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Antonio Pérez trabaja sobre una pieza del siglo XVIII. Ramón L. Pérez
Oficios en peligro de extinción

El artesano de Granada que devuelve su esplendor a lámparas centenarias de toda España

Antonio Pérez cuenta con el único taller de Andalucía, junto con otro de Sevilla, que restaura piezas históricas a mano desde hace más de 30 años

Camilo Álvarez

Granada

Viernes, 1 de noviembre 2024

Antonio tenía escrita una hoja de ruta muy distinta a la que la vida le ha llevado en su Loja natal. Su carácter curioso le empujó a salirse del camino establecido. Su padre se dedicaba a las labores del campo y su madre era ama de casa. Pero en él había despertado una curiosidad por las antigüedades, quizá influencia por la impronta cultural que su abuelo había dejado en el pueblo.

Este era contratista y tenía material de derribo. En sus trabajos fue encontrando piezas de valor que su nieto iba observando desde la distancia, mientras se preguntaba por el origen y procedencia de las mismas. «Antiguamente, cuando se echaba abajo una casa, todo lo que servía se volvía a utilizar para otra vivienda. Aquí (en Loja), mi abuelo ha hecho obras importantes, como los cines, un seminario...», explica Antonio Pérez, restaurador con más de 30 años de experiencia desde su taller de Loja. Estas experiencias implantaron en él ese poso de interés por lo antiguo. Tanto que, con solo 20 años, puso en marcha su primer negocio de compra-venta de antigüedades.

Paralelamente, empezó a reformar piezas de gran valor histórico. Autodidacta, su formación se la ha dado su propia curiosidad, su capacidad de observación para el aprendizaje y la experiencia que sus manos han ido acumulando hasta los 53 años con los que cuenta hoy día.

Antonio, con su hijo Rafa y su mujer, Mº Carmen, todos ellos trabajadores del taller de restauración. R. L. P.

Ahora cuenta con dos espacios de trabajo diferenciados para cuidar al máximo el material que pasa por esas curtidas manos, sobre todo el delicado cristal de las lámparas de gran valor monetario e histórico, que necesitan de una higiene extrema para preservarlo. Así, en el taller de Riofrío maneja otros artículos de madera y materiales menos sensibles, además de contar con la sala de exposición y venta de antigüedades; en el taller de Loja, junto a su casa, trabaja con las lámparas.

Los nuevos clientes contactan con él a través de la página web, pero son muchos los usuarios que han ido conociendo su trabajo a lo largo de los años y siguen confiando en que le devolverá un objeto revitalizado. También cuenta con una red de proveedores que se alarga por todo el país y traspasa sus fronteras para llegar a países con tanta tradición en el campo de la restauración como Italia.

El equipo de trabajo de Samara Antigüedades no sale de casa. Su mujer, Mª Carmen Vega, es una especialista en la exhaustiva limpieza de las piezas a rehabilitar. Su hija Samara, de 28 años, que da nombre al negocio, y Rafa, el hijo menor (19 años), completan la plantilla de un taller de antigüedades que no tiene fecha de caducidad.

Sin prisas

Antonio explica que, sobre todo en lo que a restauración de lámparas se refiere, hay que afrontar el trabajo «con mucha calma». «No se trata de echar horas sin descansar porque es un trabajo muy minucioso que requiere de toda tu atención», así que va alternando su labor de reparación de otras piezas para no perder calidad en el proceso restaurativo.

«No se trata de echar horas sin descansar porque es un trabajo muy minucioso que requiere de toda tu atención»

Antonio Pérez

Restaurador

Señala que es capaz de identificar el origen de cada pieza solo por los engarces que presenta, ya que se trata de una técnica muy gráfica que aporta mucha más información de la que el común de los mortales puede apreciar. «Todos son diferentes. El de la Granja, cristal checo...». La experiencia de quien ha tenido entre sus manos miles de piezas de épocas y destinos por todo el mundo.

La familia Pérez no solo se dedica a reparar lo que está dañado por el paso del tiempo. También fabrica y sustituye aquellas piezas que presenten fracturas severas imposibles de arreglar. «Son réplicas tan exactas que no notas la diferencia», apunta el artesano lojeño.

Proceso de rehabilitación de una de las lámparas en el taller de Loja. R. L. P.

Samara Antigüedades representa una rareza en Andalucía. Solo dos talleres, este granadino del Poniente y uno de Sevilla, trabajan un tipo de material tan delicado que emplea técnicas centenarias. «Nosotros empezamos de cero. Ellos (el taller de Sevilla) llevan varias generaciones. Se dedican a restaurar, entre otras cosas, todos los tronos de Semana Santa». La relación entre ambos en fluida y se suministran componentes mutuamente.

La segunda generación

Sus hijos Rafa y Samara tienen claro que quieren seguir con este trabajo artesano, pese a que hoy en día las inquietudes profesionales de los jóvenes se alejan un mundo de esta labor artesanal y manual. Y eso que Rafa, el menor, con 19 años, estudia Informática. Sin embargo, compagina su formación con el trabajo en el taller familiar, en el que echa una mano desde que tenía 10 años. «Siendo un niño, desmontaba y montaba piezas con una tremenda facilidad», cuenta orgulloso su padre. «Me llamaba la atención el diseño y el reto de ser capaz de montar y desmontar una lámpara con precisión», replica el joven artesano.

Rafa explica que sus amigos, la gente joven que le rodea, muestra curiosidad por su pasión, por un oficio en peligro de extinción. «Realmente no saben bien lo que es», admite. Entiende que juega con la ventaja de que «no hay competencia en el mercado» y, por lo tanto, «no hay presión», más allá de la importancia de ofrecer un trabajo de calidad a los clientes. Asegura que este trabajo de restauración es «bastante ameno», por eso «nunca te cansas de él». Mientras termina su carrera de Informática, se plantea realizar una formación complementaria enfocada a la restauración para ampliar conocimientos que pueda aplicar en el negocio familiar que, antes o después, pasará a sus manos y las de su hermana.

Rafa, de 19 años, tiene claro que quiere seguir la tradición familiar de la restuaración. R. L. P.

Candiles romanos

A lo largo de los años, Antonio Pérez ha ido adaptando su trabajo a las necesidades del mercado y a su propia capacidad de adaptación. Antes, hace unos años, restauraba «cortijos buenos» por toda Andalucía, un trabajo que requería de mucho tiempo dedicado a un solo espacio y un esfuerzo físico que «mi columna ya no es capaz de soportar».

Actualmente, en el taller hay lámparas del siglo XVIII, del XIX o de principios del XX que están en pleno proceso de restauración. Muchas de ellas sin instalación eléctrica, que ahora en Samara Antigüedades deben añadir para que tenga una vida útil de vuelta a su hogar. Por el pequeño espacio de trabajo de Loja han pasado desde candiles de época romana hasta lámparas del Renacimiento que decoraban grandes salones de palacetes.

Antonio se congratula de que su labor tenga asegurada la continuidad, al menos, una generación más porque entiende este oficio como algo muy personal. No confía en nadie más que en sus manos y en las de su familia, formada a su vera y aleccionada para respetar el sensible material que pasa por el taller.

Con un servicio que abarca la restauración de lámparas, muebles antiguos, tapizados y, en general, cualquier tipo de antigüedad, Antonio no tiene miedo a su propio futuro profesional ni el de sus hijos porque trata con «obras de arte que cada vez se valoran más» y que le aseguran seguir manteniendo viva esta pasión por el trabajo más artesanal.

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