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Aunque las luces rojas se encendieron el pasado 15 de agosto, cuando la Junta de Andalucía activó la alerta sanitaria, la ingesta de alimentos infectados por Listeria monocytogenes, la bacteria que provoca la listeriosis, lleva a los hospitales y centros de salud a un promedio ... de veinte granadinos a lo largo del año. Y es que, por las propias características de este mal, considerado como 'leve' para la generalidad de la población y que cursa con unos efectos parecidos a los de la gripe, son muchos los afectados que ni tan siquiera acuden al médico, por lo que tampoco figuran en los registros oficiales. La enfermedad sí se considera grave cuando afecta a personas incluidas en cuatro colectivos: niños pequeños, mayores, embarazadas e inmudeprimidos. En ellos sí que hay peligro incluso de fallecimiento. En el caso de las gestantes, al ser una 'transmisión vertical materno filial', puede acarrear el adelanto del parto y, en el peor de los escenarios, la muerte del feto.
María Amelia Fernández Sierra, jefa del servicio de Medicina Prevetiva y Salud Pública del hospital Virgen de las Nieves, asegura que la incidencia de listeriosis es baja. «Se puede hacer una estimación de unos dos casos mensuales», comenta Fernández Sierra, quien insiste en la necesidad de lanzar un mensaje de tranquilidad. Y es que estamos hablando de una patología de origen bacteriano con tratamientos antibióticos que son eficaces. «En cualquier caso –añade la doctora– si alguien experimenta síntomas como diarrea, fiebre, vómitos, dolores musculares, debilidad... y ha tomado carne de LaMechá, debe acudir a su médico».
Según el último 'parte' facilitado por la Consejería de Salud, con datos actualizados hasta el día de ayer, el brote de listeriosis se salda, por el momento, con 132 casos confirmados en el conjunto de la comunidad autónoma andaluza, de los que 53 han requerido de hospitalización. Uno de ellos en Granada. Los inspectores de los distritos sanitarios, dependientes de la Consejería de Salud y Familia, seguían haciendo intervenciones este miércoles para la retirada efectiva de todo el producto en los establecimientos.
María Amelia Fernández Sierra explica que la Listeria monocytogenes, «que no es un virus sino una bacteria», se encuentra en los silos, en los forrajes, en el estiércol... y por tanto en los animales que, una vez contaminados, se convierten en transmisores hacia los seres humanos cuando los ingieren. «Hay dos grandes cuadros, el que denominamos de 'gastroenteritis', que tiene un periodo de incubación de entre veinte y veinticuatro horas, y el 'grave' para determinados grupos de riesgo enmarcados en las dos edades extremas de la vida, pacientes con inmunodepresión y las embarzadas». Estas últimas muchas veces no tienen ni siquiera signos de infección, pero sí repercuten en el futuro bebé.
Las personas con listeriosis invasiva generalmente presentan síntomas entre una y cuatro semanas después de haber comido alimentos contaminados, aunque también pueden experimentarlos mucho antes. Hasta el mismo día de la exposición. Todos los años se identifican casos que, salvo excepciones, no pueden asociarse a brotes porque los síntomas se presentan muy tarde y en las encuestas epidemiológicas es casi imposible que los afectados recuerden con cierta exactitud tanto los alimentos tomados hace tres, cuatro o más semanas como los lugares donde los compraron y las marcas. Este hecho es determinante y caracteriza en gran medida la dificultad para investigar estas infecciones.
Dado que la contaminación de alimentos es común y que la Listeria monocytogenes puede reproducirse a temperaturas de refrigeración, los alimentos ligeramente contaminados pueden adquirir una gran contaminación durante ese periodo. Este problema es especialmente preocupante cuando los alimentos se comen sin cocción adicional.
Por lo tanto, la higiene alimentaria adecuada es importante, sobre todo para las personas en situación de riesgo. Éstas deben evitar el consumo de quesos blandos, alimentos refrigerados listos para consumir –a menos que se calienten hasta una temperatura interna de 73,9 grados o hasta hervir–, la leche cruda (no pasteurizada) y verduras congeladas sin cocción previa antes de consumir.
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