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Carmen, junto a un surtidor de la gasolinera del Campus de la Salud. Pepe Marín
Combustible para los coches y para el cuerpo

Combustible para los coches y para el cuerpo

Abierto por coronavirus ·

Las estaciones de servicio están al mínimo en la venta de gasolina

Jesús Lens

Granada

Martes, 24 de marzo 2020, 02:28

Mañana de lunes. Rumbo a la gasolinera Shell Campus de la Salud. Caminando, paso junto al hospital del PTS donde nuestros sanitarios libran una colosal batalla contra el coronavirus. Tengo ganas de aplaudir. Entro en la gasolinera por la parte de atrás. Toda la zona de lavaderos de coches está vacía. Es como un cuadro de Edward Hopper, el mejor pintor de la soledad urbana de la historia del arte.

En la parte de los surtidores hay más movimiento. Entro al interior de la estación de servicio y me presento a Carmen, la jovencísima encargada. Desde ayer lunes, los turnos rotatorios entre los trabajadores hacen que esté sola, cuando lo normal es que haya tres personas a la vez. ¿Cómo estás viviendo esta situación?

«Es lo que toca. Hay que hacerlo por los mayores. Es complicado. Solo voy de casa al trabajo y del trabajo a casa. Si no lo hacemos así, les ponemos a ellos en riesgo».

Me gusta la seguridad que transmite Carmen, su sentido de la responsabilidad. Tengo la sensación de que la gente joven es más responsable estos días que muchos adultos. Más concienciada.

«Mi jefe ha conseguido guantes. Y también nos ha instalado el cristal delante de la caja, además de poner la señalización en el suelo», señala Carmen, alabando todas las medidas de contención posibles para hacer seguro el paso por una gasolinera que tiene un poco de todo en la tienda, incluyendo prensa, cuya venta ha subido un montón estos días. ¿Y la gasolina?

«Increíble lo mucho que ha bajado. Ahora solo vienen las personas que tienen que ir a trabajar. Al principio del confinamiento sí hubo varios conductores que llenaron el depósito. Ya no. También ha bajado el número de clientes. Los primeros días había más movimiento. Ahora parece que ya ha calado entre la gente que no se debe salir de casa. De hecho, casi vendemos más sacos de pellets que gasolina», bromea Carmen.

Es cierto. Un buen número de clientes se llevan combustible para la chimenea. Más importante estos días de aislamiento confortar el cuerpo que alimentar a la máquina.

«Me agobia mucho que los moteros entren con el casco puesto. Siempre es un sobresalto. Tenemos carteles alusivos en la puerta, pero a los jóvenes les cuesta trabajo quitárselo. 'Si solo son dos minutos', dicen. Pero el susto no me lo quita nadie».

Con la ola de atracos a gasolineras que hubo hace unas semanas, no me extraña que a Carmen le incomoden los cascos puestos. Estos días, sin embargo, ni un solo contratiempo. El goteo de clientes es constante durante la mañana. Van cayendo tabaco, bombonas de butano, una botella de agua…

—¡Mira! Ahí viene un sanitario– –señala Carmen con orgullo y alegría–. Tenemos clientes del hospital que vienen a comprar pan y embutidos.

Salgo de la gasolinera y me encuentro a un tipo lavando su coche en uno de los boxes. Estoy tentado de avisar a Carmen, pero imagino que le estará viendo a través de las cámaras de seguridad. Vuelvo a casa por el mismo carril por el que solía trotar hasta hace unos días. También está desierto. Inconscientemente, acelero el paso, tratando de dejar atrás la pintura de Hopper.

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