![Casinos y juego en la historia de Granada](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201909/21/media/cortadas/postal_1909-k2sF-U90180487778I6G-984x608@Ideal.jpg)
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La red hotelera de esta ciudad no estaba a la altura de sus grandes atractivos turísticos. El Real Hotel Washington Irving, el Suizo, el Gran Hotel Victoria… el proyecto que vislumbró el duque de San Pedro de Galatino los superaría a todos ellos. Imponente, dominando el bello balcón de la Antequeruela, en el Alhambra Palace un chef francés justificaba los altos precios de su almuerzo, pasaba por ser el hotel más caro de España (la suite que en su día ocupó la Reina costaba 30 pesetas por día), tenía ascensores, calefacción central «a vapor», ventiladores en todas las habitaciones… y también un teatro, un cine y un casino.
El rey Alfonso XIII inauguró, el 1 de enero de 1910, Hotel Casino Alhambra Palace.«El juego era el gran negocio del Duque, de hecho, era su principal fuente de ingresos», explica Ignacio Durán, director de ventas y marketing del Hotel Alhambra Palace. Por eso, «cuando en 1923 Primo de Rivera prohíbe el juego y se tiene que cerrar el casino, el Duque, hombre de carácter, declara al General persona non grata». El gesto no resolvió el problema. El empresario mantuvo el hotel hasta principios de los años 30, fecha en la que se llega a un acuerdo de alquiler con la Cadena Husa que lo gestionará durante casi 50 años. Aún se conserva la ruleta de aquellos años dorados y, cuando en 1977 el gobierno de Suárez legalizó el juego, el hotel solicitó al Gobierno Civil el correspondiente permiso para instalar de nuevo un casino, una idea que finalmente no fraguó.
En 1920 Julio Quesada, que se había fijado en las inmensas posibilidades de Sierra Nevada para sus proyectos empresariales y turísticos, inauguró un hotel «disparatado para el lugar y la época», apunta Manuel Titos en el libro «Historia del Hotel Alhambra Palace». El 'Hotel Sierra Nevada' también contaba con un casino y, no es mucho imaginar, que los clientes de la más alta sociedad que frecuentaban el Palace, anhelantes de las emociones que el juego causa y con mucho dinero que gastar, se trasladaran en el tranvía hasta el Collado de San Juan para, en la intimidad que aquel alejado rincón proporcionaba, poder seguir apostando aún cuando el juego ya era considerado una actividad ilegal.
La céntrica Acera granadina nos trae a la memoria otro importante casino de la ciudad. Pero antes de hablar de él, hay que aclarar términos. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX los casinos no eran establecimientos destinados en exclusiva al juego. Quizás en su origen si constituía una actividad de ingresos fundamental para mantener sus instalaciones y actividades, pero, en general, los casinos eran más bien clubes sociales, círculos, como también se les llamaba, donde las clases medias y altas se reunían para charlar y organizar exposiciones, conferencias, bailes, lecturas y fiestas. Por supuesto, también se jugaba, aunque en sus estatutos se especificaba que siempre serían juegos permitidos por la ley. En torno a las cartas, al dominó, el billar o el ajedrez se forjó el concepto de casino que conocemos en la actualidad. Cuando en 1887 se aprobó la ley de asociaciones, Andalucía era la región española que más casinos tenía, había registrados nada menos que 422 sociedades de este tipo.Gregorio Núñez y Luis González en el estudio 'Hostelería y Ocio en la provincia de Granada', apuntan que había 41 en la provincia en 1931.
En el centro neurálgico de la capital, el Casino Principal era el escenario privilegiado de la vida social de Granada. En 1921, un artículo de Abc, habla de sus 500 socios, «entre lo más escogido de la buena sociedad. Su casa, en el mejor sitio de Granada, sus salones, decorados con gusto derrochador, que satisfaría al más exigente, y de sus múltiples dependencias llenas de confort, donde nada falta desde el salón de esgrima al de recreo; desde el salón de aseo (peluquería y barbería), hasta cuarto de baño».
José Acosta Medina, en su libro «La Granada de Ayer» lo recuerda como un edificio viejo y destartalado sin prestancia alguna, que la sociedad tenía arrendado a Eduardo Moreno Agrela, que fue diputado a Cortes por el partido conservador y, que si bien la parte posterior sonrojaba a alguna visita femenina (la Manigua no se derribó hasta el año 1940), en la fachada principal los balcones de las dos plantas ostentaban un signo de riqueza en aquella época: los toldos que podían subir y bajarse con una manivela.
Pero, indica Acosta, lo más destacado del edificio era la planta baja, con amplios ventanales a derecha e izquierda de su puerta principal que se daban a dos saloncitos. El de la derecha se conocía como el Senado, «porque en él se congregaba los que ya habían logrado la licencia absoluta». El salón de la izquierda se conocía como el Congreso, era un salón blanco y juvenil donde se organizaba una fiesta cada vez que «el ayuntamiento libraba las nómicas cada siete u ocho meses». Recuerda Acosta que cuando el Congreso 'gozaba' de los suyo era en verano. La panza del Embovedado obligaba a montar una tarima para salvar la pendiente. Allí, y frente al edificio del Casino, se instalaban unos sillones de mimbre. «Entre el casino y a tarima pasaban las chicas custodiadas por sus carabinas o sus madres, que indicaban discretamente a qué 'casinista' había que saludar con más afecto» y cual no merecía sus favores.
Empleados de frac y chaleco verde con franjas blancas atendían a los socios por una cuota que, cuenta Acosta, no superaba las 5 pesetas, aunque el benevolente conserje permitía ir acumulando recibos muchos de los cuales quedaron liquidados cuando lo quemaron durante la sanjurjada de 1932. En su solar se levantaría años más tarde el Teatro Isabel la Católica y hoy también acoge la sede de otra importante sociedad granadina, el Centro Artístico.
En 1977, el juego dejó de ser ilegal. El Alhambra Palace y el hotel SolyNieve de Sierra Nevada fueron los primeros en solicitar la instalación un casino, pero, sin duda, los grandes beneficiados por aquella legalización fueron los bingos.
El Gobierno Civil registró hasta trescientas instancias para abrir salas de bingos. El hotel Meliá Granada y la Hermandad Ferroviaria fueron las primeras salas autorizadas en la capital granadina pero fueron muchas las asociaciones, hermandades o clubs que quisieron sanear sus maltrechas economías con estas apuestas. El Granada CF, por ejemplo, que arrastraba un déficit superior a los setenta millones de pesetas, abrió un bingo en la plaza del Campillo. El Real Aeroclub, aprovechó la nueva ley para instalar, en su remodelada sede de la calle San Antón, una sala binguera que contaba con un modernísimo circuito cerrado de televisión para seguir los números que cantaba una azafata. El hotel Carmen anunciaba en este periódico a toda página sus espléndidas instalaciones para jugar, con megafonía, paneles electrónicos y un despliegue de modernidad para atender a los clientes y hasta el Centro Artístico y Literario, hizo obras, restauró su 'pecera' y acomodó un salón con capacidad para 110 personas que rodeados de cuadros de conocidas firmas se repartían cartones para probar suerte.
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