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Sarai Bausán García
Granada
Sábado, 9 de noviembre 2019, 16:07
Sonia partió de Madrid esta mañana cuando apenas había salido el sol. Ni el sueño ni sus quehaceres diarios iban a alejarle de la cita que tenía marcada en el calendario desde hacía semanas: la beatificación de María Emilia Riquelme. «No podía perdérmelo, ella ... ha sido muy importante para mí y por eso quería estar hoy aquí, con ella. Es mucho y muy bueno lo que ha hecho por mucha gente y se merece que estemos todos aquí apoyándola y festejando con ella», explica esta mujer afincada en la capital de España pero procedente de Bolivia. Cuando llegó a Madrid, oyó hablar de la figura de María Emilia y de la bondad de sus actos. Hace un tiempo, pasó por un trance personal complicado al que no sabía cómo solucionar. «Estaba desesperada, no sabía cómo arreglarlo porque era una situación complicada y parecía que todo iba a acabar mal. Pero me dieron la estampita de la madre Emilia y todo cambió«, indica. Con la estampita en la mano, la misma que se ha traído en su viaje a Granada para que la cuide, pidió que todo se solventara de la mejor manera. «Cogí su estampita y pedí que esto se solucionara, algo que veía imposible. Y justo al día siguiente, todo se arregló y de manera pacífica. Para mí fue un pequeño milagroy una muestra de que ella estaba ahí para ayudarnos», indica.
Mientras relata su historia, Jorge mira con interés a su compañera de viaje. Él también viene desde Madrid, pero nació en Nicaragua. Desde muy pequeño oyó hablar de la labor de Emilia, y por eso se trasladó hacia Granada en cuanto supo que aquí se iba a producir la beatificación de la monja: «Para mí era fundamental estar en Granada en su beatificación porque sé lo importante que ha sido para mucha gente. He oído hablar toda la vida de ella, y por eso tenía que estar hoy aquí», relata.
«Es impresionante lo bien cuidado que está el cuerpo, está intacto. Parece que esté durmiendo«, comenta Cireuda Gabriel, religiosa de Angola que ha llegado a Granada acompañada por una decena de compañeros para vivir «este momento único». «Es muy interesante saber que, cuando vivimos para la santidad -cosa que sabemos que hacía Emilia- tus actos acaban llegando a tanta gente y haciendo tanto bien. La madre María Emilia es un ejemplo a seguir».
Marjory se presenta como «la sobrina del milagro». Y lleva razón con esa afirmación, porque su tío es Nelson Yepes, cuya curación milagrosa ha permitido la beatificación de la monja Riquelmina. «Mi tío estuvo muy mal. Después de todas las operaciones, un día vino un médico y nos dijo: llamad a la funeraria, porque no hay nada que hacer por él. Entonces mi tía Emilia nos dio una estampita de la monja y nos pidió que rezásemos. Y mira ahora cómo está mi tío: sano, salvo y vivo. Fue un gran milagro que salvó su vida», dice.
Cientos de personas han seguido durante años la impronta de la monja Riquelmina con el fin de expander su labor por todo el planeta. Una de estas personas es Lilian. Ella forma parte también del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, congregación que fundó una granadina, María Emilia Riquelme y Zayas en Granada en 1912. Ha venido desde Colombia junto a otras misioneras más para «celebrar un camino largo que por fin se consigue con su beatificación». Para seguir con su obra, viajará en las próximas semanas a Filipina para construir un hogar para niños sin recursos. «Emilia llenó nuestros corazones e impactó en nuestras vidas. Su compasión y su bondad me han hecho querer ser mejor para ayudar a los demás», comenta.
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