Despedida multitudinaria a Andrés, el mecánico de Deifontes fallecido en carretera: «Era un niño estupendo»

Andrés Arrabal Moreno tenía 27 años y trabajaba desde hace seis como mecánico de camiones en el taller de Mercedes-Benz Indese. Sus compañeros lo recuerdan como alguien muy trabajador, tanto que solía llegar incluso antes de su hora de entrada. Y siempre tenía que abrazarlos al verlos. Allí ha dejado más que amigos, hermanos, como Mario, su ojito derecho en la empresa. Cuando salía del trabajo, lejos de descansar, siempre ayudaba a sus conocidos con algún cambio de aceite o cualquier incidencia en sus coches. «Yo conocía la faceta de mi hijo en casa y era un niño estupendo, pero su partida me ha demostrado la cantidad de gente que lo quería. Su despedida fue multitudinaria», explica su madre.

La mujer que le dio la vida lo describe como alguien cariñoso, besucón, generoso, alegre y sin sentido del ridículo. Era la alegría de la huerta y siempre sabía cómo hacer reír a los suyos. «Se hacía querer desde el minuto uno, era el alma de la fiesta», cuenta. Las decenas de muestras de amor que la familia ha recibido desde el fallecimiento hace unas semanas les da fuerzas para seguir. Lloran al leerlos, pero les da un chute de energía. «Nunca paraba en casa y ahora lo he entendido, tenía una gran vida social. Lo he conocido aún más a raíz de la desgracia», cuenta.

Andrés no estaba casado ni tenía hijos, pero también ha dejado a su padre y su hermano, ambos llamados Lorenzo, sin rumbo. Tampoco ha sido nada fácil para el amigo que lo presenció todo. «Él fue el que me llamó diciéndome que Andrés había tenido un accidente. Mi corazón presentía que había sido grave y fui todo el camino rezando», recuerda Marina.

La autopsia revelará la causa exacta de la muerte, pero por ahora solo saben que se golpeó con el quitamiedos y sufrió un golpe mortal en la cabeza. «Después me he enterado de que el casco no era tan bueno como debía ser. Le habría comprado los que hubieran hecho falta», admite. Andrés se fue regalando vida, ya que la familia autorizó la donación de sus órganos y tejidos.

Marina está demostrando una fuerza sobrehumana. En su duelo hay un sentimiento más intenso aún que la tristeza: la idea de pensar en que a su hijo no le gustaría verla sufrir. «Me anima saber que no quiere que esté triste, siempre seré su mamá y le haría daño verme llorar. Estamos haciendo cosas en su honor y recibiendo lo que yo siento como señales. Soy creyente y quiero que su alma esté en paz», cuenta la madre con una entereza admirable. Como homenaje, este domingo soplaron las velas por él con una tarta personalizada con su imagen. Hubiera cumplido 28.

Las palabras de afecto les llegan tanto en persona como a través de la pantalla. Las redes sociales se inundaron de mensajes e, incluso, un vecino de Deifontes, Elías Córdoba, le ha compuesto una canción a Andrés. En ella habla de su gran pasión, los caballos, sus alma fiestera y su trabajo como mecánico: «Con la alegría en la cara siempre te recordaré; tu caballo, tú sombrero, donde hubiese una fiesta allí estaba mi Andrés (...). Al cielo se ha ido un Ángel, todos te recordarán». Así, como el ángel de los ojos azules, se referirán a este joven los que tuvieron la suerte de coincidir con él en la vida. Descanse en paz.