Francisco Díaz, en su tarea diaria de limpieza de su edificio. Ramón L. Pérez

El conserje con más mano izquierda de la Constitución

Personajes granadinos de barrio ·

Paco dice que bastante tiene con su vida para llevar la de los demás; cada día pasa su mopa por las siete plantas del bloque donde trabaja desde 1992

Yenalia Huertas

Granada

Sábado, 27 de febrero 2021, 00:23

Una cosa es ser portero y otra, conserje. Francisco Díaz deja claro que él es lo segundo. Se encarga del mantenimiento, limpieza y pequeños arreglos del bloque donde trabaja desde 1992: el número 42 de la concurrida Avenida de la Constitución, próximo a ... los juzgados de la Caleta y al Hospital Virgen de las Nieves. Él no es portero, como aclara, porque no vive en el edificio. «Un portero tiene vivienda en el edificio y un conserje, no, aunque las funciones sean más o menos las mismas», puntualiza.

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Educado y reservado, este profesional puede presumir de haberse ganado el cariño y el respeto de la comunidad de vecinos para la que presta sus servicios desde hace casi tres décadas. También cuenta con el reconocimiento de otros conserjes y empresarios de la zona.

Han sido muchas las historias de las que este 'ujier de barrio' ha sido testigo de primera fila por su ocupación. Conoce bien las costumbres y rutinas de sus vecinos, pero el sigilo va en el cargo y casi ni se atreve a decir el número de moradores del bloque. Hace gala de su discreción al esquivar también amablemente las preguntas de la periodista sobre las anécdotas destacables que a lo largo de tantos años de servicio habrá atesorado. Usa las palabras en su justa medida si de hablar de su entorno laboral se trata la privacidad de sus vecinos es sagrada y lo de llevar 'chismes', cosa de otros. «Bastante tengo yo con mi vida para meterme en otras», agrega tajante.

«Lo que sí hay que tener, pero como en todos los trabajos, es mucha mano izquierda», admite Francisco sin prácticamente soltar la mopa con la que recorre cada día, de lunes a viernes, las siete plantas del edificio donde se hizo conserje, tras haber trabajado antes en la construcción, hoteles y hasta en molinos de aceite. «¿Mis funciones? La limpieza, la vigilancia del edificio, el mantenimiento...», detalla, para agregar que también entra en sus cometidos estar pendiente de la calefacción y «del automático».

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En su inmueble, como garantiza, se respetan todas las medidas que aconsejan las autoridades sanitarias para frenar los contagios por coronavirus. Él trata siempre de guardar escrupulosamente la distancia de seguridad y se encarga de desinfectar bien los espacios comunes.

Paco, en elportal del número 42 de la Avenida de la Constitución de la capital. Ramón L. Pérez

En el bloque de Paco hay tres ascensores y también un garaje. No hay azotea (hay terrazas privadas) y él guarda sus utensilios de trabajo (escoba, cepillos, mopa. recogedor, fregona...) en el antiguo cuartillo de los contadores. Su jornada laboral comienza a las 8.00 horas y se le puede ve por el bloque hasta las 13.00. Luego, por la tarde, acude de 16.30 a 19.30. «Son ocho horas, lo que marca la ley», especifica, a la vez que añade que tiene su mes de vacaciones y recibe las pagas estipuladas.

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El edificio, que tendrá alrededor de 40 vecinos y alberga varios despachos profesionales (médicos, abogados, gestores...), cuenta con un mostrador en la entrada donde, ya por la tarde, una vez completadas las tareas de limpieza diarias, Paco se sienta un rato, aunque no deja de estar pendiente de la entrada. Es entonces cuando suele recibir «las consultas» de los vecinos. «Yo estoy todo el día liado», resalta. Aunque ahora la mitad de su rostro esté oculto tras una mascarilla, Paco es la cara amable del inmueble. Los buenos días y las buenas tardes y los holas y los adioses son la banda sonora de su jornada laboral, cuyo horario cumple a rajatabla.

Mientras habla, Paco no deja de barrer el suelo del impresionante portal con que cuenta el número 42. El suelo, de losetas blancas y negras alternas, recuerda a un tablero de ajedrez y este hombre, que reside en Las Gabias y tiene dos hijos, logra a diario un 'jaque mate' a la suciedad. No hay ni un solo papelillo, colilla o pelusa que pasen desapercibidos para Paco. Es su misión velar por la pulcritud de pasillos y escaleras, aparte de cambiar aquellas bombillas que se fundan, procurar que los folletos publicitarios no atasquen los buzones ni inunden el recibidor.

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En ocasiones, si es necesario, echa un cable al cartero si no localiza un vecino concreto. Él, lógicamente, los tiene a todos controlados. También alguna vez ha tenido que llamar a un cerrajero porque algún habitante ha cerrado su puerta con las llaves puestas por dentro. «Aquí hay gente de toda la vida y también nueva», indica, a la vez que asegura que a todo el mundo lo trata por igual.

El pan

El conserje recibe la visita de IDEAL sobre las 11.00 horas del pasado martes. Un hombre entra apresurado con un bollito de pan enrollado en una bolsa blanca. Es para una vecina que se va a ausentar de su vivienda durante toda la mañana y ya ha avisado a Paco. «Déjemelo aquí, yo se lo entrego», indica el conserje al señor que trae el encargo. Esa es otra de sus funciones: ayudar en todo lo que está en su mano a los habitantes del número 42, que, como especifica, son en su mayoría propietarios.

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Un año le queda a este conserje «más o menos» para jubilarse, y lo hará con la satisfacción de poder decir bien alto que la relación con sus vecinos ha sido buena. «Yo me llevo bien con todo el mundo. Me considero una persona de las normales y lo que hay que tener es un poco de educación y de respeto con los demás», expresa antes de despedirse. Totalmente de acuerdo, Paco.

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