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A Alejandro le cambia la cara cuando habla del pasado. Mira hacia un lado, agacha la cabeza y confiesa que prefiere no hablar de aquello que hizo: «Cometí un error que estoy pagando y he aprendido de la experiencia en prisión». No tenía antecedentes. Le ... impusieron una condena de cuatro años y tres meses y a finales de 2023 entró en el centro penitenciario de Albolote. Su buen comportamiento permitió que en mayo de este año, seis meses después, pisara por primera vez el centro de inserción social de Granada.
«En prisión lo pasas mal, hay gente muy complicada», admite. Por ello, dice, desde el minuto uno se planteó cómo podría mejorar para salir lo antes posible. «Me apunté a todas las actividades posibles: a talleres, a misa, a la escuela. Me saqué el graduado escolar y solo me quedaba una asignatura cuando me dieron el tercer grado, así que la tengo que acabar. También me apunté a un curso de formación profesional de panadería», cuenta. Alejandro, de 43 años, dice que no sabe lo que es cobrar el paro; siempre ha trabajado. «Estuve dos décadas como mozo de almacén e influyó en que me concedieran el tercer grado», detalla.
En el CIS duerme entre semana, pero sale a diario para hacer un curso de instalación de placas solares. Ahora está con la teoría, luego hará un mes de prácticas en una empresa en la que espera quedarse. «Mi ilusión ahora es encontrar un trabajo. Me han enseñado a manejar las plataformas digitales para saber echar el currículum, buscar ofertas por internet o sacarme el informe de vida laboral», apostilla.
Si mira hacia atrás, lo que más ha variado tras su estancia en la cárcel es su forma de afrontar la vida. «Ahora valoro un montón más las cosas pequeñas, como estar con mi sobrino comiendo pipas en el parque. Antes era más materialista», manifiesta. Si mira al futuro, le da miedo ser juzgado por aquellos que sepan lo que hizo. «Mi madre, cuando se enteró, no quería salir ni a comprar. La cruz que tienes en la espalda no te la va a quitar nadie, pero hay que olvidar y seguir, porque si no te quedas estancado», asevera. Él, resalta, también tenía ese estigma cuando sabía que alguien había estado entre rejas. Ahora es diferente. «Hay gente mala y gente que simplemente comete errores. No quiero juzgar, pero es lo que pienso ahora que me ha pasado a mí», sentencia.
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