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Aquel verano de 1965 | Termina el verano, empieza el fútbol

Retrocedemos en el pasado para recordar cómo vivían los andaluces sus veranos

amanda martínez

Lunes, 19 de julio 2021

  1. 1965

    Termina el verano, empieza el fútbol

    IDEAL

    Cromos, quinielas, copas, mundiales, todo regresaba aquellos domingos por la tarde de finales del verano cuando volvía el fútbol. Aún eran pocos los hogares que tenían un televisor en casa. Los afortunados la compraron a plazos y firmaron más letras que un notario herencias. La mayoría disponían solo de una radio, de ahí que la distracción masculina del domingo fuera la de hacer afición con la gente del barrio. Aquella temporada el balón comenzó a rodar el 5 de septiembre. El campeonato que nacía iba a cribar a los aspirantes para defender los colores de la Selección en el Mundial de Londres. Ardua tarea la de Villalonga. Y aunque los pronósticos situaban al ganador entre el Real Madrid, el Atlético, el Zaragoza y el Barcelona, fue el equipo colchonero el que consiguió su quinto título de liga. Hoy, al ver a los protagonistas de esta foto, entiendo la preocupación de Rita Pavone cuando le reprochaba a un desagradecido compañero aquello de «¿por qué los domingos por el fútbol me abandonas?» No, cariño, no te engañaba con otra, seguro que estaba viendo el fúbol.

  1. 1950

    Cuado las cosas se enfriaban con nieve

    IDEAL

    En aquella Andalucía del calor, en la que no había artilugios que dieran frío, las cosas se enfriaban con nieve. Como un Mulhacén errante la bajaban los neveros que salían de Granada a las doce del día y llegaban a los ventisqueros de Sierra Nevada a las ocho de la tarde. Con una azada, cargaban los serones de los burros con unas 18 arrobas de nieve envuelta en paja. Los neveros eran hombres fuertes de la serranía que llevaban la carga hasta los dos almacenes de nieve que había en Granada, uno en la calle Varela, y otro en la calle Alhóndiga. La nieve se hacinaba en habitaciones oscuras en depósitos de zinc, bien apretada, tapada con gruesos corchos que servían de aislante. Otras veces la llevaban directamente a los establecimientos y era usual verlos entregar la blanca mercancía, con sus manos rojas por el frío, por los cafetines y restaurantes, un oficio que cautivaban a los niños y hacían la vida más fácil a sus mayores. Aún hay quien prefiere recordarla al referirse al frigorífico: «Niño, anda, tráeme una cerveza fresquita de la nevera».

  1. 1962

    Un descanso de altura

    IDEAL

    Uno de los instrumentos de propaganda más eficaces del franquismo fue la Obra Sindical de Educación y Descanso que, entre otras cosas, permitió a miles de españoles disfrutar de unos días de vacaciones en las residencias que el régimen edificó por todo el país. Uno de estos alojamientos se construyó en Sierra Nevada y fue el albergue de «José María Collantes» en el Collado de las Sabinas. En él los «productores» (de esta manera se refería el franquismo a los obreros) podían pasar diez días de auténticas vacaciones, repletos de actividades como excursiones, obras de teatro representadas por los propios residentes, partidos de fútbol..., con todos los gastos incluidos, por cinco pesetas diarias. Un auténtico chollo. La foto es del mes de septiembre de 1962, y corresponde a la clausura del último turno de veraneantes. A lo largo de aquel verano acogió a 81 familias de toda España. Una de ellas fue la de José Rubio, un empleado de Telefónica de Málaga, que se alegraba de que su hijo, que había llegado sin ganas de comer, abandono la residencia «como un roble».

  1. 1935

    Los poderes del agua termal

    IDEAL

    Un paraíso para contrarrestar la agitación de estos tiempos». Así se anunciaba el balneario de Lanjarón «entre las nieves perpetuas y el mar». A principios del siglo XX se puso de moda entre la burguesía la estancia en una ciudad balneario. Lo llamaban salud, pero querían decir hedonismo. La incipiente clase burguesa, que quería imitar el modo de vida de la aristocracia, aprovechó el desarrollo del ferrocarril y viajó en busca de 'aguas' y de diversión. Para satisfacer a esta clientela exigente, los balnearios incorporaron a sus pequeñas villas espacios de ocio con veladas musicales, juegos y excursiones. En los lugares de playa también hubo balnearios. En Almuñécar era conocido el de Marín con terrazas junto al mar. En la orilla, los «bañeros», profesionales del bautizo en las aguas del mar acompañaban a las jóvenes en su primera inmersión entre las olas. El turismo de balneario entró en crisis tras la Guerra Civil. Las vacaciones de sol y playa se convirtieron en la gran evasión para quienes podían acceder a ellas y en una aspiración para los que soñaban con un futuro mejor.

