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Inés Gallastegui
Granada
Jueves, 8 de agosto 2024
Parece una escena de una película de terror, pero ocurrió en la tarde del 20 de julio en Granada. Alguien arrojó por encima del muro de un pequeño refugio para animales abandonados en El Fargue a dos perros muy agresivos que atacaron brutalmente a otro ... can –una pitbull que, a su vez, había llegado por la misma vía al recinto meses antes– y a las dos voluntarias que trataron de protegerla. Las mujeres, desesperadas, aseguran que llamaron repetidas veces al 112, la Policía Local, la Policía Nacional y la Guardia Civil, pero que nadie se hizo cargo. Al día siguiente, cuando regresaron, los dos perros «se estaban matando». Repitieron las llamadas y, finalmente, cinco antidisturbios del cuerpo municipal –un oficial y cuatro agentes– se presentaron en las instalaciones, pero no fueron capaces de separar a los animales y requirieron la intervención de un lacero. Era tarde: uno de los canes ya tenía heridas letales. El balance del incidente: dos voluntarias magulladas, una perra con la mandíbula y la lengua destrozadas a mordiscos y un perro muerto. Por suerte, el resto de los ejemplares acogidos estaban en otro habitáculo..
Aurelia Barbú es la presidenta de la Asociación Animales Abandonados Granada y regenta dos refugios, el de El Fargue, con 12 canes, desde 2017, y otro en Alfacar, con más de 150 'inquilinos' entre perros y gatos, desde 2018. Se sostiene a base de donaciones y aportaciones de empresas y particulares.
El 21 de julio, Aurelia denunció en redes sociales el «brutal ataque» sufrido la víspera en el refugio de El Fargue. No era la primera vez que alguien arrojaba perros agresivos por encima de su muro. «El 80% de los animales que tengo allí han llegado de esa forma. Pertenecen a especies potencialmente peligrosas y son difícilmente adoptables, a pesar de que los rehabilitamos con adiestramiento y de que, en general, son agresivos entre ellos, pero no con las personas», señala a esta redacción Aurelia, que sufrió magulladuras al intentar separar a los canes.
Fuentes de la Policía Local confirmaron que los atacantes no tenían chip y eran de raza american staffordshire terrier y pitbull terrier, ambas clasificadas por la legislación como «perros potencialmente peligrosos». «Eran máquinas de matar, pero ellos no tienen la culpa; la culpa es del dueño», lamenta Barbú, convencida de que se trata de animales entrenados para peleas ilegales y de que la persona que se deshace de ellos es la misma desde hace años. Todos llegan por el mismo procedimiento –por encima de muro– y en condiciones lamentables, enfermos y desnutridos.
Según su versión, tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional le indicaron el sábado por la tarde que la competente en este caso era la Policía Local, pero este cuerpo le informó de que Athisa, la empresa concesionaria de la perrera municipal, estaba fuera de servicio hasta el lunes, por lo que debían mantener a esos dos animales dentro del recinto y «bajo ninguna circunstancia soltarlos, ya que se consideraría delito y, si atacaran a alguna persona, estaría penado con cárcel».
«Tras muchos esfuerzos y mordidas conseguimos atarlos y dejarlos en el cercado que quedó libre, ya que Lola (la pitbull atacada) había ingresado en el veterinario. Se les dejó agua y comida. Una de las compañeras hizo guardia hasta las 4 de la madrugada y luego se fue a casa», prosigue el relato en redes sociales.
A la mañana siguiente, cuando llegaron al refugio, «uno de los perros estaba matando al otro». Volvieron a llamar a la Policía Local y hacia las 10.30 horas se presentó una unidad antidisturbios del Grupo de Apoyo a la Policía de Barrio Dauro, que a su vez, ante la agresividad de los animales y la imposibilidad de separarlos, requirió la presencia de un lacero para capturarlos.
Era tarde: uno de los perros tenía una herida profunda en el cuello y murió. Según Barbú, la Policía les indicó que, dado que ninguno de los atacantes tenía chip, el refugio tenía que hacerse cargo de enterrar el cadáver. El superviviente fue trasladado por Athisa a la perrera municipal.
Como resultado de esta odisea, asegura, la asociación se ha quedado con un gasto veterinario de más de mil euros por el tratamiento de Lola y la advertencia de la Policía Local de que debe hacer una obra en el muro –que mide entre 2,3 y 2,6 metros de alto– e instalar cámaras para prevenir que alguien arroje más perros.
«¿Cómo una llamada de auxilio por un ataque de dos animales que no son nuestros nos ocasiona ahora un gasto desorbitado?», se preguntan las responsables del refugio, que reclaman «una investigación a fondo» para aclarar el origen de estos animales y piden ayuda «para identificar al dueño de los perros» y donaciones económicas para pagar el ingreso veterinario de Lola y las obras de reforma del muro, a través de su página en Facebook, https://www.facebook.com/animalesabandonadosgranadaprotectora.
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