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La Porrona abrió este miércoles las puertas de su emblemático bar en Plaza Larga por última vez en cuarenta años. Alfredo Aguilar

Algo se muere en el Albaicín cuando la Porrona se va

Despedida y cierre. La sonrisa de Plaza Larga recibe un cálido homenaje de sus familiares y amigos en el último día de vida de su mítico y popular establecimiento

Miércoles, 15 de diciembre 2021

La Porrona llega despacio a Plaza Larga por la calle Agua del Albaicín. Morena, pelo negro negrísimo recogido en una cola, gafas grandes y negras de concha que guardan esos ojos, esa mirada limpia. Lleva vestido elegante, oscuro, y se acaba de quitar la mascarilla para sonreír. Para que brille su sonrisa, la sonrisa de Plaza Larga. En la plaza, su plaza, le espera medio centenar de personas a las que conoce por su nombre y apellidos, que son los mismos que los suyos. Son sus familiares, su hijo, sus nietos, sus niñas, sus amigos, sus amigas, sus vecinos y sus vecinas. Y sus clientes, que son los que están tristes. Porque todos los demás han venido a celebrar una vida, a beberse unas 'alhambras', dar palmas, cantar y bailar.

La Porrona, nacida como María Dolores Fernández Rodríguez, se sabe el camino de memoria. Lo ha recorrido desde que era una joven de 29 años hasta el día de hoy, que ya con 67 años, sabe que no se le va a olvidar nunca. Por eso no quiere ni penas ni lágrimas. «Hasta he vendido mi casa en el Albaicín para no tener que sufrir. Me marcho del barrio y me voy a Cenes de la Vega, con mi familia». Plaza Larga no solo pierde un bar conocido en todo el mundo, pierde una vecina, una amiga y una confidente. Pierde toda una vida y pierde el alma, que es lo que va desapareciendo cuando algo se muere en el Albaicín.

La Porrona también se reivindica entre el calor de los suyos y en el territorio de su dominio. Argumenta que ha trabajado cuarenta años por el barrio Patrimonio de la Humanidad y que en el día de su adiós nadie se ha acordado de ella.

–«Yo le he dado la fama y el reconocimiento a Plaza Larga y el Albaicín»

–«¡Viva La Porronaaaaa»!, le animan todos los congregados

–«¡Cuando abrí el bar hace cuarenta años aquí no había nada de nada!»

–«¡Porrona qué grande eres Porronaaaaa!», jalean al unísono

–«¡Y ahora que me voy, que me tengo que ir, nadie me ha ayudado en nada». «¡Menos mal que han venido los del Canal Sur que me quieren mucho!». «Por lo menos podían llamarme del Ayuntamiento y decirme que me van a hacer un homenaje o algo o ponerme un monolito en Plaza Larga o algo», se nos viene arriba La Porrona, que manda parar. «Yahora, se acabó la pena. Y a bailar».

Plaza Larga estalla. Suenan las palmas y todos comienzan a cantar. Es el Albaicín y el Sacromonte en plena forma, a todo ritmo. Uno apura la colilla del pitillo y saca una guitarra. Se viene pa La Porrona y le toca mientras el maestro Curro Albaicín –con sombrero de ala ancha de medio lado–, el bailaor de los ojos verdes y embajador del Sacromonte en el mundo, le canta bonito.

En este momento la Porrona baila sobre el Albaicín. No hay pena ni resentimiento. La tristeza, la pena y la desazón que le acompañaban durante su último paseíllo por la calle Agua se ha diluido gracias a la magia del flamenco. Han hecho su sortilegio también los dos ramos de flores que le han obsequiado. El segundo, su niño. «Me he tenido que escapar del trabajo para venir a tiempo y verle a mi madre», explica emocionado. La Porrona le ha recibido con un beso y un abrazo de madre que ama mucho.

La fiesta sigue y nadie quiere pensar en mañana. Queda por recoger todos los útiles del bar de La Porrona. La inmensa colección de fotografías, retratos y recuerdos. «No sé dónde voy a meter tanto trasto», resume sucintamente. «No cierro un bar. Cierro toda una vida», explica mientras reparte besos y bailes como durante cuarenta largos años.

La Porrona cierra por obligación. Han comprado todo el edificio, en cuya planta baja se ubica la mítica taberna testigo de mil historias, de lluvias que separaban corazones, de Días de la Cruz que ya nunca volverán. Algo se muere en el Albaicín cuando La Porrona se va. Algo se muere en Granada cuando el alma se va.

De encender la Feria a bailar para Michelle Obama en una zambra

La Porrona es un personaje querido y popular del Albaicín, el Sacromonte y Granada. Todo el mundo que pasa por Plaza Larga llega a conocerla. Esa sonrisa y esa mirada le ha hecho llevar el nombre de la ciudad de la Alhambra por todo el mundo. Y su arte le ha llevado a conocer a personajes tan ilustres como Doña Sofía, de cuando la Reina era jovencita y visitó Granada por primera vez. Hace once años, asimismo, en agosto de 2010, La Porrona dio la vuelta al mundo cuando se dirigió a la entonces Primera Dama de Estados Unidos y la llamó algo así como «Lady Mojama», cuando ya sabemos que es Michelle Obama. Yfue feliz también en 2007, cuando encendió la portada de la Feria del Corpus. Ahora, le espera Cenes y su familia.

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