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Si nos propusiéramos realizar un reportaje con todos los policías nacionales de la provincia de Granada nos tomarían por locos. También sería inviable entrevistar a todos los guardias civiles, policías locales o bomberos del territorio, como es lógico. Pero si la propuesta fuese abarcar a todas las bomberas es más que factible: es lo que tiene que representen menos del 1% del total a nivel nacional. En Granada son solo 6 las profesionales que trabajan en los distintos parques de bomberos. Algunas llevan solo unas semanas, otras más de una década, pero todas saben lo que es el esfuerzo, la constancia y, por desgracia, la desigualdad. Estas son las historias de las 5 enemigas del fuego en la provincia -la sexta no ha querido participar en este reportaje-.
Amelia Ayuso- Parque de Bomberos de Guadix
Cuando Amelia Ayuso conduce el camión de Bomberos por Guadix los vecinos se le quedan mirando. Es lógico que se extrañen: el Cuerpo llevaba aproximadamente 15 años sin una bombera. Desde hace dos meses esta murciana de 28 años intenta aprender todo lo posible para progresar en la profesión de sus sueños. Lleva preparándose desde 2016, con un parón de dos años por motivos familiares.
Empezó la carrera de Magisterio, pero la dejó a los tres años: «Me dije: Amelia, si tú quieres ser bombera. Y me centré en ello», asegura. Ahora mismo es interina, pero su sueño es lograr la ansiada plaza fija. Y aunque el día a día se lo pone difícil, consigue organizarse para entrenar y estudiar. «Estar ya trabajando motiva, porque te ves más cerca de lo que llevas luchando tanto tiempo», apostilla Amelia.
Para ella lo más difícil ha sido «no rendirse, aguantar pese a suspender hasta conseguirlo», ya que esta oposición es una «carrera de fondo» que agota mentalmente a sus aspirantes. El principal problema al que se enfrentan todos, tanto hombres como mujeres, es que el acceso no está regulado a nivel nacional. En otras palabras: los criterios son diferentes en función de la comunidad, la provincia y hasta el municipio.
amelia ayuso
Y si nos centramos en ellas, la denuncia es unánime: las pruebas físicas son muy similares para hombres y mujeres, al contrario que en otros cuerpos, lo que complica mucho más su acceso. Y provoca que muchas tiren la toalla por el camino. «Si se diferenciaran más los baremos serían algo más accesibles y se animarían más chicas. Además, venimos de años con mucho machismo en el deporte, pero con los años se les ha dado visibilidad y ven que físicamente ellas pueden. Creo que viene una gran generación de mujeres», manifiesta la murciana.
En el Parque de Bomberos de Guadix aprende de sus compañeros, que la ayudan enormemente, y realiza prácticas para estar preparada ante situaciones complicadas. «Supongo que dará miedo la primera vez que te encuentres con un accidente de tráfico o cualquier situación dolorosa, pero es como los médicos que se meten en el quirófano por primera vez. Les impactará, pero les gusta lo que hacen, como a mí», recalca.
Inés Mesas- Parque de Bomberos de Baza
Inés Mesas, natural de Baza, es la última que cumplió su sueño de trabajar como bombera. Apenas lleva unas semanas como interina en el parque de su localidad natal, después de haberse presentado a un sinfín de oposiciones. Tiene 39 años y su caso es especial, ya que está vinculada al Parque de Bomberos de Baza desde el año 2006. «Llevaba 13 años trabajando como auxiliar técnico de Emergencias y Protección Civil, un puesto comodín en el que haces de todo. Me llamaba la atención ser bombera, pero tardé en decidirme, y esta profesión no es para dejarla para más adelante. Lo que me empujó fue el fallecimiento de mi hermano, que hizo que me replanteara la vida. Me di cuenta de que tenía que perseguir este sueño», recuerda.
Inés conocía al dedillo este parque, su segunda casa. Y nunca olvidará el día que entró en él siendo oficialmente bombera. «Fue una experiencia única, me dio muchísima felicidad, ilusión y motivación. De mí depende seguir en esta línea y sacarme la plaza fija», admite. Para ello tendrá que seguir opositando a unos exámenes que «no están equilibrados». «Cuando el porcentaje de bomberas no llega ni al 1% es que algo pasa. Habría que revisar las pruebas», opina Inés, que cree también que «faltan referentes femeninos en esta profesión, que está muy masculinizada».
Inés Mesas
Como bombera sigue apreciando las caras de asombro de la gente al verla, aunque ya está acostumbrada. «Trabajé como técnico de Informática y se sorprendían por ver a una mujer arreglar un ordenador. Ahora igual, me sorprendo hasta yo cuando veo a alguna porque es algo anecdótico. Hay mucho trabajo por hacer», afirma convencida. Eso sí, en el trabajo con los compañeros se siente plenamente integrada. Siempre es fácil trabajar en equipo con su «familia», los que forman un parque de bomberos que la ha visto crecer.
Carmen Lorenzo- Parque de Bomberos de Granada
La almeriense Carmen Lorenzo, de 32 años, no soñaba con apagar fuegos de pequeña. «No nos ofrecen el disfraz de bombera, nos dan el de enfermera, por lo que ni nos lo planteamos», lamenta. Ya de mayor, mientras practicaba escalada, conoció a varios bomberos que le hablaban de la profesión. Y fue cuando se planteó entrar en el Cuerpo. Ahorró dinero, dejó el trabajo y con 29 empezó a opositar en serio.
