Conciertos grabados a fuego

Celia Cruz y Tito Puente: ¡Asúcar!

La crónica dijo que fue una «juerga de ritmo y vida, sin necesidad de ponerse al día, porque la historia no se actualiza»

Juan Jesús García

Miércoles, 25 de agosto 2021, 23:51

Para bastantes historiadores la guarachera Celia Cruz es la mayor cantante que ha dado Cuba. Tanto en sus comienzos juveniles con la Sonora Matancera como su luego posterior carrera en solitario en los USA. Si además se tiene la oportunidad de escucharla con la orquesta ... de un auténtico titán como Tito Puente, los zapateros tienen trabajo reponiendo suelas. Ocurrió el 26 de abril del año de la Exposición, 1992, en el ciclo Músicas del Mundo de Santa Fe, conmemorando las capitulaciones que permitieron la llegada de Colón a aquel mundo. Los Chilenos de Inti Illimani, en aquel programa, dijeron algo así como «ustedes nos descubrieron, ahora aguántenos». Con Celia y Tito fue un lujo.

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La música bailable caribeña -la original, no la de ahora- ha tenido mucha aceptación y clientela por este Sur. Grupos como los Van Van, Machito, Buenavista Club Social, Climax, Isaac Delgado, El Gran Combo de Puerto Rico, La Vieja Trova Santiaguera, Cuarteto Patria, y hasta Rubén Blades se han dejado escuchar por aquí, en festivales generales o específicos como 'Una Noche en La Habana'. Concretamente aquel de Músicas del Mundo fue el pionero. Ahora devaluado a una mera verbena de pueblo, la programación de las Capitulaciones en la década de los noventa fue ejemplar, modélica y nunca repetida, al menos hasta que en Inglaterra Peter Gabriel inventó el Womad.

El gran Tito Puente en ese momento también vivía un renovado momento de popularidad gracias la película Los Reyes del Mambo, donde lucía hasta fundir la pantalla con aquella sonrisa tocando que ni Pedro Navajas. Otro que tal. A Santa Fe vivieron 'bailadores' de toda Andalucía, algunos con guayabera, sombrero de yarey y zapatos de charol bicolor, fue su único concierto en nuestra región. Como ver a los Stones o San Bob Dylan para otros gustos. El cielo bajado a la tierra, y la tierra… Para bailar.

Celia Cruz era ya un mito asimilado, su amistad exhibida en los casposos especiales navideños de TVE con Lola Flores podría chirriar para los puristas. Mainstream que se dice ahora. Pero nada más salir, con sus oscilantes caderas haciéndose sitio, soltando su hipohuracanada y contagiosa carcajada, preguntando: «¿Y yo qué canto mijos?», todos los prejuicios se desvanecieron. Era un ciclón. Cargada de tópicos, sí, desde el Usted abusó a La bemba colorá o Bamboleo, pasando por un intento de agradar con el Granada de Lara, más no se habían inventado aún los edulcorantes y su «azúcar» era puro guarapo de caña. Mayor y algo torpe en escena, curiosamente por contrato tenía que hacer tres temas y se tiró una hora reinando por delante del orquestón, mano a mano con el timbalero Puente, por su parte ejerciendo de master de ceremonias al entretenedor estilo hollywodense. Una formación en la que figuraba Pedro Kinght, el marido de Celia, vigilando de cerca, acaso porque donde hay cubanos sueltos ya se sabe.

Para la posteridad quedó el solo de timbales del maestro en mitad de una tremenda Oye cómo va, (con unos metales cegadores por cierto), y su mirada picara y amplia sonrisa profidén apoyado en los parches cada vez que se le aplaudía, o pedía la ovación con unos estudiados e irresistibles recursos de viejo sabio.

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La crónica dijo que fue una «juerga de ritmo y vida, sin necesidad de ponerse al día, porque la historia no se actualiza». Paradójicamente un par de décadas después el fenómeno Buenavista volvería a poner de 'rabiosa' actualidad en todo el planeta el son, los boleros, mambos y chachachás que aquella noche se escucharon y bailaron hasta poner a prueba los desodorantes.

En los camerinos una feliz y carcajeante Celia ofreció luego una rueda de prensa divertidísima, («ya tu sabes mijo…»), bajo los efectos del Ron Pálido de Motril ¡del que se llevaron una caja! Calidad humana… y destilada.

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