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Fiestas de San Antón en Granada, mascotas y una bendiciónTomen nota. «Hasta San Antón, Pascuas son». Es decir, que este miércoles 17 de enero han terminado oficialmente las fiestas navideñas, se tiene que dejar de felicitar el Año Nuevo a los vecinos, y hay que prepararse para recibir con alegría los planes para meterse ... entre pecho y espalda su buena olla de San Antón con los compadres mientras se mira al cielo para comprobar si alguno de los adagios del viejo refranero español se sigue cumpliendo.
Por ejemplo, este mismo: «Por San Antón, heladura; por San Lorenzo, caladura». O el que se refiere a las nubes bajas: «Por San Martino, las nieblas vienen ya de camino; pero San Antón, barre las nieblas a un rincón». Ambos refranes señalan que uno está rodeado de pleno invierno y también de tradiciones seculares, como la de bendecir a las bestias, los establos y también, más modernez si cabe, a las mascotas que hacen compañía en los hogares.
Son así las Fiestas de San Antón, muchas mascotas y una bendición del párroco de la correspondiente localidad, que muchas hay a lo largo de la vieja piel de toro y de la superficie granadina.
Por ejemplo, aquí en Monachil, a la vera de Sierra Nevada, donde hay heladura y siguen las nieblas y José Antonio Vinuesa, el párroco de la iglesia, la de la Encarnación, confiesa, nunca mejor dicho, que está mirando al cielo.
Resulta que con las lluvias de la mañana de este miércoles la tradición de bendecir a los animales en la plaza Alta, en la antesala del templo, estaba en entredicho. Pero a las cuatro y media de la tarde y sobre el cielo que aquí en Monachil está más cerca que prácticamente en ningún sitio, las nubes estaban grises pero contenidas.
Así es, este miércoles 17 de enero, el pueblo de Monachil comienza las celebraciones para conmemorar a San Antón, el venerado patrón de los animales. Ya las 17 horas, los residentes se han reunido para la bendición de los animales de la localidad, donde todos los que así lo han querido han llevado sus mascotas.
Ahora los protagonistas son Vermú, Fermín, Avellano, Campanero o Recorda. Se trata de un perrro de raza braco el primero, un pastor del Cáucaso el segundo, un poni el tercero y dos corceles los dos últimos. El párroco va bendiciendo a los animales uno a uno en un concierto de ladridos mientras los caballos permanece bien quietos, gracias a sus jinetes, dos muchachos del pueblo.
El poni está más revirado y Alejandro, en su lomo, de cuatro añitos, asiste encantado al espectáculo. En total han aparecido catorce canes, el poni, dos caballos y un gatito en brazos de su dueña, que ante tanto ladrido ha preferido posponer la bendicón para tiempos mejores.
La festividad continuará el 21 de enero con una misa a las 11 horas en honor al santo, seguida de una procesión que recorrerá las calles, junto a la imagen de San Blas, en anticipación a su próxima festividad. La jornada concluirá con la tradicional olla de San Antón.
No viene mal recordar la figura histórica de San Antón. Su vida estuvo marcada por la soledad, el ayuno y el trabajo. Quedó huérfano a los veinte años; donó todos sus bienes a los pobres y se retiró al desierto, donde combatió contra las tentaciones del demonio, escogiendo la vía de la ascesis y la oración. A él se debe la constitución de grupos de monjes que, bajo la guía de un padre espiritual, se consagran al servicio de Dios.
La iconografía tradicional representa a San Antonio que porta el bastón de los ermitaños en forma de T, «tau», última letra del alfabeto judío, como alusión a las cosas últimas y a nuestro destino final. Generalmente va acompañado de un cerdo que lleva una campanita al cuello.
Dicha representación tiene su origen en el hecho de que la antigua Orden hospitalaria de los Antonianos criaba cerdos en los centros habitados, ya que la grasa de estos animales se usaba para ungir a los enfermos de ergotismo.
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