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–Los medios de comunicación tienen un papel muy relevante en un momento en el que ni las cifras se pueden creer.
–Los medios tienen un primer objetivo, que es ser reflejo de lo que pasa. Tienen que aportar al lector o al oyente ... todos los datos que sean necesarios para que se hagan una análisis crítico. El segundo objetivo es tratar de ayudar y dinamizar a la sociedad.
–La sociedad, a veces, no quiere escuchar lo que los medios le cuentan.
–O se van a otros medios que no son de comunicación, donde hay una información engañosa, frívola, y que no cumple ninguna de estas dos condiciones.
–La mentira es más atractiva de la verdad.
–Y en una sociedad frívola es más fácil que prospere la mentira que en una donde haya formación.
–¿Esa inquietud ha desaparecido? Las ganas de conocer. Antes, cuando el conocimiento era más inaccesible, había más interés.
–La gente que no tenía apenas formación, y hasta era analfabeta, tenía ganas de que ellos y sus hijos tuvieran mejor formación. Eso hoy día no lo veo.
–Dirigentes influyentes elogian la prensa libre, pero las presiones existen.
–Elogios, hasta cierto punto. Tenemos a Podemos criticando a los medios de comunicación que no le son afines. Cuando he sido consejero delegado de esta casa he tenido muchísimas llamadas criticando la información que dábamos y algunas alabanzas, pero no tantas [ríe].
–Y, ¿qué porcentaje de esas quejas tenían razón?
–Cuando se trata de algo que le toca a alguien tiene que salir como él quiere. Yo decía a alguna gente que habría que hacer un periódico para usted, otro para este, otro para aquel… Es imposible hacer un periódico al gusto de todos.
–¿Nunca cedió a las presiones?
–Por supuesto que no [enérgico]. Lo que no quiere decir que no escuchase a la gente.
–¿Cómo se administra una posición así para no manosear el poder y no tener la tentación de utilizarlo para vanagloria?
–Por tu integridad personal, la que tengas. Y la segunda cosa, saber que representas a una empresa; yo no representaba a la redacción, que se debe al lector y, por tanto, ese es el principio al que te tienes que atener.
–Ha tenido y tiene buena relación con los periodistas, que tenemos nuestro ego.
–Me sorprendían, voy a hacer una confesión, algunos comentarios de otros periodistas que decían que las empresas quieren meterse en la noticia. Yo decía, ¿de qué empresa me estás hablando?
–¿Nunca ha impuesto un titular?
–En absoluto. Me preocupaba, fundamentalmente, del estilo periodístico de la empresa. No entraba en que se hablara de una cosa o de otra. El periódico lo veía al día siguiente.
–Ahora que tenemos redes sociales y podemos expresarnos, ¿somos más libres?
–En España tenemos un amplio nivel de libertad. El problema es qué uso hacemos de esa libertad.
–¿Más libres y menos críticos?
–Según lo que entendamos por críticos. Si es estar dispuestos a criticar, entonces somos muy críticos. Si nos referimos a formarnos un juicio crítico, serio, somos menos críticos.
–¿Qué personas con las que se ha relacionado o ha tenido acceso le han marcado?
–Te enriquece mucho la relación con las personas. Estuve nueve años llevando las relaciones laborales de Puleva. Cuando me lo propusieron dije que no y me convencieron. Para mí fue una época muy enriquecedora por el conocimiento de las personas, su trabajo y circunstancias.
–Kapuscinski decía que para ser buen periodista hay que ser buena persona. ¿También para ser buen directivo?
–Para ser bueno, y luego le añades lo que quiera, hay que ser buena persona.
–Pero parece que cobran más fama los directivos si no tienen corazón.
–Hay una cierta cultura, y la hubo durante una serie de años, que creo que ha vuelto un poco, de que el directivo tiene que ser una persona dura, sin corazón, que exprime… Son mentalidades que se implantan. A la gente hay que escucharla, hay que liberarla, tener autoridad sobre ella, no autoritarismo. Cuando merece la pena, pero sin desplantes.
–Como hombre de leyes, acaba en una empresa periodística, que defiende la verdad, mientras que al abogado, a veces, le toca defender la mentira.
–El abogado puede ser totalmente honesto y no tiene por qué defender mentiras. Hay un concepto de que el abogado casi que se vende al cliente y, en general, no es así.
–Un paréntesis. Como ciudad de la Justicia, ¿Granada ha ocupado el lugar que le corresponde?
–No tiene la importancia que tenía Granada en otros momentos históricos, incluso, relativamente recientes. Porque políticamente no ha tenido quien defienda esa postura y porque la dispersión de competencias ha sido general en la administración. Tampoco podemos aspirar a la época de los Reyes Católicos. Es lógico que la administración se haya acercado al administrado.
–Sigue su labor con Cáritas en las parroquias de San Agustín y San Juan de Letrán. ¿Hay colas del hambre?
–Sí. Hemos dado un paso atrás y, curiosamente, quien está atendiendo esas colas del hambre son instituciones religiosas, Cruz Roja, oenegés, personas individuales... no he visto a ningún político instrumentando un sistema para ayudar en esas colas del hambre. Dicen que no hay vivienda, pero no he visto a ningún político, salvo hace poco en Andalucía, haciendo un proyecto para crear viviendas donde viva la gente con necesidad.
–En política, más allá de unos primeros escarceos, ¿nunca estuvo tentado de entrar?
–Lo que no entré fue en ningún cargo público, aunque se me propuso ir en alguna lista. Salí de la política porque no era político. Cada uno tiene sus características. Entré en la política por preocupación, la primera militancia la hice en el Partido Demócrata con Joaquín Garrigues, que entonces era ilegal; lo que hice fue tratar de ayudar en aquella transición. Cuando se refundió en UCD estuve a punto de salir, probablemente, debí hacerlo. Estuve en el comité provincial de Cádiz, de Granada, presidí el de Granada y lo dejé, no era lo mío.
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