![María toma 18 cápsulas al día a sus 17 años; en la fotografía los envases de algunos de los tratamientos.](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201805/02/media/cortadas/124341379--624x413.jpg)
![María toma 18 cápsulas al día a sus 17 años; en la fotografía los envases de algunos de los tratamientos.](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201805/02/media/cortadas/124341379--624x413.jpg)
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María -nombre ficticio- tiene 17 años y no sale de casa sola, apenas toca ya el piano, no puede ir al instituto, se cansa, sufre dolores articulares, se le nubla la vista y, en ocasiones, cuando está leyendo le cuesta asimilar las palabras y su ... significado: «Es como si mi cerebro fuese con diez segundos de retraso», dice esta joven granadina. Lleva así dos años, pero ni la administración pública ni los médicos de su centro privado «reconocen que su estado sea debido a la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH)». Tampoco lo hace con el resto de las jóvenes de la Asociación de Víctimas de la Vacuna del Papiloma (AAVP), que tiene sede en Valencia y que según ha informado a este medio su presidenta, Alicia Capilla, presentarán una demanda colectiva «para que el Ministerio de Sanidad reconozca los efectos secundarios de estas vacunas».
En el caso de María, tras la tercera dosis de una de las dos marcas que se aplican en España sus síntomas se agravaron. Se había administrado la vacuna en un hospital privado tras consultar a dos ginecólogas, también en consulta privada. Al empeorar, María se sometió a todo tipo de pruebas de neurología y medicina interna y todos los resultados eran negativos. Algunos de estos especialistas insinuaron que podría ser debido al cambio hormonal de la joven en plena adolescencia, que su estado se debía «a una depresión», apunta su madre. «Yo no creí que fuera depresión porque mi hija nunca ha parado de inventar, le gustaba tocar el piano, hacer fotografía, escribir y dibujar, y no quería dejar de hacerlo pero no tenía fuerzas», añade.
María y su madre creen «que puede haber más casos» pero como les ocurrió a ellas, es posible que no dispongan de la información al respecto.
A los 16 años, María se vio obligada a abandonar el instituto porque «apenas podía caminar sin muletas». Pese a ello, se presentó a los exámenes y aprobó.
«Sufría mareos, pinchazos en la cabeza, falta de concentración, muchos problemas digestivos», dice la joven. Debido a una conversación casual de su padre con una amigo lo relacionaron con el medicamento. Fue entonces cuando la madre de María contactó con la Asociación de Víctimas de la Vacuna del Papiloma. Al describir los síntomas de su hija, Alicia Capilla contestó que eran los mismos que padecían las demás socias, reacciones que según dice la madre granadina «no son inmediatas a la administración de la vacuna». Según expone, los efectos adversos de la vacuna han provocado en 'María' «problemas hormonales, neurológicos, inmunológicos y de circulación». Algunas chicas sufren síntomas más graves que otras, a la mayoría se les ha cortado la regla, aunque madre e hija insisten en que «detectar el origen de estos problemas para cambiar algunos hábitos cuanto antes es primordial». Sin embargo, el único caso en el que la administración pública ha reconocido que el riesgo de la vacuna es el de una chica de Asturias que sufría insuficiencia respiratoria y a la que no se le debió administrar por esta razón, según la sentencia del juez. La joven murió.
Gracias a contactar con la AAVP, María y su madre pudieron conocer otros casos en los que, como a ellas, la administración no daba respuestas. También encontraron posibles caminos hacia la esperanza. María se sometió a unas pruebas de metales pesados y de su tolerancia a éstos. Resultó ser alérgica al metilmercurio, al níquel y encontraron que tenía el triple de mercurio que cualquier persona. Con estos resultados su madre volvió a los especialistas de Granada: «Uno me dijo que no sabía siquiera leer esas pruebas pero que sí podía ver que había demasiado mercurio y me preguntó si había estado en un campo especial de trabajo o si había comido mucho atún», cuenta la madre de María. En otra ocasión, la «solución» que le dieron era «que tenía que esperar», señala.
Los padres de María no se consideran del movimiento antivacunas: «De hecho le pusimos esta vacuna que era la última del calendario». Por eso sienten indefensión, «porque es el sistema médico en el que todos confiamos», el mismo que según madre e hija «culpabiliza a las chicas de sufrir depresión o de otros problemas psicológicos». «Llegué a sentirme culpable de que era la causante de mis dolencias, aún teniendo las pruebas de metales», dice la joven que además lamenta que aunque ella, se considera «con suerte porque mantiene sus amistades, muchas chicas se quedan sin amigos, aisladas socialmente».
Desde hace unos meses María se encuentra mejor. Lo primero en variar fue la alimentación. No toma gluten, ni azúcar y todos los productos son ecológicos, también la carne, porque «al tener el sistema autoinmune dañado evita cualquier agente externo que pueda afectarle». Además de la dieta, está sometiéndose a un tratamiento que ha funcionado a otras dos chicas de la asociación, «una de ellas estaba en silla de ruedas y ahora está cursando un máster en Madrid», aseguran. Esos casos son la única garantía de que el tratamiento puede funcionar. Pero es caro. «Cada sesión cuesta 136 euros y ha tenido 2 o 3 a la semana durante 3 meses», dice la madre.
«Cuando acudes a poner una vacuna a tus hijos nadie te da el prospecto para conocer los efectos secundarios que puede tener», señala la mujer. Ese es precisamente uno de los motivos por los que el juez de Asturias dictó «mala praxis» en el caso de la joven fallecida. Madre e hija también piden que la administración admita que los síntomas que presenta «María y que pueden sufrir otras jóvenes son consecuencia de la vacuna porque el tiempo que pasan algunas chicas entre psicólogos o psiquiatras está retrasando que la joven sea tratada para lo que realmente le pasa y los síntomas se agravan». Por esta razón, las granadinas se han decidido a hacer pública su historia para que «otras chicas que puedan estar en su misma situación sin saber qué hacer o a quién acudir, tengan algo de información que las pueda ayudar».
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