La asociación atiende a cien personas al día y reparte alimentos a un centenar de familias granadinas. Además, en sus veintisiete guarderías en Kenia se ocupan de la educación de dos mil pequeños
Ana Sánchez se emocionó al recoger el premio IDEAL para la oenegé que fundó, 'Calor y Café'. Se le quebró la voz de emoción al recordar a sus voluntarios, a la gente a la que ayudan, todas las vidas que su asociación ha ayudado a rescatar tanto en Granada como en Kenia. Se le quebró la voz al subir el escenario del auditorio del Parque de las Ciencias y hablar ante decenas de autoridades, pero no le tiembla cada día, cuando atiende a decenas de personas que la esperan antes de que llegue cada tarde para abrir la sede de su asociación. Gente que llega cansada, con frío y con hambre, y a las que tratan con diligencia y amor tanto ella como los trabajadores y voluntarios de 'Calor y Café'.
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Ana saludó a los asistentes con un «hola corazones» y abrió el suyo para contar cómo una enfermedad terminal –que no lo fue– la devolvió a la vida. Recordó la mirada de un hombre, que vivía en la calle, hace ya tres décadas, que la empujó a fundar la asociación que nació «en una casa abandonada, llevando la comida cada día». De ahí pasaron a una sede de 42 metros cuadrados. en la que estuvieron 25 años, «fue un tiempo precioso, empezamos a dar vida a esta maravillosa familia que es Calor y Café». Pero atender a cien personas en ese espacio era imposible. Pidieron un solar al Ayuntamiento para construir un albergue, pero cada vez que se publicaba había protestas y no podía ser. «Pero Granada sigue necesitando un albergue», reivindicó Sánchez en los Ideales. Decidieron alquilar un local en calle El Guerra y allí siguen sirviendo desayunos y meriendas, con su servicio de lavandería y de ropero, y echando uyna mano «en todo lo que lo necesitan» a personas con problemas de salud mental, adicciones, o que no llegan a final de mes.
Calor y Café trabaja también en Kenia, donde tienen 27 guarderías, «siete de ellas nuevas y otras debajo de un árbol, pero construiremos veinte nuevas». Allí atienden a dos mil niños muchos de los cuales tienen que andar entre 10 y 12 kilómetros para ir a clase cada día. Pero todos ellos comen un plato caliente a diario en sus escuelas
Ana Sánchez recordó que abrieron la asociación «para ver qué pasaba a través del amor. Y cada día es diferente. Cada día surgen milagros en Calor y Café».
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