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José y su carrito ya no están. Los vecinos del centro de Granada lo han comprobado a primera hora del martes. Un pequeño altar funerario con flores y velas informa de su reciente fallecimiento en la intersección de Pedro Antonio de Alarcón con Pintor López Mezquita, su particular rincón desde donde iniciaba siempre sus recados. Comerciantes y hosteleros de la zona recuerdan con cariño a su 'trabajador' más querido.
Natural de Vegas del Genil, José rondaba la cincuentena. Lucía una poblada barba canosa y transportaba un pequeño carro con el que iba de aquí para allá por el entorno de Pedro Antonio. Pocos más datos conocían los vecinos, aunque suficientes para que el recadero calara hondo en todos ellos. «Prácticamente todo el barrio lo ha visto alguna vez o sabe quién es. Siempre se colocaba en esta esquina, junto al supermercado sirio y la tienda de eléctricos. Le encantaba la electricidad», comenta Inma a IDEAL.
Esta propietaria de un estanco del barrio recuerda a José repartiendo los pedidos de algunos negocios para sacarse una 'propinilla'. «Le daban una lata o un kebab por completar los encargos. Rondaba la zona con su carrito y su cerveza de día y de noche. También se le veía por Plaza de Gracia, Plaza Menorca... Era muy servicial», añade. Inma departe con otras vecinas acerca de la repentina muerte del recadero. «Mi hijo vio el altar ya montado anoche, de madrugada», apunta una de ellas. «En cuanto he visto su fotografía lo he reconocido. Descargaba camiones, colaboraba con las tiendas... Pero, ¿de qué ha muerto?», pregunta Isabel.
Un interrogante aún sin respuesta. Ni siquiera los empleados de una cafetería aledaña donde José acudía a desayunar lo saben. «Venía mucho por aquí a tomar algo. También le ayudaba a mi padre a montar la terraza o sacaba la basura. Era muy educado, además de muy buena persona. Vivía con su hermana en el pueblo. Creo que venía andando todos los días hasta el centro. No nos hemos enterado de la causa de su muerte», explica la camarera. La historia del recadero es un misterio, no así su relación con la hostelería de la ciudad.
Pedro Antonio de Alarcón era la segunda casa de José. La calle del ocio nocturno por antonomasia para los estudiantes de la capital fue testigo durante años de sus trasiegos. Alba trabajó como relaciones públicas de un conocido pub a lo largo de año y medio. De camino hacia su nuevo oficio, la joven ha pasado por el altar funerario de Pintor López Mezquita. Con emoción, ha encendido una vela y se ha santiguado frente al rostro de José. Un bonito gesto rodeado de bares de copas todavía de resaca.
«Era un habitual del barrio. Trabajaba mucho con la tienda de alimentación de la esquina, pero también para otros negocios, como repartidor. Le llamábamos Pepe. Iba con un carro y la gente le miraba con pinta rara, pero cuando lo conocías era muy cariñoso. Nos llevábamos muy bien. Hasta me bromeaba. Me decía 'tú, para mi sobrino. De novia'», rememora Alba. Imposible encontrar malas palabras hacia José, el recadero más querido del centro de Granada. Descanse en paz.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Juanjo Cerero | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Lucía Palacios | Madrid
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