Juan Domingo Santos aboga por una arquitectura que entienda el espacio público como una extensión del privado.JORGE PASTOR
«El confinamiento nos ha hecho redescubrir nuestros hogares y todas sus limitaciones»
Juan Domingo Santos, arquitecto ·
«Debemos plantearnos que una casa contiene en su interior un trozo de ciudad, como la ciudad es una gran casa con habitaciones y jardines interiores», dice Santos
Juan Domingo Santos (Granada 1961) es arquitecto y catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Granada. Su obra ha sido expuesta en la Bienal de Arquitectura de Venecia y en el MoMA de Nueva York. Ha sido director de la XIII Bienal Española ... de Arquitectura y Urbanismo. Con su libro, 'La tradición innovada. Escritos sobre regresión y modernidad', ganó el premio FAD de Pensamiento y Crítica del año 2014. Su estudio está en la torre de la Azucarera de San Isidro, un espacio industrial que revitaliza a través de actividades culturales. Fue ganador junto con el portugués Álvaro Siza del proyecto Atrio de la Alhambra.
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–¿Considera que, después de esta experiencia biográfica del confinamiento, la ciudad, como concepto, es una de las grandes derrotadas?
–Este confinamiento nos ha permitido reflexionar sobre lo que es primordial en nuestras vidas. Hemos jerarquizado y relativizado las cosas. En relación a la ciudad y la arquitectura, lo que hemos descubierto es que nos falta más humanización, especialmente en los desarrollos contemporáneos. Desde este punto de vista, muchas ciudades salen derrotadas. No se trata tan sólo de habilitar zonas verdes; hay que ir más allá. Hemos de volver a una conciencia medioambiental y pensar la ciudad de una manera más vital y más humana.
–¿Cree que Granada es una de esas ciudades derrotadas?
–No tanto como otras ciudades porque su origen está muy vinculado con el paisaje y la naturaleza. Eso la salva frente a otras urbes más cosmopolitas que han perdido esa conexión.
–Las inmobiliarias están observando gran interés por la vivienda en pueblos y zonas rurales. ¿Podríamos estar ante un éxodo urbano motivado por la necesidad de disponer de un entorno que conjugue aislamiento y esparcimiento?
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–Estamos asistiendo a una salida lógica hacia el campo. Es una cuestión de supervivencia. Pero es un éxodo irreal en busca de ese paraíso perdido que no encontramos en la ciudad. El reto consistiría en encontrar esos paraísos en nuestros propios entornos cotidianos. Y esto es posible.
Santos trabajando en su estudio.
JORGE PASTOR
–Entonces, bajo su punto de vista, ¿la solución estaría en el propio origen de las ciudades?
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–En efecto, hemos de realizarnos una pregunta de fondo. ¿De qué sustancia está hecha la ciudad? No estamos hablando de hormigón y ladrillo. Estamos hablando de la necesidad de una naturalización de la ciudad y la arquitectura, que no tiene por qué consistir en plantar más árboles. Me refiero a cuestiones como ¿hasta qué punto cualquier actuación en la ciudad y su arquitectura puede concebirse en continuidad con la historia del suelo y el paisaje? Creo que una manera de naturalizar la ciudad pasa por tener una conciencia paisajística de todo lo que hagamos.
–¿Ha llegado el momento de plantear soluciones habitacionales que 'miren' más hacia el exterior? Los pisos con balcón se han revalorizado en estos dos meses.
–Todo el mundo busca lugares donde relacionarse con el exterior. El confinamiento nos ha hecho redescubrir nuestros propios hogares y todas sus limitaciones. Una ventana, un balcón... no son sólo lugares para asomarse, sino 'entornos' donde organizar actividades a través de ellos. Esta idea de vincular la actividad con el exterior es una manera de entender también la arquitectura.
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«Una habitación que se orienta hacia un patio con un árbol que huele ya construye un mundo»
–¿Y cómo se traslada todo esto a la próxima arquitectura?
–Pensándola de manera más imaginativa y sensible, trabajando sobre todo en la cualificación de los modos de habitar más que en la cuantificación de metros.
–Supongo que todo esto pasa por abrir los diseños de las casas hacia el exterior...