Fueron 12 -las tiene contadas- las pruebas a las que se ha presentado por toda España. Y por si no fuera difícil conseguir plaza en una, lo ha logrado en dos lugares diferentes. «Primero fui interina en Baza y hace tres meses conseguí la plaza fija en Córdoba, pero yo quería Granada, que es donde llevo viviendo 12 años. Las pruebas ya habían empezado aquí también, así que me pilló sobre la marcha. Este lunes, 7 de junio, empiezo las prácticas en Granada. Hasta que no me vea con el traje no me lo creo», comenta ilusionada.
Carmen Lorenzo
Carmen explica que, por una parte, ha recibido «muchísimo apoyo» de sus compañeros y siempre se ha sentido acogida, pero el sentimiento es el contrario al hablar de la administración: «No nos ayuda nada. Tenemos que estudiar más para compensar la teoría con las pruebas físicas. En Granada los hombres me sacaron casi dos puntos, así que tuve que compensar con el resto. Lloré mucho el día que hice las físicas, sentía que no había servido para nada», lamenta la almeriense.
Cuando se quita el casco en una intervención no cesan los rostros de sorpresa, ya que lo que se esperan es «un bombero pequeño», no una mujer. Pero la ciudadanía se sorprende, sobre todo, cuando las ven «conducir camiones». «Los comentarios son generalmente positivos. Nos dicen que tiene que haber más bomberas, que hace falta», afirma Carmen, que si hubiera sabido que era así el trabajo se habría decidido «mucho antes».
Estefanía García- Parque de Bomberos de Alhama
La granadina Estefanía García, de 42 años, iba para profesora de Educación Física. Estudió INEF, y por aquel entonces se le pasó por la cabeza «fugazmente» la idea de ser bombera, pero nada más. Hasta que se dio cuenta de que no se veía toda la vida en un instituto y decidió apostar por aquel pensamiento fugaz. Se preparó durante dos años de forma intermitente, combinando el estudio con el trabajo, hasta que en 2010 entró como interina en el Parque de Bomberos de Alhama, donde unos años después logró la plaza fija: «Fue una relajación», asegura.
Estefanía, como el resto de bomberas, está de acuerdo con que las mujeres tienen «más dificultad para acceder por cómo están pensadas las pruebas, sobre todo las físicas». A su juicio, estas deberían determinar la condición física, pero no ser excluyentes. «Por ejemplo, una mujer puede entrar por una tubería estrecha a rescatar a un niño y un hombre que mide dos metros no. Todos somos capaces, algunos más flexibles, otros escalan o nadan mejor… Esto es trabajo en equipo, no podemos quedarnos fuera por las físicas», argumenta la granadina, que reitera «que las mujeres tienen que entrenar el doble y estudiar mucho más para compensar con la teoría».
Estefanía García
Tras tantos años como bombera ha vivido experiencias de todo tipo. Y aunque el parque suele ser «tranquilo», sus peores recuerdos son los accidentes de tráfico con gente joven. «Lo más duro ha sido cuando ha habido chavales de 17 años en moto que han fallecido, ver a sus familias… También recuerdo viviendas en las que ha habido gente atrapada que ha muerto», manifiesta. Y aunque esos momentos no se olvidan, en su día a día disfruta de un trabajo en el que nunca deja de formarse: «Tienes que reciclarte continuamente, pero estoy en el parque en el que quiero estar», asegura.
Ágata Paños-Parque de Bomberos de Almuñécar
La madrileña Ágata Paños es el ejemplo de que volver a empezar es posible. Tras 16 años con una tienda propia en Granada, donde lleva viviendo 25, decidió prepararse para ser bombera, un oficio del que algunos conocidos le hablaron y que comenzó a interesarle. Tras un lustro con «7 u 8» intentos, con 37 años aprobó en Almuñécar. Ahora tiene 45.
Primero entró como interina, y a los tres años consiguió la plaza fija. Llegó cuando menos se lo esperaba para aportarle «tranquilidad», pensando sobre todo en su hija, que en aquella época ya tenía 6 años. A día de hoy se encuentra satisfecha con la labor que desempeña, y su meta es seguir aprendiendo. «Me gusta el trabajo, es muy variado y tienes que estar siempre al día. Es importante la convivencia, los compañeros son geniales», resalta la bombera, que explica que las guardias son de 24 horas -algo que también ocurre en el resto de parques-.
Ágata Paños
En su opinión, «aunque cambien mucho las cosas» no cree que las mujeres lleguen a representar más del 50% de la plantilla, pero que en la actualidad sean menos del 1% «es ridículo». Para Ágata «no es casualidad», ya que en el proceso «hay algo que marca la diferencia entre un género y otro». «Primero, es un problema de gestión del acceso, hay una falta de regulación a nivel nacional y autonómico, todo es diferente en cada ciudad y pueblo. Y segundo, para las mujeres en concreto es bastante más complicado, cuando leen las bases ven que no tiene sentido. He visto a varias que durante el proceso de opositar lo han acabado dejando», concluye Ágata.
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Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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