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Agustín, con la vara de mando de alcalde. José Utrera
Agustín Gallego Chillón: el granadino que nació para ser alcalde

Agustín Gallego Chillón: el granadino que nació para ser alcalde

Desde la provincia ·

No se había propuesto estar en la primera línea política pero las 'circunstancias' le llevaron a ser alcalde de un pueblo de Cáceres y después de Huéscar, en la provincia granadina

Lunes, 12 de abril 2021, 00:55

No es habitual que una persona acabe de alcalde durante décadas en dos municipios diferentes de distintas provincias y territorios, pero un granadino lo ha sido. Es el caso del oscense Agustín Gallego Chillón, de 72 años y nacido en Huéscar, que tiene una larga vida ligada a la administración municipal y no porque fuese su medio de vida. Al contrario, fue precisamente su ocupación profesional, directivo de Correos, lo que le llevó a la política. Eso y encararse con un gobernador civil en tiempos en los que la sombra de Franco era todavía muy alargada.

De niño no tenía claro a qué dedicarse, solo sabía que tenía que hacer algo para no acabar de labrador, como su padre, así que un día que viajaba en bicicleta de Galera a su pueblo se encontró con un amigo que se estaba preparando las oposiciones para Correos y pensó que él también podía intentarlo. Lo hizo y sacó plaza como ejecutivo de la empresa en Barcelona, donde pasó algún tiempo hasta que «harto de estar allí» consiguió la plaza de jefe de oficina en Madrigalejo, un municipio de Cáceres de poco más de 3.000 habitantes, al que llegó en 1976.

A Madrigalejo se le conoce porque allí murió el Rey Católico, Fernando de Aragón. Al parecer el monarca era tan aficionado a cazar grullas como a intentar seducir mujeres y solía acudir al municipio para este último menester porque algo tenía en el pueblo. Alguien debió cansarse de los excesos reales y debió pensar en la forma de acabar con aquellos festivales. Para ello hizo llegar al rey un brebaje con el que lo envenenó y allí se quedó. Por lo demás, y al margen de este detalle histórico, el pueblo que se encontró el granadino era muy parecido a Huéscar por su dependencia de la agricultura, el desempleo descontrolado y la tremenda falta de recursos e infraestructuras.

Intentar cambiar las cosas

Agustín se encontraba como en casa en una localidad y en un momento en el que los movimientos obreros y la actividad política tenían ya una presencia notable en la sociedad. «Era joven y yo me sentía identificado con la lucha de la izquierda para intentar cambiar las cosas, hacer algo por los demás». Pese a todo no se había planteado pasar a la primera línea política «pero las circunstancias a veces eligen por ti sin que te lo propongas». Yesas circunstancias no tardarían en llegar. Había un pacto no escrito por parte de los alcaldes y cargos municipales de mantenerse en el puesto hasta que se celebrasen las primeras elecciones municipales, pero el regidor de Madrigalejo sí presentó la dimisión.

El Gobierno Civil convocó un acto en el pueblo al que fueron invitadas las primeras autoridades y destacados profesionales, entre ellos Agustín como jefe de Correos. Se trataba de dar posesión como primer edil al teniente de alcalde y todo fue según el protocolo hasta que el gobernador, tras su discurso, preguntó si alguien tenía algo que decir.

El granadino pidió la palabra y en medio del silencio que se hizo en el salón de plenos le replicó que era indecente que fuese con un discurso alejado de la realidad a un pueblo castigado por el paro y las necesidades de muchas familias. Agustín consiguió que durante unos segundos la tensión se pudiera cortar y que se diese el acto por terminado. Atreverse a dejar en evidencia a un gobernador civil y más siendo funcionario del Estado, solo podía entenderse por una absoluta e irresponsable temeridad o por una cuestión de coraje. «Siempre he tenido coraje, siempre he sido valiente al defender mis principios y las causas justas, aunque ahora con el paso de los años lo pienso y me dan escalofríos por el riesgo que corrí».

Pero él lo hizo y sus palabras recorrieron el pueblo de boca en boca como la gesta de un héroe ciudadano, tanto que su acción lo llevó en volandas a encabezar la candidatura socialista en las primeras elecciones democráticas. Nadie puso reparos en el partido, que contaba con más de 200 afiliados, y Agustín se hizo acompañar de varios miembros del sindicato UGT y entre todos los militantes designaron de manera asamblearia uno a uno los candidatos desde el 1 hasta el último de la lista.

Las elecciones se celebraron en 1979 y la candidatura del granadino venció con mayoría absoluta. Su paso por Madrigalejo se prolongó durante doce años, hasta que los estudios de los hijos y la posibilidad de ocupar la plaza de jefe de Correos en Huéscar, le obligaron a dejarlo.

n un acto en Huéscar.

