![Un búlgaro viaja a Granada para ser juzgado y se esfuma al saber que le pedían siete años de cárcel](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2025/02/10/Audiencia.jpg)
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Hola y adiós. Fue visto y no visto. Llegó, escuchó que le pedían siete años de presidio y se esfumó. El acusado, de nacionalidad búlgara, entró ayer por la mañana en la Audiencia de Granada, pero unos minutos más tarde salía de la Real Chancillería con paso rápido y, presumiblemente, cara de susto. Fue una espantada en toda regla.
El hombre, que estaba en libertad con cargos, había viajado desde su país natal para someterse a un juicio por una presunta falsificación de tarjetas bancarias que ocurrió en 2010 y que afectó a sucursales ubicadas en la capital y varias localidades del cinturón metropolitano. Dado el tiempo transcurrido desde que sucedieron los hechos, la friolera de tres lustros, el procesado albergaba, probablemente, la esperanza de que el asunto ya habría prescrito o que, en el peor de los casos, tendría que enfrentarse a una pena menor. Pecó de optimista. Antes de sentarse en el banquillo, demandó información y se quedó helado: la fiscalía reclamaba para él una condena de siete años de cárcel. Y se marchó. Dijo que salía de la Audiencia para hacer una llamada y nada más se supo de él, según indicaron a IDEAL fuentes judiciales.
Mientras el encausado se perdía por las bulliciosas calles del centro histórico de Granada, la vista quedó suspendida y el tribunal dictó una orden de busca y captura. Si lo atrapan, acabará entre rejas y quizá pueda celebrarse por fin el juicio.
En este sentido, los medios consultados indicaron que la tramitación de las requisitorias judiciales de carácter internacional suelen demorarse bastante y, de ahí, que quince años después no haya sido posible finiquitar el procedimiento.
El ciudadano búlgaro está acusado de apoderarse, junto a dos compatriotas, de más de 29.000 euros de ahorradores de la capital granadina y otros municipios del área metropolitana, caso de Churriana de la Vega o Armilla. Para ello, colocaron en las máquinas expendedoras de billetes aparatos que hacían duplicados de las tarjetas que introducían los usuarios. El dinero defraudado fue extraído después en cajeros automáticos situados en ciudades de países como Sudáfrica o Canadá.
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