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Marcos, Luis, Toni y Gonzalo, buscadores de oro en el río Genil, junto al Paseo de la Fuente de la Bicha. ALFREDO AGUILAR

En busca del oro de Granada

Luis Jurado es pintor de coches en Santa Fe, pero los fines de semana se convierte en Aureano, capitán de un grupo de buscadores de oro

Lunes, 11 de septiembre 2023, 00:20

Los cuatro amigos sueltan los bártulos en el sendero del Genil y se quitan las zapatillas. «Está fría», dice Luis, tras meter la punta del pie en el agua. «Este es buen sitio», afirma Gonzalo, señalando una pequeña cascada en sombra. Marcos prepara los vadeadores y todos se visten a la vez. Así, con el peto de pesca, parecen un equipo deportivo o la tripulación de un barco pirata. Toni clava la pala y saca el primer montón de tierra del río. Unos minutos después, encuentran una enorme piedra metálica que hace que crucen sus miradas. Desde el paseo de la Fuente de la Bicha, a diez metros escasos, les gritan «¿sale algo?». Luis, sonriente, responde: «A ver si hay suerte. Pinta bien».

Luis Jurado tiene 32 años, es pintor de coches en un taller de Santa Fe y vive en La Zubia. Pero desde que se convirtió en buscador de oro todo el mundo le conoce como Aureano. «Me puse el nombre en honor a los aureanos, pobres de Granada que buscaban oro y lo vendían en las joyerías porque no tenían para comer». Hace casi cinco años, Luis vio un documental titulado 'El oro del Darro'. «Cuando descubrí que había oro aquí, me entró la fiebre –ríe a carcajadas–. Compré los cacharros, llamé a los colegas y los envenené. Hoy es nuestro hobby».

Luis deja caer sobre su mano parte del oro que han encontrado en los últimos años. A. AGUILAR

Cada domingo, Aureano y su tripulación navegan por el Genil en busca de oro. Y no va mal la cosa. «Mira –dice, conforme extrae de la mochila una pequeña probeta tapada con un corcho–. Este es el oro del Genil. Cinco gramos y medio de oro puro de 24 quilates». El polvito amarillo luce al sol, una cantidad que se perdería con un soplido si la pusiéramos en la palma de la mano. Ahora mismo, un gramo de oro cotiza a 50 euros. «Esto es puro hobby, no sirve para quitarte de trabajar», asegura. Al mover la probeta, llama la atención una pequeña pieza con forma de caracol. «¿La ves? Es un trenzado romano que formaba parte de una joya súper antigua». En la bolsa del botín también llevan granates encontrados en el mismo río, «piedras semipreciosas en bruto que los joyeros puede pulir y engarzar en los anillos».

El runrún del río, constante e hipnótico, es tan refrescante como el agua. «Traemos bocadillos y echamos un día de campo total». Hay pocos buscadores de oro en Granada, y menos aún que, además, sean youtubers. «Abrí el canal porque me parecía tan interesante que lo quería compartir. Estamos muy motivados, de hecho hoy estamos grabando uno». Entre las ramas de un árbol hay una cámara Gopro enfocando al río. «Muchos nos escriben y les invitamos a venir. No somos tacaños para eso, que vengan y les enseñamos».

El sitio de hoy, a mitad del Paseo de la Fuente de la Bicha, es nuevo. «Solemos ir más arriba, pero anoche, mirando el mapa, nos pareció interesante esta zona». Y, pese a que son siglos buscando oro en el Darro y en el Genil, el tesoro no se agota. «Si sigue habiendo oro es porque tiene que haber una gran veta soltando… Ya sabes lo que dice la leyenda, que debajo de la Alhambra hay una veta gigante, el oro de los nazaríes». ¿Alguna vez os vais con las manos vacías? «Alguna vez, pero es raro…».

Desde el paseo, dos señoras se apoyan en la baranda para observar a los buscadores. «Suele pasar, llamamos la atención y la gente nos pregunta. Es muy divertido».

Priego de Córdoba

A trabajar. A. AGUILAR
Imagen principal - A trabajar.
Imagen secundaria 1 - A trabajar.
Imagen secundaria 2 - A trabajar.

La banda de Aureano se formó en Priego de Córdoba, su pueblo natal. De allí viene Toni Expósito, dependiente de una tienda, al que le llaman 'Maestro pala'. «Lo mío es pegar palazos, todos los que pueda mejor, para encontrar un buen sitio donde pueda haber oro». El oro es un metal muy pesado, así que, de haber, tiende a quedarse en depósitos que se forman cerca de pequeñas cascadas, en las zonas de curvas y en los remansos de los ríos donde no haya mucha corriente. «Lo primero es hacer un agujero de unos 50 centímetros. Sacamos tierra en un cubo para eliminar las piedras más grandes y luego lo pasamos por la rampa, que separa los materiales pesados del río, entre los que está el oro».

Gonzalo García, relojero sevillano, les preguntó un día cómo era eso de buscar oro. «Luis me regaló un juego de mesa para buscar oro en casa. Lo probé y me pareció gracioso. Así que me dije, venga, vamos al río a ver qué tal. Y ya llevo un par de añitos con ellos». García aprende de sus amigos pero también de libros y de Internet. «En España hay una afición muy grande, sobre todo en el norte. Este verano vamos a visitar a Manu, una leyenda en Asturias que, incluso, puede vivir del oro. Se mete en territorios recónditos y puede sacar 5 gramos al día».

El equipo. A. A.

Unos metros más abajo, Marcos García, carpintero y artista, viene con ellos pero por su cuenta. «Yo lo hago todo, con el material que me he construido yo mismo», explica. García se empezó a interesar por el oro en el colegio, cuando en clase le explicaron los minerales. «Hace seis años empecé a buscar oro por ahí, pero no encontraba mucho. Entonces me enteré que ellos buscaban oro y eran de mi pueblo, así que fui en su busca y ya vamos siempre juntos».

Momento en el que encuentra la chapilla de oro.
Imagen principal - Momento en el que encuentra la chapilla de oro.
Imagen secundaria 1 - Momento en el que encuentra la chapilla de oro.
Imagen secundaria 2 - Momento en el que encuentra la chapilla de oro.

¿Encontraréis algo hoy? «¿Te has fijado en la piedra maciza de hierro que hemos encontrado antes? A esas piedras las llamamos chivatas. Si encuentras una, es un indicativo buenísimo de que ahí puede haber parado el oro».

Con los cubos llenos, Luis saca pequeños montones de tierra y los espolvorea sobre la rampa con mucho mimo, como si fuera el azúcar de la tarta. Este proceso puede durar horas, pero hoy, cuestión de suerte, se resuelve en unos minutos. «¡Mirad! –Luis señala con el índice un punto brillante, en mitad de la tabla–. ¡Una auténtica chapilla del Genil!». Gonzalo, a su lado, se acerca sorprendido. «¡Que hay más! Mira, ahí. Y ahí. ¡Y ahí también!». Efectivamente, los destellos aparecen como estrellas al anochecer.

Sí, hay oro.

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