–Nuestra arquitectura históricamente se ha construido en torno al patio, ya sea un jardín cerrado maravilloso con árboles, agua y plantas, o abierto al paisaje en terrazas miradores, como el carmen. Hoy, sin embargo, el patio ha quedado relegado a un papel secundario, un espacio de ventilación residual cuando antes era el lugar principal a partir del cual se organizaban las estancias, y esto sucedía tanto en el palacio como en la humilde casa. Hay que darle protagonismo a estos lugares. Y trabajar desde ellos. Trabajar en lo no construido. En la articulación de estos elementos con las formas de vida. Una habitación que se orienta hacia un patio con un árbol que huele ya construye un mundo.
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Juan Domingo Santos, en la escalera de su estudio de arquitectura en la torre de la Azucarera de San Isidro.
JORGE PASTOR
–¿Cómo debe de ser el nuevo urbanismo?
–Más participativo y abierto. Tiene que ceder protagonismo al proyecto arquitectónico, el único instrumento capaz de llegar a cualquier rincón, a cualquier esquina con garantías. Un termómetro que mide los puntos calientes de la ciudad para resolver con especificidad sus problemas. Este planteamiento difiere del urbanismo actual con el que se hace la ciudad, basado en zonificaciones, tipologías, alineaciones y edificabilidades. Las reglas del juego deben ser más abiertas y sensibles.
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–¿Están trabajando ya los arquitectos en soluciones que mejoren esa nueva habilitabilidad?
–En este sentido, hay una interesante iniciativa de la Escuela de Arquitectura de Coruña, denominada 'la clínica de las casas', donde participan también otras escuelas de arquitectura de España, para asistir a la ciudadanía en la mejora de la habitabilidad de los hogares donde viven en los tiempos de confinamiento. Es una invitación a que la gente escriba, llame y pregunte, y haga una reflexión sobre los lugares donde vive. Y los profesores y alumnos se brindan a ofrecer soluciones. Las casas deberían de ser más versátiles. Hoy se organizan a partir de una caja tonta que se llama televisión. Y esto es absurdo. Hemos descubierto que la casa tiene que ser un espacio de juego para los niños, para los ancianos, para el trabajo, para el ejercicio físico.
–Es curioso cómo las ventanas se han convertido en lugares de comunicación con los vecinos...
–Así es. Es un lugar para hablar con los vecinos, para relacionarnos con el exterior, para saber cosas... La nueva arquitectura no está pensada para la relación social. No tiene en cuenta la idea de colectividad, que se relaciona más bien con la calle o la plaza. Habría que trabajar con más 'cariño' esos lugares que pertenecen a todos.
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«Las casas deberían de ser más versátiles;hoy se organizan a partir de una caja tonta llamada televisión»
–Miles de granadinos han salido estos días por los senderos de la Vega. ¿Es un buen momento para reivindicar la Vega como un espacio que aporta calidad de vida?
–Es nuestro primer patrimonio, antes que la Alhambra. Ahora nos hemos dando cuenta de su importancia y el papel que siempre ha jugado. Hemos vivido de espaldas a ella, inmersos en centros comerciales terribles que ocupaban nuestro tiempo. Y sin embargo, en estas circunstancias se ha convertido en un lugar de expansión y recreo de la ciudad junto a la Alhambra, nuestros dos jardines. La Vega nos puede salvar porque tiene esa capacidad de regeneración también del espíritu. Hemos vivido en un mundo falso que se ha venido abajo. Creo que la ciudad de Granada tiene que estar preparada para estas situaciones con proyectos que articulen una relación entre lo urbano y el paisaje de manera adecuada, como es la fábrica azucarera de San Isidro. En la azucarera se superponen las esferas agrícola, ecológica, educacional, lo público y lo privado... éstos son los modelos sobre los que habría que pensar para reconocernos en nuestro paisaje y en nuestra historia.
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–La crisis sanitaria también ha evidenciado un alarmante déficit de espacios públicos para los viandantes frente a los vehículos. ¿Cómo se puede suplir esta carencia partiendo de una configuración como la de Granada?
–La crisis está poniendo de manifiesto este tipo de problemas. La ciudad debería de estar hecha para pasear. Está claro que el modelo actual no funciona, el peatón tiene el espacio que el coche le deja. En Europa cada vez se da más importancia al espacio público peatonal como expansión de nuestras casas, rompiendo los límites entre ambas. Podría plantearse que una casa contiene en su interior un trozo de la ciudad, de la misma manera que la ciudad es una gran casa con habitaciones y jardines interiores.
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