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Jorge Martínez
Sábado, 9 de noviembre 2019, 13:59
A las once y media de la mañana de este sábado la madre María Emilia Riquelme y Zayas «subía a los altares». Justo en el momento en el que el cardenal Ángelo Becciu, Prefecto para las Causas de los Santos y representante del Papa Francisco ... , daba lectura a la Carta Apostólica de la fórmula de beatificación. En ese momento se destapaba la gigantografía en el retablo mayor de la Catedral con la pintura de la nueva beata y comenzaba a caminar, procedente del Sagrario, la urna con los restos mortales de la madre Riquelme. Aplausos y satisfacción en muchos rostros que han trabajado para este feliz momento y lágrimas en los ojos de muchas de las religiosas de la congregación que fundó Emilia Riquelme, llegadas desde muchas de las misiones de la congregación. Eran portadas por los costaleros de la hermandad de la Concepción quienes la depositaron ante el altar mayor donde presidió la celebración de la solemne Eucaristía.
«Uno de los rasgos característicos de su espiritualidad era la humildad. No presumía de su ascendencia aristocrática ni de sus dotes humanas, por el contrario, siempre se consideraba la última», indicó en sus palabras el Prefecto para las Causas de los Santos. El cardenal señaló también en la homilía que «hoy recibe el reconocimiento de sus virtudes y de su santidad de vida, porque en ella veneramos a una cristiana ejemplar, un alma de Dios, separada de todo lo mundano.
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La Catedral de Granada, totalmente abarrotada y como hasta ahora no se recuerda ni siquiera en las grandes solemnidades celebradas en su interior, estaba totalmente repleta de fieles tanto en la cinco naves principales como en la girola. Se podía seguir la ceremonia a través de grandes pantallas ubicadas en las naves y en los vanos de la girola, así como en la plaza de las Pasiegas, reproduciendo la señal de Trece TV que la ofreció para toda España.
Los «Pueri Cantores» de la Catedral solemnizaron la Eucaristía que contó con la participación de más de un centenar de sacerdotes diocesanos y vinculados con la congregación de Misioneras del Santísimo y María Inmaculada, junto con varios obispos de diócesis próximas a la granadina, Córdoba, Almería, Coria-Cáceres, Málaga y Guadix entre ellas. También estaba el auxiliar de Barcelona, Antonio Vadell y los obispos de Colombia, Luis Gabriel Ramírez y el de Brasil, Paolo Romeu. Lugares próximos a la sede de la Catedral lo ocupaban los arzobispos de Sevilla, Juan José Asenjo y su auxiliar, Santiago Gómez, y el emérito de la diócesis hispalense, el cardenal Carlos Amigo.
La ceremonia contó con la presencia de casi toda la sociedad granadina y de numerosos institutos religiosos, cabildo de la Catedral, Federación de Cofradías, hermanos mayores de las cofradías de la ciudad y entidades civiles, e incluso de empresas que han ayudado con sus donativos a la comunidad religiosa para alcanzar el buen desarrollo y organización de la ceremonia religiosa, todo coordinado por la comisión que ha presidido Juan Antonio López Frías. El protocolo, distribuido a través de zonas numeradas, brilló de manera especial muy cuidado por Raquel Fernández Cruz, quienes han puesto muchas horas de trabajo al servicio de esta ceremonia. El voluntariado se encargó de ubicar a los invitados y atender todo tipo de necesidades que se pudieran plantear, coordinado desde la Pastoral Universitaria que dirige José Antonio Villena. A todos ellos agradeció de manera especial su trabajo el arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez.
«Con esta gracia se cumplen los deseos y las súplicas de la Iglesia de Granada, de otras Iglesias de España y de América Latina», dijo el prelado granadino al terminar la celebración. También recordó las fundaciones de las Misioneras del Santísimo distribuidas por España y por el mundo hasta la última de Filipinas, destacando el espíritu de «amor a la Eucaristía y a la Santísima Virgen Inmaculada».
La ceremonia culminó, dos horas y cuarto después de su comienzo, con las palabras de la Madre General de la Congregación, Marian Macías, quien recordó al arzobispo Méndez Asensio, que aceptó incoar el expediente de beatificación. Indicó en sus palabras que «la Gracia de Dios se ha derramado entre nosotras a través de una mujer pequeña que hoy volvería a decir que somos un montoncito de nada». «Hoy hemos vivido una verdadera explosión de comunión», terminó diciendo.
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