Tremendo hogar

En mi barrio hay una librería que es un hogar de paso y una familia ambulante. Luciana es argentina y Alberto es español, pero también viceversa, porque comparten e intercambian orillas. Un día se volvieron saludablemente locos y decidieron abrir una librería en una zona donde había de todo menos libros. Entonces esa calle hizo algo así como suspirar de gratitud. Fue una bienvenida mutua.

Además de tremendo librero, Alberto es músico y recomienda libros a capella. No se sabe qué instrumento empuña con más garbo, la novela o la guitarra. Además de tremenda librera, Luciana es una artista diseñando escaparates. Imposible caminar por el barrio y no detenerse en ellos: siempre cuentan una historia. Uno de los más divertidos que recuerdo fue uno rojo por unanimidad. Colgado de unas pinzas, un cartel aclaraba: «No me acuerdo del título pero la portada era roja». El otro día le dieron un premio a emprendedoras culturales. Lo más raro de todo es que se lo merecía.

Pasemos al interior, abramos sus páginas. De izquierda a derecha, tal como se lee, vemos la sección infantil donde mi hijo suele hojear la tarde. Después aparece Luciana, haciéndose más alta con la literatura. El célebre sofá en el que es imposible callarse. El logo de la librería 'Tremenda' exclamando tres veces y, justo debajo, Federico, su Barraca y la fiesta de la vida. Para eso están los globos, para celebrar que acaban de cumplir cuatro infinitos años. Más arriba Mafalda, iluminada por su propio aforismo, dice algo muy cierto para la comunidad del libro: si no fuera por todos, nadie sería nada. Y al final está Alberto, poniendo el caos en orden.

Pero, y esa puerta oscura, ¿qué esconderá? No podemos revelarlo. Toda buena historia necesita también un poco de misterio. El tremendo placer de un secreto entre amigos.