Somos muchos los que en verano nos echamos a Sierra Nevada buscando escapar del sofocante calor que atrapa nuestras ciudades. Y no hay mejor recompensa ... para el caminante que encontrarse, después de una subida escarpada, con los abundantes manantiales y remansos de agua cristalina que brotan de entre las lajas más altas de las montañas. Se trata de las más de 74 pequeñas lagunas y los pastos húmedos o borreguiles que de ellas nacen, las bordean o abrazan formando un oasis verde de alta montaña.
Sierra Nevada no sería igual si en lo más alto de sus valles, entre los 2.700 y 3.000 metros, no existieran estas pequeñas joyas azul esmeralda que son sus lagunas glaciares. Las hay de todos los tipos, más o menos grandes y profundas, misteriosas, y casi siempre rodeadas de leyendas que las hacen más atractivas a los ojos del viajero. Vistas de lejos, muchas de ellas parecen colgadas de un precipicio rocoso, tan solo retenidas por una morrena o pequeña colina alargada de la que en ocasiones escapa una chorrera, cabecera de los ríos que inspiraron a Lorca, esos que nacen en la Sierra y «bajan de la nieve al trigo».
A su extraordinario valor paisajístico se une el que las lagunas sean lugares excepcionales donde los científicos interpretan los efectos del cambio global, o que los borreguiles sean el hábitat de muchas especies de flora exclusivas que convierten a Sierra Nevada en el Parque Nacional con mayor biodiversidad de la región mediterránea. En nuestro afán de clasificar toponímicamente todo lo que nos rodea hemos puesto nombre a todos estos cuerpos de agua, al tiempo que los diferenciamos entre lagunas, lagunillos, chancales o borreguiles dependiendo de su extensión, profundidad y carácter más o menos efímero. ¿Acaso se trata de localizar con exactitud aquellos parajes por los que otros montañeros han transitado previamente o donde abrevan las reses de los lugareños? ¡Qué más da! Lo realmente importante es que se encuentran entre los lugares más transitados de la sierra, allí donde se concentran animales que acuden a beber y montañeros para refrescarse y dormir. Entre estos últimos, no siempre se conoce el irreversible daño ecológico que supone construir corraletas de piedras sobre los borreguiles para protegerse de las inclemencias del viento. El peso de las piedras y el pisoteo excesivo eliminan la frágil vegetación del borreguil poniendo en grave riesgo la supervivencia de este ecosistema tan singular. Desprovisto de vegetación, el suelo desnudo es erosionado y lavado por las lluvias torrenciales que enturbian las aguas y deterioran el estado ecológico de las lagunas.
En 2020 se celebraron las primeras Jornadas de Lagunas de Sierra Nevada con el objetivo de involucrar a la sociedad en la investigación y los programas de seguimiento llevados a cabo por el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada. En una experiencia pionera en España, se formaron equipos multidisciplinares formados por montañeros, agentes de medio ambiente e investigadores que permitieron caracterizar y muestrear más de 50 lagunas de Sierra Nevada, muchas de ellas todavía desconocidas para la ciencia.
Este año y, en el marco de un Proyecto Feder, la Universidad de Granada ha organizado entre los días 24 y 25 de julio las segundas Jornadas de Lagunas de Sierra Nevada. Las jornadas, consistentes en charlas y muestreos participativos en el Corral del Veleta, han permitido aglutinar a los principales agentes sociales implicados en la investigación, turismo activo, gestión y conservación de lagunas y borreguiles. En esta ocasión, y bajo el eslogan 'Ciencia y conciencia', nuestro empeño ha sido trasladar a la sociedad la importancia de proteger y conservar algunos de los ecosistemas más bellos y al tiempo amenazados de la Península Ibérica.
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