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Los vecinos del Albaicín vuelven a encender la alarma. Sufren robos y asaltos y ni la presencia de la Policía Nacional consigue frenar una ola que se empezó a levantar cuando el coronavirus 'expulsó' a los turistas del barrio. Sienten «inseguridad» en sus calles. ... Llevan meses advirtiendo de ello en las juntas municipales de distrito –la última vez, la semana pasada– mientras comparten sus experiencias en dos grupos de Whatsapps que se han convertido en un completo historial de la delincuencia callejera en el barrio.
Las peticiones en los últimos plenos de barrio han surtido efecto y, según Pepe Bigorra, vocal de la asociación de vecinos del barrio, los agentes «están trabajando». Se ha incrementado la presencia de medios de la Policía Nacional. Los observan patrullando a pie, en muchas ocasiones de paisano, por los puntos críticos de un laberinto lleno de escondrijos. El problema, explica Bigorra, es dar con ellos una vez que han delinquido. «Es una sensación, sin querer dramatizar, de que no hay tranquilidad».
Las calles del barrio, sin visitantes, están más vacías que nunca. Quedan los pocos vecinos que se resisten a dejar su casa 'de siempre', pese a las dificultades de vivir en una zona tomada por los apartamentos turísticos y las tiendas de souvenirs. Y algunos grupos de jóvenes aprovechan esta situación para intimidar, asaltar y robar a los vecinos en plena calle, o para intentar acceder a las viviendas. «Pueden salir en cualquier calle», explica Bigorra, pero hay dos zonas especialmente conflictivas: el entorno de la calle Elvira y los alrededores de la Placeta de Carvajales.
Para cada una de ellas hay un chat en Whatsapp. En el de Carvajales, con 33 miembros, alertaban de un robo a un chico el pasado 6 de diciembre. El día 9 contaban la detención de los delincuentes que habían accedido a la obra de un vecino. Dos días más tarde, otro residente relataba cómo ocho policías nacionales subían por la calle Tiña para buscar a presuntos delincuentes: «Se sienten impunes, no temen a la policía porque saben que los jueces son los que deciden». Un día después otro llamaba a la Policía porque había una pedazo de fiesta en la plaza» montada, la mayoría jóvenes de botellón.
No es difícil ver a una veintena congregados enCarvajales, leer mensajes sobre robos en restaurantes o a algún vecino que, desesperado, amaga con tomarse la justicia por su mano: «Casi le doy de (...)a un grupo de chicos jóvenes 'granaínos' que casi me tiran la puerta abajo con patadas y encima se ponen gallitos. Ahora contadme vosotros, ¿qué hace uno con algo así? Ya ha sido la segunda vez y lo toman como broma». Entre los sucesos más recientes está el atraco a una vecina en San Juan de los Reyes, el 8 de enero, y un intento de okupación en la calle Limón.
«La policía hace lo que puede. Cuanto asaltan a una persona no se limitan a la denuncia.Contrastan datos e información. Han investigado a la gente de Carvajales, pero cuando los pillan van de un sitio a otro», relata Bigorra. En efecto, barrios vecinos, como elRealejo, han detectado la presencia de jóvenes extranjeros que se reúnen, por ejemplo, en un viejo carmen abandonado en el barrio de La Churra.
Con respecto al otro grupo, trata los problemas de delincuencia en el entorno de la Calle Elvira, Beteta y Correo Viejo. Cuenta con 60 participantes, y cada vez son más. Eso, la unión de los vecinos contra el problema, es lo único que se puede sacar en positivo.El administrador de este chat, Miguel, asegura que los residentes del Albaicín no aguantan más:«Estamos muy hartos de la inseguridad y la dejadez. Actúan durante varias semanas, los delincuentes dan un paso atrás, pero la Policía se relaja y vuelven. La calle es suya, incluso en la horas de toque de queda». Dice que «no tienen miedo a nada», y mucho menos a la Policía: saben cómo y dónde esconderse. Se jactan de lo que hacen, se ríen e insultan a los vecinos, y causan perjuicios económicos a los negocios de la zona.
Entre los representantes vecinales empieza a extenderse otro temor: hay residentes que empiezan a plantearse constituir patrullas ciudadanas para vigilar el barrio. Otros intentan calmar los ánimos para no llegar a este extremo.
Tienen previsto iniciar una recogida de firmas en primavera. El objetivo es tener una comisaría en el barrio. No quieren que haya presencia circunstancial –a determinadas horas, en edificios del Ayuntamiento– sino una comisaría como tal. También sugieren la instalación de cámaras en puntos clave, zonas en las que la compra y venta de drogas es habitual. A corto plazo, piden la presencia de más agentes a pie, en lugar de patrullas en coche, que conozcan y atiendan a los vecinos del barrio.
El pasado jueves se reunieron con el concejal de Seguridad Ciudadana, César Díaz. El Ayuntamiento se compromete a prestar atención al problema, en coordinación con la Subdelegación del Gobierno.
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