  1. 1978

    El cielo que pisaban las majorettes

    IDEAL

    Las majorettes desfilaban por las calles de Almería con un maillot azul con bordados en plata. Pertrechadas de lentejuelas y coronas plateadas elevaban las piernas y movían los muslos, de lujuriosa candidez, alentando los pensamientos más impuros de los chavales que las veían desfilar mientras hacían malabarismos con una barra metálica. Sus botas altas, que ascendían hasta la rodilla, pisaban el suelo como si flotaran en un cielo de nubes de algodón. La feria de Almería ponía fin al verano y aquellos niños educados en colegios de curas, despedían un agosto que había comenzado con la muerte de Pablo VI. El 26 de agosto, a las siete y cuarto de la tarde, la aparición en el balcón de la Basílica Vaticana del cardenal Felici, puso fin a una hora de enorme incertidumbre en la Plaza de San Pedro ante la imposibilidad de distinguir si la fumata era blanca o negra. El 78 fue el año de los tres papas. El pontificado de Juan Pablo I apenas duró un mes. A mediados de octubre el cónclave elegía a Juan Pablo II como nuevo pontífice.

  1. 1961

    El verano que se levantó el muro

    IDEAL
  1. 1958

    Ríos que parecen mares

    IDEAL

    Aquella generación tardó mucho tiempo en conocer el mar. Su mar era el río más cercano. El día preferido, el 18 de julio, que era fiesta, pero vamos, valía cualquier domingo de agosto. Pasar el día en el río era un viaje. Un viaje de toda la familia, con tortilla de patatas y los avíos de una pipirrana. Los chavales, en calzoncillos o rudos bañadores de lona, buscaban el lugar donde el río se arremolinaba. Los mayores preferían el agua mansa de una poza. El primer día del mes de agosto de 1958 el incendio que destruyó el Monasterio de la Virgen de la Cabeza, un símbolo de la victoria franquista en la Guerra, llegó a las portadas de los diarios. Mientras, el gran monumento de la dictadura, el Valle de los Caídos, abría sus puertas al público. En San Sebastián un terremoto llamado Sara Montiel llegó entre un tumulto de fans al Club de la Prensa. Acompañaba a su marido Anthony Mann, jurado en esa edición. Como la auténtica estrella que era, la vieron tomando el aperitivo en el bar de la playa rodeada de admiradores que querían un autógrafo

  1. 1971

    Lentejuelas de rebajas

    IDEAL
  1. 1983

    Madrugar para ver sacar el copo

    IDEAL

    A primera hora del día, cuando el frescor de la mañana ensancha los pulmones, un grupo de curiosos rodea a los pescadores en cualquier playa del litoral. Los marengos se afanan en la sacada del 'copo', y arrastran hasta la orilla las redes con la captura del pescado más pequeño que ronda la orilla al amanecer. Es temprano y todavía no hay sombrillas en la arena, pero 'el copo' es casi una atracción turística. Varios pescadores se dirigen mar adentro en una pequeña barca de remos. A unos trescientos o cuatrocientos metros de la playa dejan caer la red, agarrada en los extremos por largas cuerdas que luego utilizaban para tirar de ella hacia la tierra. Casi con la misma expectación que los pescadores, los 'mirones' esperan el resultado de las capturas y se arremolinan en torno a los copistas cuando los extremos de la red asoman cerca de la orilla. En los años 80, el copo y la captura de inmaduros ya era una práctica prohibida. En el año 1983 el FROM lanzó una conocida campaña de concienciación en contra de la pesca de inmaduros: «Pezqueñines, no gracias».

