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Rosa, con Lucía y Eduardo, sus hijos. FERMÍN RODRÍGUEZ
«Cuando se activa el sexto sentido de madre parece que los escucho siempre»

Día de la Madre en Granada

«Cuando se activa el sexto sentido de madre parece que los escucho siempre»

Rosa padece sordera y su segundo hijo, Eduardo, nació con espina bífida. Ahora ha vuelto a estudiar

Domingo, 5 de mayo 2024, 00:14

A Rosa le decían que era una niña muy despistada. «No le pasa nada más», aseguraban su pediatra y profesores, para justificar sus notas. Sin embargo, por dentro, ella estaba muy atenta a todo. Cuando creció, consciente de que algo no estaba bien, un médico particular le diagnosticó una importante pérdida de audición. «Tenía los dos tímpanos perforados. Mis padres no se lo esperaban. Había cogido el truco de leer los labios... Era sorda y, con el tiempo, fue a más».

Rosa María Moreno Jiménez (Granada, 1976) fue madre de Lucía hace 23 años. «La falta de audición no me afectaba por el día, pero por la noche, al quitarme el audífono, no escucho nada. Me costó adaptarme. Ponía la cuna pegada a la cama y metía mi mano para poder sentirla». Rosa recuerda aquellos días con cariño, con una sonrisa fuerte. «Cuando se activa el sexto sentido de madre, los escucho siempre».

Hace 16 años nació Eduardo, el pequeño. «Eduardo tiene espina bífida y suele ir en silla de ruedas» –y es, por cierto, todo un campeón del baloncesto adaptado–. Al poco de nacer, Rosa se metió en el mundo asociativo y lleva «muchos años» como presidenta de la Asociación de Espina Bífida de Granada (AEB). Aunque, ahora mismo, está en un momento de cambios. «¡Soy estudiante!», exclama orgullosa. «Me acabo de sacar el Grado Medio de Gestión y Administración de Empresas. Y estoy haciendo las prácticas en la Federación Granadina de Personas Con Discapacidad Física y Orgánica (Fegradi)». Tras años trabajando como cajera en grandes superficies y «con los niños ya grandes», decidió que era el momento de volver a clase. «Ha sido un ejercicio de pura superación».

«Ha sido un ejercicio de pura superación»

Rosa muestra su audífono, con Lucía y Eduardo, sus hijos. F. RODRÍGUEZ

Lo que la pequeña Rosa, aquella niña que tenía poco de despistada, no pudo imaginar es que un día compartiría estudios con su hijo. «Eduardo está haciendo el mismo grado, aunque yo voy un año por delante, así que de vez en cuando me pide que le eche una mano», ríe divertida.

-Imagine una mujer con alguna discapacidad que tenga miedo de ser madre. ¿Qué le diría?

-Que eres capaz de ponerte las metas que quieras. Y criar a un hijo es la mayor meta que una mujer puede ponerse.

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