Hay gestos de ciudadanos que reconcilian con el mundo, como el que protagonizó el pasado fin de semana un vecino de La Zubia. Se llama Fran Escobar, tiene 35 años, regenta una tienda de bicicletas y se puede decir que es la honradez en persona. ... El pasado 27 de agosto, domingo, se encontró tirada en la calle, muy cerca de la terraza de un bar, una cartera con casi 1.200 euros y documentación de un señor extranjero. No dudó ni un segundo: la llevó al puesto de la Guardia Civil de la localidad, no sin antes entrar al establecimiento hostelero, la cervecería William Wallace, para preguntar si entre los clientes estaba su propietario.
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El inesperado hallazgo tuvo lugar sobre las una y media de la tarde, cuando Fran y un amigo suyo regresaban de hacer una ruta con sus bicicletas de montaña y decidieron hacer una parada en la cervecería para tomar un refresco. «Cuando ya nos íbamos, vi que estaba la cartera tirada en el suelo. Entonces pregunté en el bar y no era de nadie. La abrí y vi que tenía documentación, y ya directamente fui a la Guardia Civil. Allí una guardia civil muy agradable me tomó nota y fue cuando contamos el dinero», recuerda Fran.
Aparte de contar los billetes, también comprobaron que el propietario era de nacionalidad colombiana. Se trataba de Álvaro Cano, de 70 años, que había venido a España para asistir al enlace matrimonial de su hijo, que se celebraba ese mismo domingo. Llevaba tanto efectivo encima para tener liquidez durante su estancia en Granada. «Había 1.165 euros. Yo suponía que con tal cantidad de dinero, en el momento en que el hombre se diese cuenta, lo primero que iba a hacer era ir a la Guardia Civil o Policía», añade el ciclista.
Fran no barajó en ningún momento hacer suya aquella suma. «En absoluto», garantiza. «En ningún momento pensé en quedarme ese dinero, sólo en buscar a su dueño, porque nunca tengo en la cabeza quedarme con algo que no es mío».
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Fran reconoce que gestos como el suyo se pueden ver como algo extraordinario, «cuando realmente –reflexiona– tiene que ser algo normal que la persona devuelva lo que se encuentre. Si no es tuyo, tiene dueño y debe de volver a él. Es algo tan simple como eso».
La billetera estaba muy cerca de la terraza, pero en la parte de la carretera. Llevaba ahí desde la noche anterior. Su dueño había estado el sábado con su ya nuera, Yolanda Calvente, también vecina de La Zubia, así como con otros familiares tomando algo en la víspera de la boda. Al marcharse del bar, se le debió de caer.
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Álvaro la había echado en falta el domingo por la mañana, cuando él y su hijo se estaban arreglando para acudir al enlace. Al no localizarla, el novio mandó un mensaje al teléfono de la novia para descartar que a su padre se le hubiera caído en su coche, al que se subieron tras abandonar la terraza de la cervecería la noche anterior. «Me di cuenta de que la había perdido el domingo a la mañana», especifica el septuagenario. «Había recién llegado de Medellín y tenía el dinero aún en la billetera», detalla.
Yolanda leyó el mensaje de su todavía prometido sobre la pérdida de la billetera ya vestida de novia. «Fue una irritación muy grande». Entonces, decidió escribir al camarero de la cervecería por si alguien la había visto y entregado allí. Y ya no sólo por el dinero, sino por que contenía toda la documentación de su suegro, cuyo regreso a Colombia tenía programado para este primer domingo de septiembre.
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Enviado el mensaje, Yolanda, blanca y radiante pero disgustada por el extravío, se marchó a la ceremonia y ya no volvió a coger ni a mirar su teléfono móvil hasta la copa de bienvenida. Fue entonces cuando recibió la grata noticia. Le había respondido el camarero: «Me escribió que la cartera estaba en el cuartel de la Guardia Civil». La felicidad del momento se multiplicó entonces por mil ciento sesenta y cinco.
Hasta ese justo instante, el incidente de la cartera había empañado irremediablemente la mañana nupcial para todos, en especial para el ya suegro de Yolanda, que durante unas horas estuvo muy contrariado, convencido de que se había quedado sin aquellos «ahorros».
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Una vez recuperada la billetera y «la plata», Álvaro fue a visitar a Fran a su tienda de bicis (Bicimarket Granada Sur). Eso fue el pasado martes. Quería conocerlo personalmente y ofrecerle una gratificación por su honradez. Pero Fran Escobar no quiso aceptarla; se dio por recompensado con su sincero y efusivo agradecimiento. «Me dijo que lo hizo de buena fe, de buen corazón. No todo el mundo actúa así», se despide Álvaro. Fue un inesperado regalo de boda para su nuera.
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