  1. 1995

    Tiempo de romería y verbena

    IDEAL

    Sonaba 'Saturday night' de Whigfield en la caseta municipal y todos nos poníamos de pie para bailar aquella mecánica coreografía. Brazos a un lado y al otro, mano al codo, círculos con la muñeca, y otra vez, remolino hacia delante, paso adelante, atrás, manos en la cadera, saltitos, y vuelta a empezar. Eran muy de 'coreos', los noventa. Estamos a mediados del mes de agosto, media España está en la playa y la otra mitad está en la verbena bailando 'Chiquilla' de Seguridad Social o 'El Tiburón' perfectamente ejecutados por la orquesta de turno. No había nada parecido a un pueblo en fiestas. Romerías en honor al patrón o patrona, un peregrinar de voluntades devotas y un trasiego de personas en busca de diversión. Las comisiones de festejos se estrujaban las meninges para sacar el máximo partido a los parvos presupuestos destinados a las fiestas. Con más imaginación que 'guita', organizaban concursos y juegos sorprendentes: encuentros de fútbol entre solteros y casados, concursos de subida al palo a por un jamón, campeonato de pulso, fuentes de vino y hasta capeas.

  1. 1988

    Viajeros al Tropical Exprés

    IDEAL

    ¿Has visto eso, Manolo? No daba crédito a lo que estaba viendo. Ni él, ni los miles de veraneantes de Almuñécar. Tanto luchar por un tren a Motril y ahí estaba el 'Trópico Exprés' esquivando veraneantes en el Paseo de Velilla. El 20 de julio de 1988 hizo su primer viaje el primer tren neumático para turistas que funcionó en Andalucía. Hasta entonces solo funcionaba otro igual en Valencia y era popular en ciudades turísticas europeas. El jefe de estación, el alcalde de Almuñécar, Juan Carlos Benavides, hizo sonar el silbato y concejales, periodistas e invitados, partieron en el convoy rumbo a las maravillas de Sexi. Antonio Barragán era el orgulloso maquinista de la locomotora que cubría el recorrido entre Chinasol y el Tesorillo. El 'Trópico Exprés', simulaba una máquina de vapor del siglo XIX con una locomotora equipada con un motor Volkswagen 1.600 y tres vagones en los que viajaban 64 personas. 200 pesetas costaba el billete. El maquinista hace sonar el claxon y los niños dicen adiós al paso del tren.

  1. 1984

    Donde el sol pasa el invierno

    IDEAL

    Lo primero que vieron los turistas que viajaban en los doce vuelos chárter que aterrizaron aquel día de verano en el aeropuerto de Almería, fue a un grupo de muchachas vestidas con el traje de refajona que ofrecían sonrisas y flores a los recién llegados. Almería prosperaba gracias a sus campos de plástico, al cine y al turismo, uno de los pilares del desarrollo de una tierra que hasta los años ochenta había permanecido prácticamente aislada. De hecho, en los años sesenta la provincia se encontraba al margen de la naciente industria turística nacional, a pesar de que fue la primera Costa del Sol, aunque luego el término se lo quedara Málaga. Aquel eslogan de «Almería, donde el sol pasa el invierno», su belleza desértica, su paisaje casi lunar, la tierra seca y el sol eterno, atrajeron a un visitante que no estaba cómodo con el turismo de masas. Eran sobre todo extranjeros, intelectuales, escritores, fotógrafos y pintores que llegaron a sus playas limpias y sus pueblos de casas pequeñas. Muchos no se marcharon

  1. 1964

    Viajar con la casa a cuestas

    IDEAL

    Era una aventura alrededor del mundo y una de las paradas fue en Granada. El desfile de aquellas formidables casas rodantes llamaba la atención. Estaban forradas de aluminio y el periódico contaba que disponía de todas las modernidades, tenían «hasta aire acondicionado». A bordo, sesenta norteamericanos que partieron de Singapur y llegaron hasta Lisboa. Aquellos huéspedes se alojaron en el camping Sierra Nevada, visitaron la Alhambra y el Generalife, recorrieron las calles de la ciudad, fueron atendidos por el jefe de la Oficina de Turismo y recibidos en el Ayuntamiento, donde tomaron una copa de vino. En aquellos años aún era complicado alojarse en camping. Aunque se consideraba un «deporte familiar de enorme propagación» y dependiente de la Obra de Educación y Descanso». En Granada, en 1956 se inauguró uno en el Tesorillo, en Almuñécar, y un año después, el de la Carretera de Jaén. En 1958 se constituyó la 'Agrupación Camping Club Granada' que dependía de una Federación Nacional de campistas.

