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Compromiso desde la zona cero de la pobrezaEn un bajo de Molino Nuevo, tras unas rejas azules, se abre la asociación gitana Anaquerando. Son apenas unos cuantos salones, con poco mobiliario, sin grandes equipamientos. Allí acuden a diario trabajadores y voluntarios de la entidad desde hace más de tres décadas. Sin faltar. Aunque el barrio esté 'revuelto' porque la noche anterior ha habido un tiroteo o haya miedo en la calle porque dos clanes estén enfrentados por un 'narcopiso' y han echado a varias familias del distrito. Pilar Heras, que lleva tres décadas trabajando allí, explica que a ellas (la mayoría son mujeres) les preocupa más el trabajo por las personas. Y nunca se han planteado irse. Pese a que se indigna un poco cuando ve que allí no se toman las mismas medidas que en otro punto de la ciudad contra la ocupación de la vía pública (hay vecinos que han cerrado cocheras usurpando espacio de las aceras) y los desmanes de algunas de las familias que arman más ruido.
El trabajo de Anaquerando, explica Pilar, es el de promocionar a las personas, en el sentido amplio de la palabra. Las escuelas taller y las casas de oficios que durante años han llevado a cabo en la asociación han dado una formación a cientos de jóvenes que estaban ya fuera del sistema educativo. Les han dado una profesión, les han sacado de la calle y les han ayudado a formar su familia. Muchos de ellos vuelven ahora, transcurrido el tiempo y tienen ya puestos bien remunerados y algunos han fundado incluso sus propias empresas.
Pilar Heras
En estas décadas de trabajo ha sido muy importante el trabajo con las mujeres del distrito. «Ellas son las que sostienen las familias, las que se encargan de los papeles, las que cuidan a los niños y los mayores», explica Pilar. Por eso les prestan apoyo de forma incondicional. Desde hacer talleres de cocina para que coman sano hasta echarles una mano con cualquier gestión.
Pilar empezó a trabajar como maestra en Pinto, Madrid, donde puso en pie hace casi cincuenta años, un colegio excepcional. Padres y madres consensuaban las medidas a tomar y echaban una mano en las tareas de limpieza o mantenimiento. De allí vino a Granada, donde tomó contacto con el colegio Luisa de Marillac, y de ahí a la asociación. Asegurar una mejor vida para los vecinos, que salgan de la exclusión y la vulnerabilidad, es lo que ha guiado su trabajo todos estos años.
Con humildad, constancia y sin miedo, Pilar admite cuánto han aprendido en estos años para buscar la integración y la convivencia de las distintas etnias y religiones que conviven en Norte. Y cuánto han luchado por integrar a los colegios, a los profesionales sanitarios y a los trabajadores sociales para mejorar la vida de los que viven en la zona cero de la pobreza.
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