Leticia M. Cano
Sábado, 31 de agosto 2024, 00:01
Las calles de Dílar esconden un nuevo tesoro para sus habitantes. Cerca de la plaza del pueblo, se encuentra la calle San Sebastián y en lo que parece su final, hay un cartel que cuelga de un póster: 'Casi de todo y si no, lo ... traemos' y una flecha que indica hacia dónde girar. No hay pérdida. Al final del callejón se encuentra el local. A cada paso, la voz de Sabrina Roldán suena más fuerte. «Mira qué bonica, te va a quedar divina», dice a una de sus clientas.
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Una rampa de madera permite el acceso al pequeño local y junto a ella, tres macetas que dan un toque de color a su fachada. Frente a la puerta hay una silla blanca. «En principio era para mí, pero es lo que más usan los clientes», explica Sabrina sonriente dejando entrever el perfil de las personas que entran en su tienda. La rampa y la silla son bien agradecidas por ellos, les facilita la compra y para su dueña, eso es lo más importante.
Tras terminar «muy quemada» con su anterior trabajo en un supermercado, decidió dar un salto al abismo. Transformar el «cuarto de desahogo» de la casa de sus suegros en una pequeña tienda no fue una decisión fácil, y más si se trataba de hacerlo en un pueblo de 2.000 habitantes. Sin embargo, detectar las necesidades del vecindario fue algo más sencillo. «Aquí no había nada, solo tiendas de alimentación», explica Sabrina.
Si los habitantes de Dílar necesitaban una cremallera, una bobina o una libreta tenían que ir hasta Otura o Gójar, lo que implicaba coger un coche y en muchos casos, depender de los demás. «Quería dar algo para que la gente no tuviese que moverse del pueblo», añade satisfecha. Las estanterías están repletas. Bolsos, maquillaje, cremas, libretas, bombillas, detergentes, goma eva, champú y lencería, entre otras muchas cosas más. «Y si buscan algo que no tengo, se lo traigo en uno o dos días», afirma.
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Tras el mostrador hay una puerta por la que Ángela, su hija, asoma la cabeza de vez en cuando. En ella hay una hoja de libreta pegada con celo que llama la atención de todo el que entra. 'Mami' es la palabra escrita con un morado chillón. El apoyo de su familia es evidente. «Natalia, mi hija mayor, y su padre han ido a comprar cosas que necesitamos», explica la dueña.
Ángela tiene 12 años y se ha convertido en la 'influencer' de la familia. Realiza videos mostrando los productos que se venden, mientras que Natalia, que tiene 16 años, gestiona las redes sociales. «Mi hija le puso nombre a la tienda», cuenta Sabrina. Cada vez que le preguntaban qué vendería su madre en el local, ella respondía: «Casi de todo». Y este nombre pasó a ser definitivo.
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Bajo el mostrador esconde una libreta negra. Está separada por secciones y en ella anota cada pedido junto al nombre de la persona que lo necesita. El teléfono irrumpe las conversaciones de la dueña con sus clientes, pero a veces los encargos le llegan por ahí. «Me envían papeles para imprimir o me encargan cualquier cosilla», explica.
Los precios son asequibles. Se debe a sus vecinos y abusar económicamente de ellos no entra en sus planes. El producto más caro cuesta 35 euros, uno de los motivos por el que sus clientes están «encantados». «La tienda ha tenido una acogida muy buena», añade. Si los clientes necesitan un producto nuevo, Sabrina lo trae y si necesitan que se lo lleven a casa, Sabrina lo lleva. «Hago todo lo que necesiten», reafirma.
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Es supersticiosa. «Para abrir un local hay que poner aceite, pan y sal y trae buena suerte», explica. Además, la Virgen de las Nieves cuelga en una de las paredes del establecimiento y una figura de San Pancracio descansa en una de las estanterías que quedan tras el mostrador junto a un jarrón con perejil. «Si tenemos clientes, le acercamos el perejil y si no, se lo alejamos», concluye.
Su mirada refleja la ilusión de un nuevo comienzo y los miedos que llegan con la incertidumbre. Este proyecto va viento en popa y seguirá así hasta que los vecinos se lo permitan. Tras el mostrador del pequeño Amazon de Dílar siempre se encontrará Sabrina y tras ella, San Pancracio que hoy, por suerte, se encuentra muy muy cerca del jarrón de perejil.
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