Iba de cinco y perdieron

Ya en Huéscar, todavía no había hecho la mudanza cuando el secretario general del PSOE oscense le dice que quiere incluirlo en la lista por el municipio. Iba de cinco con García Giralte como cabeza de cartel y perdieron las elecciones en 1991. Cuatro años después, repitió de número 2 y ganaron, pero como Giralte saltó a la política provincial en la Junta, él se hizo cargo de la alcaldía en 2001. Después de eso ganó él en las dos siguientes convocatorias y ejerció el cargo durante 10 años. En resumen, ha estado dedicado a la política municipal desde 1979 hasta 2011, 32 años en los que aprendió «a luchar por los imposibles si son causas justas que beneficien a la gente». Agustín reconoce que ha sido vehemente defendiendo la política como servicio público, primero en Madrigalejos y después en Huéscar. «Nunca me he servido del cargo, jamás; incluso he cobrado mi sueldo en Correos todos esos años para no hacerle gasto a las arcas municipales».

–¿Qué cualidad debe tener alguien que pretenda ser alcalde de un municipio?

–«No sabría decirte ni me atrevo a decir cómo debe comportarse alguien con un cargo público. Puedo hablar que en mi caso estaba en mi despacho del Ayuntamiento cada día a las 7.30 de la mañana, primero en Madrigalejos y después en Huéscar, y que las puertas de mi despacho estaban abiertas para los vecinos, tanto que a veces me parecía al cura del pueblo porque conmigo se confesaban más que en la Iglesia».

Y asegura que es un político de hechos y de compromisos, no de promesas, por eso lleva a gala haber cumplido durante los 22 años que ejerció como alcalde el 90% de sus programas electorales. «Cuando se hace un programa electoral se prevén muchos objetivos y he luchado por hacerlos realidad, aunque siempre alguna cosa se puede quedar por el camino por razones que se nos escapan muchas veces, otras veces se han conseguido cosas que han surgido de la oportunidad de algo que no estaba previsto.

Después de 32 años, en la política municipal, la mayoría como alcalde, Agustín está convencido de que ser alcalde es el mejor puesto político que alguien puede desempeñar «porque tienes en tu poder el mandato de tus vecinos para hacerle la vida más fácil, de que un pueblo progrese, y eso es formidable, sobre todo si te vas con la conciencia tranquila y la sensación de que has hecho todo lo posible y que eso ha sido mucho. «Yo siempre estaba metido en charcos, y uno u otro te acaba por chapotear, y ahí es donde surgen las oportunidades que pueden transformar un pueblo, donde pueden surgir proyectos que hacen historia».

Con el expresidente de Extremadura, Rodríguez Ibarra.

Ahora, desde su Huéscar natal, jubilado ya de la vida profesional y de la política, ve las cosas con perspectiva y cree que la actividad en la vida pública ha cambiado mucho y con frecuencia a peor. «Yo me presenté para servir y me da la impresión de que en los últimos tiempos hay muchos que se acercan a la política para servirse de ella. Hay otra mentalidad y ya pocos hace algo si le sale gratis, y pocos lo hacen con la ilusión de aquellos años en los que creíamos de verdad que podíamos cambiar las cosas en beneficio de la gente». Y en su opinión, también ha cambiado en el talante político. «Unos y otros éramos de partidos diferentes pero cuando había que arrimar el hombro se hacía por encima de colores y hoy veo demasiadas ganar de zancadillear y torpedear el trabajo aunque se perjudique a los ciudadanos. La profesionalización de la política no es buena», concluye.

Si acaso después de tantos años como alcalde le ha quedado la tristeza de no haber podido hacer más para evitar que los jóvenes tuviesen que irse de sus pueblos. «Eso me ha generado siempre mucha impotencia, ver que los jóvenes tenían que irse y que yo no podía ofrecerles nada que los pudiese retener. Los pueblos del interior no han tenido habitualmente el favor político y eso ha ayudado a que se queden vacíos y sin vida».

No extraña que le ponga de los nervios el rosario de casos de corrupción entre dirigentes políticos «que llenan los bolsillos de los espabilados de turno, millones y millones del erario público que no acaban resolviendo necesidades de los ciudadanos o de las propias ciudades, que es para lo que deberían destinarse».

–Alguien que ha trabajado para la Administración local durante 32 años habrá tenido ofertas para 'pecar'...

–(Se ríe...) Sí podemos decir que he sido tentado, pero no ha pasado de la anécdota. A lo más que han llegado ha sido un vecino que me ofreció 50 euros porque levantase la paralización de una obra, y dos lugareños más, uno agradecido por una gestión municipal y otro porque esperaba que se le resolviese un problema, que se me presentaron con un borrego segureño y un jamón. Estos últimos sabía que lo hacían con buena intención y que incluso era un esfuerzo porque no les sobraba, pero no podía aceptarlos porque los buenos ejemplos hay que practicarlos hasta en detalles pequeños.

Agustín, el hombre que nació para ser alcalde, pasea ahora por el campo, cuida sus viñas y dedica tiempo a convivir con los amigos del pueblo compartiendo vino de la tierra. Eso y estudiar la historia de Huéscar, que le apasiona, y de la que él forma parte ya.

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