  1. 1988

    Quiero ser la reina de las fiestas

    IDEAL
  1. 1995

    El Cabo de Gata, paraíso encontrado

    IDEAL
  1. 1994

    Los bronceadores de la playa

    IDEAL
  1. 1959

    Benidorm está de moda

    IDEAL

    Minifaldas, guateques, los Beatles, el twist. Aumentan los salarios, se reduce la jornada laboral y nos compramos un Seat 600. Irse de veraneo ya no era cosa de ricos. Arranca el fenómeno del turismo de masas y para acoger al abuelo, abuela, madre, padre, hijo y nuera, comienzan a levantarse bloques de apartamentos y complejos hoteleros por todo el litoral. Aunque el municipio turístico por excelencia fue Benidorm, un icono de la época, imán tanto del turismo nacional como del internacional, que se puso de moda cuando en 1959 se celebró la primera edición del Festival Internacional de la Canción. Unos años antes, se vieron en sus playas a las primeras chicas en bikini, aún cuando llevar un dos piezas era prácticamente un pecado mortal en el resto del país. Algo similar ocurrió en Andalucía con Torremolinos otro destino pionero en España a partir de la inauguración del hotel Pez Espada, el primer 'cinco estrellas' de la Costa del Sol que convirtió al municipio de la Costa del Sol en referente turístico de famosos y aristócratas.

  1. 1963

    'Clic', un recuerdo de la Alhambra

    IDEAL

    Llegan de todos los rincones del mundo para convertirse en los amos y señores del patrimonio local. Apresurados con su cámara al hombro y porte desaliñado, con el anhelo agotador de querer retenerlo todo a un mismo tiempo. La Alhambra parecía un zoco de Bagdad. Las agencias les organizan la vida: mañana, entrada al monumento; mediodía, 'lunch' preparado en bolsitas; después, viaje a Torremolinos, haciendo kilómetros por zigzagueantes carreteras como serpientes de cascabel. Del paso fugaz por la Alhambra queda una imagen. Él posa con un traje de moro con turbante y cimitarra con aires de aguerrido sultán y ella parece una exótica cautiva del palacio árabe. Rafael Garzón, Señán y González o los hermanos Enrique y Abelardo Linares fueron los pioneros en especializarse en fotografía turística y montaron sus estudios en el entorno de la calle Real de la Alhambra para surtir a los nuevos clientes de postales y de material fotográfico. Un 'On parle français' coronaba el torreón de la casa de Garzón, que fue derribada en 1969.

  1. 1974

    Turistas sin prisa

    IDEAL

    'Typical spanish', pensaban las dos jóvenes suizas que aprovecharon el verano para dar la vuelta a Andalucía en burro. Su propósito era aprender español pero pensaron que la mejor manera de hacerlo era con el medio de transporte más tradicional que les permitiera estar en «contacto con el pueblo», decían ellas. Así que llegaron desde Levante hasta Albox, en Almería, a comienzos de junio y adquirieron dos burritas, Pagaron ocho mil pesetas por cada cabalgadura y comenzaron su camino de allí hacia Granada. Cada día recorrían unos veinte kilómetros por carreteras y caminos al ritmo y deseo de los pollinos, a una velocidad que les permitía fijarse en las cosas de Andalucía, hablar con los campesinos y detener su lenta marcha siempre que era preciso. La foto se la hicieron antes de salir en dirección a Alhama de Granada y Ronda. Las habían visto cera de Ventas de Huelma y desde ahí irían a Córdoba y, en un mes, quizás, llegarían a Sevilla. Decían que a su llegada a la capital venderían las dos burras y con el dinero, comprarían una moto para continuar su viaje por el resto de España.

