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«En un ejercicio de responsabilidad y solidaridad decidimos cerrar esta preciosa boutique». La mayoría de los comercios del Centro amaneció ayer con la persiana bajada, como gesto voluntario ante la llamada a permanecer en casa para frenar la expansión del coronavirus. Echaron la llave sin fecha para la vuelta. También los bares, en menor medida, atendieron a la recomendación de la Junta de Andalucía de paralizar la actividad. Lo que por la mañana era tan sólo eso, una petición, por la tarde se elevó a la categoría de mandato tras la declaración oficial del estado de alarma. Por decreto, el Gobierno obliga desde hoy a cerrar establecimientos, salvo los de alimentación, medicina, estancos, tecnología, prensa, animales de compañía, peluquerías y tintorerías.
Se anticiparon a ello todas las grandes cadenas, lo que hizo de Recogidas y Reyes Católicos un largo corredor de puertas cerradas a uno y otro lado, salvo escasas excepciones. H&M, Zara, Mango o Cortefiel, que mueven a cientos de compradores –mucho más un sábado–, llamaban en los carteles de sus escaparates a estar en casa. En el pequeño comercio, más de lo mismo: apelaciones a una «responsabilidad» que tiene precio.
«Mucho. Imagínate. 20.000 euros por lo menos. Estamos todos resignados pero es lo que tenemos que hacer», dice Rocío Delgado, dueña de Duroc en la calle Tablas. Sus vecinas Marfil Piel, María José Miralles yToñi adelantaron la clausura.
Es una decisión que llega entre dudas. La primera es hasta cuándo. Y después los comerciantes despliegan una ristra de inquietudes: la situación de los empleados, el pago de los impuestos, la compensación de pérdidas económicas... Miguel Moreno, gerente de la Federación de Comercio, estaba ayer «en guardia»para intentar dar respuesta a los comercios en cuanto el Gobierno se pronunciase. «Por ahora los cierres son voluntarios, a escote, a costa de los bolsillos de los empresarios».
Como en bares y restaurantes, escenarios ayer de todo tipo de contrastes. Por ejemplo, los turistas que descansaban en terrazas en Plaza Nueva podían ver a otro lado de la acera cómo los trabajadores del café Lisboa limpiaban cada rincón del establecimiento antes de clausurarlo. O los tres jóvenes madrileños que en las mesas del Rincón del Carmen, en Navas, tomaban otras tantas cervezas mientras en el otro extremo de la Plaza del Carmen, en La Cueva, los camareros hacían inventario de perecederos. En la panadería La Blanca Paloma hubo 'liquidación' de bollería a un euro antes de un toque de queda que para sus trabajadoras comenzó a las tres.
En Navas había cuatro establecimientos inactivos –la minoría–, mientras que el resto, con apenas alguna mesa de terraza ocupada por turistas, asumía que ayer u hoy cerrarían caja por última vez en un tiempo. En San Matías eran más los clausurados. Los grupos, como Burger King, Ganivet, D'Platos, Mae West o Carmela, tomaron también la decisión de cesar su actividad temporalmente. Los Italianos interrumpieron su temporada a los dos días de abrirla.
Las colas a sus puertas son una de las estampas de la Semana Santa en Granada que quedan aplazadas hasta el año que viene. Desde la Federación Provincial de Empresas de Hostelería yTurismo piden «activar contrapartidas»por las previsibles pérdidas. Es pronto para hablar de números, pero reclaman «sensibilidad» al Gobierno con un sector que «nunca ha pedido nada». El Estado ha ayudado a la banca o al sector del automóvil y ahora, dicen, es momento de echar una mano a la hostelería. Como explica Gregorio García, presidente de la entidad, no es sólo la Semana Santa –cancelaciones en hoteles, repercusión en restaurantes, efectos en el sector del taxi– sino las celebraciones paralelas, como comidas de hermandad . Todo ello supone, en un año normal, compensar en sólo una semana la escasa actividad turística de los cuatro primeros meses.
«Queremos que el Estado responda, al menos con los impuestos», señala Diego Álvarez tras la barra de ElCafetín en Plaza Einstein, que ayer por la tarde cerró. Inma, encargada de D'Pan y Dulce, una cafetería de Pedro Antonio de Alarcón, hacía lista de gastos: dos semanas sin facturar en un local recién abierto, con deudas, seguros sociales, luz, agua, alquiler... «Puedo perder 11.000 euros. No me puedo permitir cerrar. Hasta que no venga la policía no me voy».
Geoff y Linda vinieron de Reino Unido para ir a la Alhambra y el 'persianazo' del monumento y la ciudad les sorprendió ya en suelo español. A mediodía de ayer, la pareja buscaba plan en una ciudad que empezaba a cerrarse, primero «por responsabilidad y solidaridad». Desde hoy, por obligación.
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