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Hasta sin Leonardo DiCaprio, Kate Winslet y la música de Celine Dion, los naufragios llevan siglos espoleando la imaginación humana. Y en los últimos tiempos, también unas búsquedas del tesoro en el fondo del mar que combaten su propia anacronía con métodos tecnológicos. Alguna ... ha llegado a provocar conflictos diplomáticos, como ocurrió con el botín que descubrió la empresa Odyssey frente a las costas de Portugal y que resultó ser de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804; un hecho que provocó un litigio entre el Estado y la compañía que duró un lustro. Aunque con menos mística histórica, en las costas granadinas también se han hundido barcos. Es posible que de muchos de los más antiguos, cuando Almuñécar era todavía una península entre los ríos Verde y Seco y el Peñón de Salobreña una isla, jamás sepamos nada. Otros, sin embargo, tienen nombres, apellidos e historias cuyos ecos siguen resonando desde el fondo del océano.
Al menos cinco buques se han hundido o han tenido que ser rescatados frente a las costas de Granada desde el siglo XVI. A la mayor parte de ellos es posible llegar rastreando la información disponible en Wrecksite.eu, un proyecto que llevan a cabo aficionados de todo el mundo para tratar de documentar todos los naufragios de la historia con datos obtenidos de multitud de fuentes, entre ellos la Armada española. En la actualidad, el sitio web cuenta con más de 192.000 incidentes y más de 2.300 cartas de navegación.
En esta base de datos figuran cuatro hundimientos en los aledaños de la Costa, que sin embargo excluyen quizá uno de los episodios más famosos de la historia naval granadina. Para conocer sus detalles hay que remontarse hasta el siglo XVI. Concretamente, hasta el 19 de octubre de 1562, cuando se produjo el conocido como Desastre de La Herradura, uno de los sucesos más graves registrados nunca en la historia de la Armada.
Aquel día, y bajo el comando de Juan de Mendoza y Luna, que en ese momento administraba las provincias españolas en América a las órdenes de Felipe II, 25 galeras de guerra se hundieron a causa de un fuerte temporal. La flota estaba encargada de realizar tareas de aprovisionamiento e inspección con el objetivo de limpiar las costas españolas de barcos piratas en la zona entre el levante de la península y las tierras italianas en manos de la monarquía. El día anterior, temiendo una fuerte borrasca, 28 galeras habían salido del puerto de Málaga tras haber llegado allí desde Cerdeña para refugiarse entre el Cerro Gordo y la Punta de la Mona. No llegaron a tiempo. 25 de ellas se hundieron. La cifra exacta de fallecidos no se conoce, pero los historiadores, basándose en fuentes de la época y estimaciones posteriores, calculan que unas 5.000 personas perdieron la vida aquel día entre soldados, remeros, marinos y otros tripulantes. Un estudio sobre el suceso asegura que «en medio de un paisaje dantesco, los vecinos de Almuñécar ayudaron a los algo más de 2.000 supervivientes de la tragedia, y se encargaron de las tareas de enterramiento de los cuerpos que el mar fue arrojando durante los días posteriores –incluso meses– por toda la costa granadina».
Este episodio sirve de ambientación a la novela 'Luna de octubre', del periodista granadino Andrés Cárdenas.
El siguiente desastre naval que aparece en los registros es el caso del Santa Bárbara, documentado por el teniente de navío Cesáreo Fernández Duro en su libro 'Naufragios de la Armada Española', publicado en Madrid en el año 1867. Los hechos se remontan a 1790, más de doscientos años después del suceso de La Herradura. En ese tiempo, la Armada española prácticamente ha dejado de usar la galera, el tipo de barco que había embarrancado entonces. Una de las que quedaban en activo era precisamente la Santa Bárbara, «que montaba un cañón de a 24, dos de a 12 y varios pedreros», según describe Fernández Duro; los números hacen referencia al tamaño y peso de los proyectiles que lanzaban, de 11,7 kilos cada uno en el caso de los de 24 libras y 5,43 kilos en los de 12, y que fueron habituales hasta bien entrado el siglo XIX.
