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Francisco muestra a IDEAL sus utensilios de trabajo. Pepe Marín

El barbero rockero del Zaidín

Personajes de barrio ·

Francisco Antonio Herrera, también conocido como el 'Llongueras' de Granada o el 'revoluciones' por su nervio con las tijeras, es un prestidigitador de la navaja y no se corta un pelo a la hora de pedir a los nuevos peluqueros que no recorten tanto los precios

Yenalia Huertas

Granada

Domingo, 16 de febrero 2020, 02:00

Francisco Antonio Herrera (Granada, 1956) es un laureado barbero que tiene su negocio desde 1992 en la calle Ebro del Zaidín, en la capital granadina. Aunque sea uno de «los 500 peluqueros» que calcula que puede haber operativos en su populoso barrio, él no es uno más: es un auténtico prestidigitador de la navaja con espíritu rockero, melena a lo Camarón y bigote de Dalí.

Su negocio tampoco es una peluquería cualquiera. Y no por el atípico color anaranjado de sus paredes, sino porque en ella tiene su historia colgada de las paredes. Entrevistas del pasado, diplomas y reconocimientos por su maestría, fotos propias para el recuerdo y algunas de modelos con peinados ochenteros.

En su expositor, descansan varios trofeos. «Unos son de más categoría y otros de menos, pero me siento satisfecho con todos, desde el primero hasta el último», indica. Conserva con especial cariño el que obtuvo en un campeonato que ganó en Castellón de la Plana. «Me quedé el primero», presume.

Francisco es capaz de abrir y cerrar sus tijeras dos veces antes de que a usted le dé tiempo a parpadear, y maneja la cuchilla y los peines con la misma destreza con la que un mago se saca un as inesperado de la manga.

-Me va a durar dos meses el pelado, comenta Alberto Eugenio, un vecino del barrio que regenta una cristalería en la misma calle y que dejó de ser cliente desde que su mujer se hizo peluquera. Alberto, que se ha prestado como maniquí para que el barbero rockero dé rienda suelta a su habilidad ante el objetivo de IDEAL, se va bien pelado y da fe de su fama en el barrio: «Es un profesional, lleva muchos años».

Alberto, vecino del barrio, durante su corte. Pepe Marín

Francisco recibe a los informadores vestido de negro y con una llamativa corbata de color rojo intenso. Lo primero que dice es que las cabezas le hablan y, como si leyera también el pensamiento, adivina dónde se ha pelado la última vez el fotógrafo de este reportaje, Pepe Marín.

-Sí, efectivamente, ha sido Lisardo, de Tendencias, asiente el fotoperiodista. La redactora y él se miran impresionados.

A Herrera le gusta su profesión; no se dedicaría a otra cosa. Tres de sus cuatro hijos siguieron su estela en el oficio, aunque desgraciadamente uno falleció demasiado joven. De él también tiene un recorte de prensa en la pared que exhibe con una mezcla de nostalgia y orgullo. Sus otros dos vástagos peluqueros son Almudena y Francis Herrera, que desempeñan su profesión también en la capital, en San Jerónimo.

«La tijera es la madre de la peluquería». Es una de las frases lapidarias que suelta durante el encuentro con IDEAL este peculiar barbero, que al hablar de su vida recuerda su origen acatucitano. Sí, creció en un cortijo de Iznalloz. Probablemente de ahí le viene el gusto por el campo: es un experto en setas y enumera las especies que conoce en latín como el que recita la tabla del uno. «Me encanta la micología», reconoce. Las coge «las noches de niebla y mucha templanza». También le agradan los huertos (tiene de hecho uno en un barranco de Montillana) y la cacería.

A la vez que enseña su local recorre su vida para este diario. Empezó a dar los primeros pasos en su oficio como oficial de una peluquería que había junto a café-bar Stop, allí mismo, en el Zaidín. Luego siguió como oficial en otro negocio en la plaza de Derecho. Ahí estuvo «once años, un mes, 24 días, cuatro horas y diez minutos». Se marchó un 24 de marzo y abrió su propia barbería en menos de un mes. Este 22 de abril hará 28 años despejando frentes, perfilando barbas y arreglando flequillos.

«Yo me considero uno más», expresa humilde Francisco, a quien le llaman 'el Llongueras de Granada' o 'el revoluciones' por su nervio con las tijeras. «No hay mejor ni peor peluquero«, sentencia este estilista, que tiene quince navajas, una decena de peines, media docena de tijeras, suavizador y varias reglas de oro, como la de 'cuchilla usada, cuchilla tirada'. De su establecimiento, asegura, nunca ha salido nadie insatisfecho.

Herrera no se corta un pelo a la hora de pedir a las nuevas generaciones de peluqueros que no jueguen con los honorarios. El trabajo de un profesional no se puede regalar, hay que pagarlo. Y un pelado a cinco euros es, a su juicio, un precio demasiado bajo. «Yo tendría que estar cobrando doce euros y cobro diez», advierte. Hay demasiada competencia.

A este particular granadino, que adora a los Beatles, el estilo de Elvis Presley, la voz de Miguel Ríos y la música de Lagartija Nick, la palabra personaje le viene que ni pintada. Admite que él es uno de los de su barrio, donde se celebra precisamente uno de los festivales de rock más importantes del país, una cita a la que procura no faltar.

Francisco, que piensa jubilarse en septiembre del año próximo, abre por la mañana de 09.00 a 14.00 horas, y por la tarde de 16.30 a 20.30 horas. El número diario de clientes es oscilante: hay jornadas en los que atiende a media docena y otros que llega a la veintena. Casi todos acuden con cita previa.

De repente un conocido suyo abre con cierta timidez la puerta de la barbería.

-«Has llegado tarde. Te hubiera pelado gratis para que lo vieran estos señores del periódico, que me están haciendo una entrevista», le reprocha el estilista. El hombre se marcha sonriente y sin decir ni 'mú'. No quiere estropear el momento.

El color de pelo preferido de Francisco es el pelirrojo y lo que más le gusta trabajar son las barbas. «Toda la vida se han llevado y se van a seguir llevando; más largas o más cortas, hay miles de diseños de barbas». Lo que menos le agrada es rapar cabezas, pero entiende que sobre gustos no hay nada escrito. Bueno, ahora ya, Francisco, el suyo sí lo está por escrito. Zaidineros, pongan sus barbas a remojar.

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