuesta 10 euros al mes, «aunque si no pueden pagar, aquí no echamos a nadie». ¿Y por qué cobran? Muy sencillo. «Como ONG, dependemos de las subvenciones. Pero para conseguirlas hay que poner un 30%. Con esos 10 euros cubrimos ese porcentaje». El objetivo de Granabip es que las personas encuentren las herramientas para recuperar su vida, algo temporal con lo que coger impulso. Sin embargo, hay quien sigue pagando su cuota pese a que ya está recuperado. «El otro día vino a tomar café uno de los primeros. Me dijo que gracias a nosotros había conocido a su mujer, tenía un hijo y un trabajo precioso. Venía a darnos un abrazo. ¡Ese es nuestro cheque!».

Por mucho que los abrazos tengan un valor incalculable, Granabip necesita ayuda para realizar sus actividades. «No estaría mal que alguna empresa o institución nos ayudara con lo que fuera. Nunca hemos hecho promoción porque siempre estamos inmersos en nuestra gente... Pero si alguien pudiera, lo agradeceríamos».

Miembros de Granabip participan en uno de los talleres en el local de la asociación.

Cada persona que entra en Granabip es un caso distinto. Cuca recuerda al chico que estaba convencido de que era el novio de Cristiano Ronaldo y que llegó a perder 47.000 euros en Madrid comprándole regalos al futbolista. «Fuimos los únicos que conseguimos traerlo de vuelta». O el del joven que salió de la cárcel y se casó. O el de aquel que la llamó desde el puente de Tablate... O el militar del otro día: «Entró y me dijo que quería irse. Que se iba, ¿entiendes? Tenía el alma rota. Cuando me contó su historia le abracé muy fuerte y le dije: te voy a dar mi fortaleza. No me soltaba... Lleva dos semanas sin faltar a un taller. ¿Qué bonito, no? Darle fuerzas a alguien para que quiera seguir, eso sí que engancha».

«Los milagros hay que lucharlos»

La inquebrantable fe de Cuca

Marisol Casas Toledo, Cuca, sonríe en las instalaciones de Granabip, en el Zaidín. RAMÓN L. PÉREZ

Marisol Casas Toledo (Puente del Arzobispo, Toledo, 1945) es creyente. «Es importante para mí. Pienso que Dios es quien me sujeta y me da fuerzas. Lo pienso desde el principio». El principio de Granabip, la ONG que ayuda a personas con problemas de salud mental, está en el hijo de una de sus mejores amigas. «Con 17 años había intentado suicidarse cinco veces. Le diagnosticaron trastorno bipolar. Yo quería ayudar, así que empecé a buscar información». Tras viajar por distintos puntos de Andalucía, se reunió con otros familiares con casos similares y pensaron que sería bueno montar algo en Granada. Era 1997. «El Ayuntamiento nos dio espacio en el Beiro que compartíamos con otras asociaciones: una habitación, una hora a la semana».

Sin embargo, el número de casos que atendían crecía tan rápido que al poco les ofrecieron el local del Zaidín. «Estaba diáfano, con hoyos en las paredes, pero lo aceptamos sin dudar. Hicimos teatros, loterías y lo que pudimos para sacar dinero y reformarlo. Y aquí estamos», sonríe Cuca conforme recuerda el principio de Granabip. Aunque lo cierto es que su historia empezó mucho antes, en Madrid, donde se formó en el mundo de la confección, en los talleres de El Corte Inglés. «Empecé como aprendiz y salí jefa de sección de más de 300 personas». El que era su marido por entonces, era controlador aéreo y, tras pasar por Barcelona, lo trasladaron a Granada. «Y aquí, con seis hijos y tres abortos, me separé. Me encontré sola. Hice de todo para sobrevivir, hasta vender detergentes por las casas».

«Empecé como aprendiz y salí jefa de sección de más de 300 personas»

Cuca nunca perdió la fe y al poco recuperó su carrera en la confección. «Vivimos en la Zona Norte y luego, con mi actual pareja, nos mudamos a Chauchina. Allí monté un taller en el garaje de la casa y empecé a dar clase a los jóvenes del pueblo. Mucha gente a la que yo formé ha puesto sus propios talleres». Entre medias se sacó la carrera de Relaciones Laborales en la UGR y nunca dejó de participar en actividades solidarias. Y así hasta que un día su mejor amiga le pidió ayuda con su hijo y empezó a nacer Granabip. «Los milagros hay que lucharlos».

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