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Los barrenderos no miraron para otro lado. Vieron que el chaval estaba agrediendo a la niña y dieron la voz de alarma. Gracias a ese gesto, que tanto reclaman las instituciones para poner coto a la violencia contra las mujeres, el menor fue llevado ante ... la justicia y ahora ha sido condenado a un año de libertad vigilada, un tiempo durante el que estará sometido al estricto control de los educadores que dependen del juzgado. En este sentido, el fallo le impone, entre otras obligaciones, la de participar en un taller sobre violencia de género y, en el supuesto de que no cumpla con lo que ordena la resolución judicial, podría ser encerrado en un correccional, que es el castigo más severo al que puede enfrentarse un delincuente infantil o juvenil.
Aparte de la constatación de que la colaboración ciudadana es fundamental para atajar la lacra de los crímenes machistas, el caso también pone de manifiesto que este tipo de agresiones se producen cada vez a edades más tempranas. El chaval tenía solo 16 años, aunque la relación con la víctima, también menor, se inició cuando ambos eran unos niños.
Además, la adolescente estaba embarazada del procesado. El suceso que ahora han zanjado los tribunales ocurrió en el ferial de Almanjáyar durante las pasadas fiestas del Corpus. Al parecer, la pareja y sus familias eran feriantes que tenían una vida itinerante. El reloj marcaba el mediodía del 15 de junio e, inopinadamente, el chico atacó a la joven. Le dio un tirón de pelo al tiempo que la agarraba del cuello. Ella gritaba que la dejase en paz.
La bronca puso sobre aviso a varios barrenderos que en esos momentos procedían a la limpieza del recinto festivo. Los trabajadores no se pusieron de perfil y se acercaron para ver qué pasaba.
Al sentirse observado, el acusado empujó a la víctima hacia la zona en la que estaban estacionadas las caravanas. Presumiblemente, su objetivo era ocultarse tras los remolques y proseguir con la agresión sin testigos. Ese movimiento, transformó la preocupación de los operarios en pura alarma. Temían por la vida de la niña. Así que avisaron de inmediato a la Policía. Poco después, una patrulla detenía al adolescente y lo puso a disposición de la Fiscalía Provincial de Menores, que le atribuyó la comisión de un delito de violencia de género y otro de lesiones.
Antes de que empezase el juicio, el encausado aceptó los cargos y no fue necesario celebrar la vista oral. El joven admitió «una agresión continua en todas sus modalidades, físicas, psíquicas y controladoras», una conducta que causó pavor a su pareja.
Así las cosas, el juzgado le ha impuesto una medida de doce meses de libertad vigilada con unos contenidos que apoyen la «actividad formativa y laboral del menor», además de la asistencia a un taller de violencia de género.
La sentencia es firme –esto es, que no puede ser recurrida ante ninguna instancia judicial superior–, ya que fue el fruto de la conformidad entre las partes en litigio.
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