  1. 1950

    Sueños en la Alhambra

    IDEAL

    Cruje el sol abrasador, chirrían las paredes de argamasa, sube el murmullo monótono de las aguas del Darro. Comienza una tarde de un verano, tranquila como el agua de un estanque. La Alhambra ha cerrado sus puertas y la invasión de turistas, con sus cámaras de fotos al hombro y su andar apresurado, se va retirando lentamente. Sus pasos se pierden en los patios frescos, en los fríos salones y en los rincones secretos. Los ruidos se han apagado, la gente huye de las calles, de las plazas, de los paseos. Las hojas brillantes de los árboles se mecen imperceptiblemente por una brisa africana. El sol victorioso ha ocupado la fortaleza arrullada por el frescor de la fuente y el perfume de las flores parece construida para el amor, más que para la defensa de una ciudad. Por allí andaba un vecino, buscando una sombra tranquila y ajena al ruido para echar una cabezada. Son tiempos de calma y en Andalucía se vive la siesta, aunque casi es justo lo contrario, muere durante la siesta, y el botijo se antojaba pequeño para tanto calor.

  1. 1970

    Un flecha en un campamento

    IDEAL

    La blanca ciudad de lona se ilumina por la luz del sol que asoma en la Sierra de Segura, en el río Madera. En el campamento hay un mástil abierto en cruz en señal de abrazo de bienvenida a los chicos del Santo Reino. «Un flecha en un campamento, pum, pum...», cantaban mientras levantaban las tiendas El campamento 'Rodrigo Manrique' del río Madera, era muy popular en Jaén. Se unía a los campamentos de playa «Vigil de Quiñones» en Marbella o en San Pedro del Pinatar en el Mar Menor, pero la Organización Juvenil Española organizaba campamentos en todo el país, como el de Aguadulce en Almería o en la Sierra de Alfaguara en Granada. La OJE era para muchos el «único partido que permitió Franco». Tenía una organización vertical en forma de grados: flechas, arqueros, cadetes y guías y trataron de perfilar el carácter de los miles de jóvenes españoles que participaron en esta organización. En 1976 abandonaron la camisa azul pero se reinventaron. Hoy son una organización que echan una mano al banco de alimentos o a los campamentos saharauis.

  1. 1986

    Una mochila cargada de paz y amor

    IDEAL

    Primero fue la India, luego Ibiza y también llegaron a la Alpujarra. Se establecieron en comunas y aprendieron a cultivar la tierra, a ordeñar cabras y a amasar el pan. Eran amantes de la naturaleza, pacifistas y vegetarianos... los había miembros de grupos religiosos, pero también niños de papá, que alucinaban cuando crecía una lechuga en el huerto. Los alpujarreños alucinaban con esta gente. También estaban los buscadores de porros y otros a los que les atraía el folclore de una vida rendida a la paz y al amor. La 'filosofía hippie' llegó en verano a la ciudad en la mochila de jóvenes que visitaban la capital sin intención de hacer mucho gasto en alojamiento. Los 'squaters', como se les llamaba en los ochenta, eran mochileros que venían de grandes ciudades para hacer turismo sin gastar un duro. Hacían dibujos en la acera o alguna manualidad para ganarse unas monedas. Noches mágicas para estos turistas de 'macuto y alpargata', que dormían bajo las estrellas en los paseos y en los jardines de la Alhambra.

  1. 1980

    El abono a la piscina municipal

    IDEAL

    Había que sacarse un abono para poder ir todos los días a la piscina municipal. Era una cartulina roja que te daba el acceso al paraíso. Lo plastifiqué con mi foto, la de una colegiala mellada y con coletas, que sonreía feliz por poder pasar en aquel edén todos los días del verano. El paso de los años lo marcaba la altura a la que me llegaba el agua. En mi primer recuerdo no salía de la piscina pequeña y me partía la ceja al escurrirme en la orilla de mi playa. En otro, me dejaban bañarme sola en el vaso mediano. Conseguí hacerme su largo sin respirar y asomaba la cabeza cuando tocaba la pared buscando la mirada orgullosa de mi madre. Casi al final, logré tirarme desde el trampolín de la grande, una tabla cubierta de una lona negra que quemaba los pies y que tenía vistas al abismo. Para entonces él ya me estaba esperando en el agua. La tabla se balanceó y dejé que el destino decidiera por mí. Muchas de aquellas piscinas están hoy abandonadas, vacías, agrietadas como un inquietante aviso de que aquel tiempo, que parecía avanzar tan despacio, no va a volver.

