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La escena es casi siempre la misma. El cicerone, paraguas en mano, asciende por alguna de las callejuelas peatonales que suben desde la Carrera del ... Darro. Detrás, un significativo número de turistas lo siguen parsimoniosamente hablando entre sí, ajenos a las casas que los rodean. Al llegar al Aljibe del Trillo, a San Juan de los Reyes o alguno de los muchos puntos de indudable belleza del Albaicín, el guía se detiene, se gira hacia el grupo y, con un megáfono, describe la maravilla que todos tienen ante sus ojos. Los visitantes, por su parte, se acumulan alrededor taponando la calle. «Así un grupo y otro, y otro, y otro con las molestias que eso ocasiona para los que viven allí o para los mayores que bajan o suben de la compra y no pueden pasar», describe Lola Boloix, presidenta de la asociación de vecinos Bajo Albaicín.
Ella, como su homólogo de Albaicín, Antonio Jiménez, ha constatado cómo esta práctica se repite a diario en diferentes puntos del barrio. «Sabemos que pasa en el Aljibe del Trillo, en San Juan de los Reyes, en la cuesta de San Gregorio y en la placeta Debod por lo menos», explica. También en la plaza de la Cruz Verde, uno de esos rincones mágicos que, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en el epicentro de un problema que está sacando de quicio a los vecinos. «Allí las quejas son muy numerosas porque el ruido es constante –advierte–. Fue uno de los vecinos de esa zona el que trasladó el problema al Ayuntamiento en la última Junta Municipal de Distrito», cuenta Boloix.
En la última sesión, varios vecinos trasladaron al edil responsable del barrio el problema que ocasionan la mala práctica de algunos cicerones y la constante presencia de grupos turísticos más numerosos de lo debido. «No nos estorban los guías que hacen bien su trabajo ni los grupos que están por debajo del límite que concede la ley, sino sólo aquellos que usan altavoces y los que llevan a más turistas de la cuenta y taponan las calles», especifica, a su vez, Antonio Jiménez.
Profesionales del sector denuncian la baja cualificación de algunos cicerones como otro de los problemas que afecta al turismo granadino. Suelen ser, como advierten desde AGIP, guías que no superaron el examen que impone la regulación sobre materia turística de la Junta y que, por tanto, no están habilitados para prestar este servicio. «Mucha gente se mete en esto porque creen que pueden decir cuatro cosas y sacarse un sueldo, pero la realidad es que dan mala imagen de la ciudad y del gremio», lamenta Campos. Los vecinos del Albaicín también han constatado esta problemática, que lleva a situaciones absurdas. «Recuerdo una vez que me crucé con uno que hablaba de la trama y el origen judío del Albaicín, una verdadera locura –cuenta Lola Boloix–. Da fatiga porque son datos que no tienen nada que ver con la historia del barrio».
Según la normativa sobre materia turística de la Junta de la Junta de Andalucía, los grupos turísticos están limitados a un número máximo de 30 visitantes. Se trata, como revelan diversas fuentes del sector consultadas por IDEAL, de una medida que busca «asegurar la máxima calidad en la prestación de este servicio». Sin embargo, como denuncian los vecinos, la restricción no se cumple en muchos de los casos.
Por otra parte, el uso de megáfonos para explicar la ciudad a los turistas también es contraria a la normativa que regula la práctica de los guías, que recomienda el uso de dispositivos menos molestos y más eficaces como los conocidos 'pinganillos', y puede suponer un obstáculo para el cumplimiento de la ordenanza para la convivencia ciudadana del Ayuntamiento.
Así lo reconoce la edil de Turismo, Raquel Ruz, que asegura que ha dado aviso a la Policía Local en alguna ocasión para resolver este problema. «Tenemos constancia de las quejas y actuamos porque no se pueden utilizar altavoces por ser una práctica contraria a la ordenanza de Convivencia», dice.
No obstante, la concejala, que confirma que tiene hilo directo con los vecinos afectados y ejerce de eslabón entre estos y los agentes municipales, reconoce que la actuación por parte del Ayuntamiento está limitada por la ley. «Al ser una competencia de la Junta de Andalucía, no podemos multar a los grupos con exceso de turistas», admite.
A pesar de ello, como recuerdan los vecinos y la propia edil, el actual equipo de gobierno impulsó meses atrás la celebración de un foro de turismo sostenible con la idea de buscar soluciones a las cuestiones que afectan a los barrios históricos de la ciudad en su día a día. En las sesiones, que contaron con la colaboración de la Universidad de Granada, participaron los vecinos del Albaicín y profesionales del sector. «Fruto del diálogo sacamos una guía de buenas prácticas y muchas de las propuestas pasaron a formar parte del Plan de Turismo que sacamos», recuerda Ruz.
Consultado por la problemática, el presidente de la asociación de Guías de Granada (AGIP), Miguel Campos, admitió que es conocedor de las malas prácticas de algunos cicerones, aunque aseguró que ninguno de los guías que forman parte de la organización usan este tipo de dispositivos prohibidos. «Lo he consultado y los nuestros emplean auriculares, aunque somos 200 y en Granada hay más de 900 carnets; así que nos desvinculamos», afirma.
Campos revela que los miembros de AGIP, además de poseer la acreditación que exige la normativa de la Junta de Andalucía, portan durante su trabajo una cinta blanca con el símbolo de una granada, lo que los identifica rápidamente frente a otros guías. En ninguno de los casos constatados por este periódico los guías portaban bandas de este tipo.
El presidente de AGIP apunta a uno de los problemas que vive el sector como posible causa: el intrusismo. Según los datos de los que disponen, alrededor de un 25% de las personas que hacen de guía en la ciudad no tiene habilitación. «Es una plaga, sobre todo en días festivos, puentes y fines de semana –dice–. Ofrecen un tour que va de San Cristóbal a Plaza Nueva y piden la voluntad, algo contrario a la normativa turística de la Junta».
Los vecinos del Albaicín confirman, a su vez, esta cuestión. «Sí, yo misma los he visto en el Bañuelo y en Plaza Nueva; son grupos de gente organizada que llevan a los turistas a los monumentos, aunque siempre se quedan en la puerta esperando, y luego les piden la voluntad», cuenta Lola Boloix.
Por ahora no hay un estudio económico que cuantifique con exactitud las pérdidas que estas prácticas ilegales están causando al sector, pero el presidente de AGIP advierte de que la cantidad puede ser muy elevada. «Pueden sacar de 80 a 100 euros por grupo y trabajan más activamente entre los meses de abril a octubre, cinco días a la semana, imagínate...».
Como responsable de la asociación, Campos trasladó recientemente esta problemática específica del sector a la delegación de Turismo, que mostró su preocupación por la cuestión. «Nos dijeron que eran conscientes de la situación que vivíamos, pero que no disponen de los recursos suficientes para actuar. Actualmente sólo hay siete inspectores para Granada y la provincia y lo más importante son las viviendas turísticas; tienen trabajo para años», lamenta.
Este periódico ha contactado con la delegación de Turismo, pero no ha tenido respuesta.
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