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El ahora detenido es conducido a un furgón por la Policía Nacional durante el juicio de 1986. G. MOLERO
El autor del incendio del Manuel de Falla de Granada en 1986, detenido por quemar contenedores

El autor del incendio del Manuel de Falla en 1986, detenido por quemar contenedores en Granada

Es la enésima vez que la Policía Local arresta al sospechoso, que pegó fuego al auditorio tras ser despedido de su puesto de acomodador y padece trastornos psiquiátricos

Carlos Morán

Granada

Martes, 21 de julio 2020, 01:11

José Luis P. tiene una relación enfermiza con el fuego. Hace 34 años, el 11 de agosto de 1986, convirtió en una gigantesca hoguera el Auditorio Manuel de Falla. El emblemático edificio quedó reducido a cenizas y los daños ascendieron a más de 500 millones de las antiguas pesetas –al cambio serían 3.000.000 euros–.

José Luis prendió la pira como venganza por haber sido despedido de su puesto de acomodador en el Manuel de Falla. Él mismo lo admitió. Además, y así lo dictaminó el tribunal de la Audiencia de Granada que lo juzgó y condenó en 1987, el procesado padecía severos trastornos mentales. De hecho, cumplió parte de su pena en el Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Foncalent, en Alicante,

Pero, tras quedar libre, volvió a las andadas. Y hoy en día, a sus 61 años, sus ánimos siguen encendidos. Este pasado 15 de julio, sin ir más lejos, la Policía Local de Granada lo detuvo por, presuntamente, haber quemado seis contenedores de basura en las siguientes calles de la capital: Pablo Picasso, Calderón de la Barca, Paseo de los Basilios, Paseo del Violón, Pedro Antonio de Alarcón y Pintor Zuloaga, todas ellas de la capital. Solo empleó una mañana en causar tanto estropicio. Cuando fue capturado, desprendía un fuerte olor a humo. Es el perfume que le acompaña desde que provocó la «catástrofe pública» que fue la destrucción del Manuel de Falla.

Han pasado tres décadas y su obsesiva fascinación por el fuego sigue encendida

En su última incursión, José Luis, siempre supuestamente, porque es la Justicia la que debe determinar su culpabilidad o su inocencia, trató de despistar a los patrulleros que lo seguían a golpe de pedal. Huyó en bicicleta, pero la escapada terminó pronto. Los policías le intervinieron un mechero de color verde. Ahora deberá responder de nuevo ante los jueces.

Pulsión pirómana

Pero es que antes de ese reciente arresto, José Luis ya había dado rienda suelta a su pulsión pirómana en varias ocasiones más. En 2018, por ejemplo, agentes de la guardia municipal lo identificaron como el responsable de la quema de seis contenedores entre las calles Poeta Manuel de Góngora y Fontiveros. Fue durante la tarde del 1 de enero.

Fuentes de la Policía Local dijeron a IDEAL que tienen constancia de que José Luis se ha visto involucrado en incidentes similares en varias ocasiones más. De hecho, también en 2018, pero en el mes mayo, un individuo, que también se movía en bicicleta, quemó en apenas cinco horas siete contenedores situados por toda la ciudad. Concretamente, en San Antón, Gran Capitán, Profesor Tierno Galván y el Camino de Ronda.

No obstante, fue en el inicio de su 'incombustible' y alarmante carrera de pirómano cuando echó el resto. El 11 de agosto de 1986 compró cinco litros de gasolina en la estación de servicio que aún sigue emplazada en el cogollo del populoso barrio del Zaidín. Metió en una maleta la lata llena de carburante y varias camisas viejas y comenzó a caminar hacia su objetivo: el Auditorio Manuel de Falla.

Antes de llegar a su destino, se paró a la altura del Cuartel de las Palmas y llamó desde una cabina de teléfonos –un elemento urbano ya extinguido– al inmueble que poco después iba a incendiar. Quería asegurarse de que no había nadie en su interior cuando las llamas comenzasen a devorarlo.

Como nadie respondió, continuó ascendiendo hasta el Manuel de Falla y, instantes más tarde, saltaba una verja y entraba a la sala de conciertos. Abrió el 'equipaje', empapó las camisas con el líquido inflamable y prendió la mecha. José Luis acababa de ingresar en la crónica negra –también en la historia– de la ciudad de Granada.

No tardó en caer. Fue detenido un par de semanas después. Tenía entonces 27 años y había trabajado como portero y acomodador en el auditorio entre septiembre de 1982 y octubre de 1985, encadenando contratos temporales hasta que fue despedido. El rencor que le produjo verse en la calle fue el móvil del atentado contra una de las joyas del patrimonio cultural de Granada.

Durante las sesiones del juicio, celebrado en 1987, los forenses certificaron que José Luis sufría trastornos mentales serios y tenía una edad mental de nueve años.

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