  1. 1974

    Y construyó castillos en la arena

    IDEAL

    En verano nos convertimos en arquitectos de castillos de arena. Profesionales a tiempo completo en las mañanas playeras. No crean que es tan fácil hacer con arena un castillo. Bien que solo se exige su apariencia externa, más o menos convencional dependiendo de la talla creativa del constructor, unas cuantas torres, unas almenas, una muralla. Sin problemas administrativos, sin engorrosas licencias ni hipotecas, el niño llega a la playa cargado con cubo, pala y rastrillo dispuesto a construir Carcasonne: «Es que esta arena no es buena. En Cádiz, sí» le desanima el progenitor nada más empezar la obra. La construcción empieza con un cubo que se llena de arena húmeda y se vuelve del revés con rapidez. Unos golpes con la pala en el borde almenado, a modo de varita mágica, y el albañil descubre poco a poco que el torreón queda erguido sobre el suelo. Repite la operación con resultado desigual y une las torres con una anárquica muralla hasta configurar un extraño laberinto con acceso directo al mar.

  1. 1985

    Todo lo que se podía desear

    IDEAL

    Después de comer, su madre le cortaba una buena rodaja de sandía. Recordaba el frescor de las gotas recorriendo sus mejillas y sus pies llenos de arena. Compartían almuerzo y largas sobremesas con los abuelos, los tíos, los primos y los vecinos porque casi todos volvían a la Playa de Poniente cada año y se habían convertido casi en una familia, al menos durante un caluroso mes. Le encantaba aquella casa que no tenía paredes. La había construido su padre con cañas de maíz y chapas de madera. Su madre se había llevado una mesilla de noche, las camas y unas cortinas y la abuela había traído sus pájaros y sus plantas, «así no tenemos que molestar a los vecinos», le había dicho. Él comía su sandía mirando hacia el agua azul y salada. «Una casita como esta viene a salir por unos veinte mil duros», oyó que su padre le decía a un periodista que se había interesado por esa curiosa manera de veranear. No tenían luz eléctrica, ni falta que les hacía, pero el agua corriente acabó por llegar y se ahorraron el cargar con los bidones para beber o fregar los cacharros. Cuando terminó la rodaja de fruta, cogió el cubo y la pala y se fue a la playa. No era mucho, pero tenía todo lo que se podía desear.

  1. 1947

    Besos prohibidos en la sala

    IDEAL

    Lucía un vestido de satén negro y un escote palabra de honor. Cantaba 'Put de Blame on Mame' mientras desnudaba sensualmente su brazo en la escena más erótica que aquellos espectadores habían visto jamás. La Iglesia había advertido que 'Gilda' era «gravemente inmoral y escandalosa» y quedaba totalmente prohibida para todo católico, verla era pecado mortal. Igual que en 'Cinema Paradiso', en julio y en agosto las pantallas de cine se multiplicaban por la ciudad. El solar, abandonado durante el invierno, cobraba vida. Se perfilaba con pintura negra el marco de la pantalla, se regaba el suelo y se disfrutaba de la película pisando tierra fresca, entre macetas y dompedros. Un cine para ver en familia porque la censura impedía ver aquellos besos mordidos, besos descarados o con lengua que justificaban un corte oportunamente silbado por el público. Los fotogramas de aquel beso de 'Con la muerte en los talones' acabarían en la papelera de un operador junto con aquella frase: «¿Qué podría hacer un hombre sin su ropa durante veinte minutos?»

  1. 1984

    El viaje interminable a la playa

    IDEAL

    Papá, ¿cuánto queda? Aún no habíamos salido del pueblo y el viaje ya se estaba haciendo largo. Habíamos madrugado por no pasar calor y por intentar que los niños hiciéramos parte del camino dormidos, pero la emoción de ir a la playa alejaba las perspectivas de hacer un viaje tranquilo. Parece que no se olvida nada. Papá y el abuelo han madrugado para cargar en la baca un par de colchones enrollados, donde dormirán los chicos, y la maletas de piel marrón cargadas con la ropa de toda la familia. En el Renault Nevada entrábamos todos. El abuelo hacía de copiloto y daba conversación a mi padre que relevaba Ducados en sus labios tarareando a Mocedades. La abuela, mamá, mi hermana pequeña y yo, ocupábamos los asientos intermedios y los dos niños se quejaban de no poder estirar las piernas en la tercera fila que desplegábamos solo por vacaciones. Lo peor llegaba al cruzar Granada, metidos en la lenta hilera de coches de la N-323 que atascaban Camino de Ronda y que no abandonabas hasta más allá de Armilla. Pero, ¿cuánto queda?

