Hay cosas que uno cree que nunca van a cambiar y personas que piensa que siempre van a estar. Un bar es mucho, no por el bar, si no por las personas. Anoche en La Chana a muchos vecinos se les encogió el corazón al saber que el del Paco del Rialca se había parado para siempre. Se ha marchado pronto, muy pronto. Y deja un hueco inmenso en sus dos familias, en la de verdad, sus hijos, sus hermanas, sus sobrinos... y en la que tenía al otro lado de la barra. La nuestra. La de su barrio que lo quería, que lo quiere y que hoy lo llora.
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El Rialca es el bar de toda la vida de muchos. Y el bar al que muchos hemos vuelto ya mayores a llevar a nuestros amigos que no eran del barrio. Allí estaba siempre Paco, que nos conocía a todos y tenía siempre un rato para dedicarle a cada uno una charla. ¡Cuántas historias habrá escuchado detrás de esa barra!
En ese bar de familia, todos nos sentíamos familia. Y en ese bar que hace esquina y que casi no ha cambiado nada, el Paco, que aunque sea incorrecto le poníamos el artículo delante, el Paco que nunca fue muy alto se hacía gigante. Era capaz de recordar si eras más de carne o de pescado, de haberte servido la bebida solo con verte entrar por la puerta y de hacerte la cuenta de memoria.
Los vecinos querían a Paco sobre todo porque era buena persona. Y eso se ve y se siente. Y en ese bar se acabaron juntando los universitarios de Bellas Artes con los jubilados de toda la vida y los hijos de los jubilados que también eran ya padres. La casa de todos
Lo estoy viendo en la puerta, con el cigarro el mano y saludándome al pasar. Saludándonos a todos. Recordando nuestros nombres o los nombres que él nos puso. El Paco a mí y a mis hermanos, de entre 30 y 50 años, al entrar por la puerta siempre nos decía ahí están los niños del Chato, que es mi padre, y a mi madre siempre la llamaba señora. Lo va a echar de menos mi padre al Paco, en la esquina de la barra de metal, charlando de la vida. Lo va a echar de menos él y todos. Qué pellizco tan grande tiene hoy tu barrio, Paco. Qué raro va a ser no verte detrás de esa barra a la que ya ibas menos porque te tocaba cuidarte. Dejas un hueco enorme, pero ojalá a ti y a los tuyos os llegue todo el cariño. Tu familia de detrás de la barra brinda hoy por ti. Y te recordará siempre. Buen viaje.
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