Continúa el autor su descripción del suceso: «Mandándola el capitán de fragata don Francisco Vázquez Mondragón intentó tomar el abrigo de Calahonda, forzado por un Levante duro, el 20 de agosto, y habiéndole fallado ambas anclas, dio al través en la playa, donde se hizo pedazos». Así terminó la vida de esta galera, que necesitó la ayuda de otra, la San Antonio, y voluntarios en tierra para rescatar a la tripulación. La buena noticia es que tanto ellos como «los forzados», los trabajadores no libres que llevaban el barco, lograron salvarse. Incluso se rescataron la mayor parte de las pertenencias que iban a bordo.
Según cuenta Cesáreo Fernández, por este hecho se convocó consejo de guerra contra el comandante Vázquez Mondragón, pero resultó absuelto.
Casi un siglo después, en 1860, el navío francés SV Anna, que se había construido apenas cuatro años antes, con sus tres mástiles y 520 toneladas de carga, se hundía frente a las costas de Torrenueva, según se recoge en la obra 'Marseille &Marine en bois' , del galo Henri Picard. Las causas no se detallan con exactitud en la base de datos, más allá de que la propiedad del buque era de Louis Théodore Victor Régis, un banquero e industrial marsellés. El Times de Londres del 23 de enero de 1860 recoge el hundimiento delAnna, que cargaba carbón del Gobierno francés en dirección a la Isla de Gorea, parte de sus pertenencias coloniales, en la actualSenegal. El periódico inglés recoge la muerte de dos miembros de la tripulación, aunque otras fuentes apuntan hasta a cuatro fallecimientos.
Ya en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, y pese a haberse mantenido neutral durante la contienda, un buque petrolero español, propiedad de Campsa, entonces compañía propiedad del Estado, fue hundido por un submarino nazi el 13 de diciembre de 1941.
Aquel día, mientras el barco, llamado Badalona MV, navegaba en lastre desde Valencia hasta Aruba, una isla en las Antillas, se produjo su detención frente a la ciudad de Motril por parte de uno de los infames sumergibles U-Boot alemanes; en concreto, el U-453. Tras ser interceptado, los alemanes dieron a la tripulación del Badalona diez minutos para abandonarlo y comunicaron su intención de hundirlo. Eso fue lo que hicieron: una serie de torpedos se dirigió contra el navío, que no resistió el ataque y se fue al fondo del mar. Tres víctimas murieron durante el asalto.
El caso más reciente se registró hace prácticamente medio siglo, el 11 de junio de 1975, apenas cinco meses antes de la muerte del dictador Franco. El buque que sufrió el incidente se llamaba Arando Chico, un remolcador construido para el puerto de Motril por la empresa Remolques Marítimos de San Sebastián que se había estrenado dos años antes, en septiembre de 1973, como recogen las informaciones de la época que publicó IDEAL. «Por su reducido tamaño y enorme capacidad, los motrileños lo llaman 'la hormiga atómica'».
«Se hunde un remolcador al chocar contra un mercante», fue el titular de portada del 11 de junio de 1975. El Arando Chico, comandado por Manuel Ruiz Antequera, escoltaba al buque Cemen-Mar-Dos cuando chocó con él. El barco se fue a pique en apenas unos minutos. Toda la tripulación consiguió salir viva del episodio.
Como 'la hormiga atómica' se había hundido en la propia dársena, se iniciaron los trabajos para recuperarlo, que se prolongaron hasta el 22 de julio del mismo año, más de un mes después. «A flote el Arando Chico», proclamaba triunfal el IDEAL de ese día. El corresponsal allí de la época, José Martín González, se tomaba con cierta sorna las peripecias del remolcador donostiarra, que ya conocía «los fondos del puerto en que sirve». «Todavía necesita una ligera recuperación para entrar en servicio activo, porque su poderoso motor se reintegra lentamente al seno de sus entrañas. Pero él está contento y se ha vestido de banderas galanas para hacerse presente en el mundo dando una nota alegre de fresca vida a su alrededor», concluía la crónica.
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