  1. 1935

    Vacaciones en las colonias

    IDEAL

    Los pequeños brincan de alegría enseñando a sus madres los babericos y las 'rempujas' que no dejan de probarse desde que las han recogido en el Ayuntamiento. Son los chicos de las escuelas públicas, hijos de obreros y empleados modestos, que dentro de unos días van a formar parte de una expedición que sobre el remolque de varias camionetas saldrán de la ciudad en busca de sol y aire sano. Antes de partir, los pequeños tenían que pasar por el negociado de Instrucción Pública para someterse a un reconocimiento médico. Allí los pesan y los miden, en principio, para decidir si su salud aconseja un destino de playa o sierra, pero también para que sus padres comprueben a la vuelta lo bien que han comido, porque siempre volvían con unos kilos más. Los afortunados niños de esta foto cantan y bailan en una playa andaluza: «Habiéndose tenido noticias de los niños de la colonia escolar, se hace saber a los familiares que se pasen por el negociado de 11 a 1 para darles cuenta. Todos se encuentran bien», informa IDEAL. Y tan bien.

  1. 1952

    La ciudad se llena de orejas

    TORRES MOLINA

    Ofrecían un chapurreo de lengua extraña a cambio de un combinado, un paseo en taxi a cambio de un paquete de tabaco rubio fumado en comandita. Algunos parecían estudiantes (y algunos lo eran). Esperaban en la puerta del hotel y ofrecían sus servicios como guía por la magnífica recompensa de un plato de lentejas y si el día era bueno, una cerveza con una ración de gambas a la plancha.

  1. 1967

    Los primeros veraneos de pueblo

    C.GÁLVEZ

    Ahí estaban los funcionarios del Ministerio de Información y Turismo rompiéndose la cabeza para convencer al personal de que el veraneo era una lujo que todos los españoles se merecían. Y para los que tostarse la epidermis con los rayos de Lorenzo en una playa de Levante o la Costa del Sol era inalcanzable, ¿por qué no disfrutar de un lugar sosegado, plácido, rodeado de naturaleza virgen y lejos del montaje turístico-consumista-masificado de lugares como Torremolinos o Benidorm? Veranee en una casas de labranza. En 1967 comenzó en España un programa de vacaciones en pueblos. El Ministerio facilitó subvenciones a aquellos campesinos que quisieran mejorar sus viviendas para alquilar. El principal atractivo eran sus bajos precios. Por veinte duros diarios se podía alquilar una en Bérchules de tres habitaciones y derecho a cocina. Y así fue cómo los que no tenían pueblo se echaron al monte, le dieron a la bici y se dejaron una barba que un par de días antes de volver a la oficina afeitaría concienzudamente el barbero del que ya sería para siempre su pueblo.

  1. 1960

    «O te compro una casa o llevarás luto por mí»

    IDEAL

    España se desperezaba de una dura posguerra buscando héroes. Los encontró en las heridas de los golpes de unos guantes de boxeo, en las empinadas cuestas que se conquistan en bicicleta y en la arena del ruedo de una plaza de toros. Bahamontes, Urtain, pero sobre todo Manuel Benítez encarnaron aquellos héroes que eran la esperanza de un pueblo sin hambre.

  1. 1942

    Cuando tomar el sol era un pecado

    En aquella España reprimida y mojigata todo se convirtió en pecado. También ir en traje de baño. Ante la amenaza que suponía un hombro descubierto o la carga erótica de una nalga, la comisión de moralidad de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia redactó una serie de normas para que las playas españolas fuesen completamente «seguras». Para empezar, estaba prohibido remojarse sin vestir prendas de baño decentes. Para asegurarse de que esta norma se cumplía, la brigada moral vigilaba la longitud de los bañadores armada con metro.Tampoco se podía estar fuera del agua sin albornoz y playas y piscinas se separaron por sexo. Totalmente aislado del género contrario, podía lucirse la prenda de baño sin ir directamente al infierno. Se prohibieron los bailes en bañador, ¡qué indecencia! y se impusieron multas astronómicas a quien tentara al pecado, sanciones de hasta 500 pesetas y arresto para la descarada que se arriesgaba además a leer su nombre publicado en el periódico acusada de escándalo público, para mayor vergüenza de su familia.

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