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Francis es como el corazón de África. Alegre, divertido, bueno y pobre. Y ahora le funciona. Está sano. Acaba de recibir el alta médica por parte del equipo médico del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, formado por el doctor José Manuel Garrido, jefe de cirugía cardiovascular, María José Salmerón, intensivista pediátrica y Francesca Perin, cardióloga pediátrica.
Los latidos del corazón de Francis se deben a muchos nombres más. El de Helena Navarro, que tras hacer la residencia en Granada se fue a vivir a la isla keniata de Lamu, donde es coordinadora médica del hospital pediátrico que la Fundación Pablo Horstmann mantiene para atender de forma gratuita a los niños enfermos.
Es el nombre de Nuria Gutiérrez, concejala socialista en Granada que ha acogido a Francis en su domicilio durante su estancia en Granada a través de la ONG Infancia Solidaria. Es la mirada, los besos, los abrazos y las caricias de Beth, la mamá de Francis, que salió de su poblado, Kipini, con su hijo medio muerto hacia Granada en busca de esperanza.
La doctora Francesca Perin explica que el mal que sufría Francis «en España ya no existe. Antes, hace cuarenta años, sí. Se trata de una inflamación de la válvula mitral del corazón. Sucede por no haber tratado una infección previa de garganta. Es una enfermedad de países poco desarrollados, porque si tienes faringitis tomas antibiótico uy se cura. Pero no tienen antibióticos. La enfermedad evoluciona y desarrolla otra que ataca la válvula del corazón y la destroza».
«Si hubiera acceso en África a los antibióticos estas enfermedades no existirían, continúa, sin embargo causan en África muchas enfermedades de corazón. Es una enfermedad que no es congénita, es una enfermedad de la pobreza. Deriva de no tener acceso a medicina básica y antibióticos, que son baratísimos».
Francesca Perin recuerda que en septiembre, Francis se estaba muriendo. «Se tumbaba en la camilla para la ecografía y se ahogaba porque no podía respirar. Me acordé que el doctor Garrido es especialista en reparar la válvula mitral. Porque otros niños habían vuelto con prótesis».
Es muy complicado reparar la válvula, que es lo que ha hecho el doctor Garrido. «Con la prótesis tienes que estar con sintrón el resto de tu vida, que es un anticoagulante. Vivir con una prótesis metálica en África es durísima. Imposible. Ellos viven al día. Solo piensan en qué van a poder comer hoy, como para tener un niño con una prótesis metálica en el corazón».
Finalmente, aunque la operación duró muchísimas horas, consiguió repararla. Francis ya tiene un corazón normal que funciona sanamente y también ha dejado de tomar los cuatro fármacos que necesitaba al día.
Queda el final. La vuelta a su poblado junto al río Tana. Aunque tendrá que esperar. El Gobierno keniata mantiene el país confinado por el coronavirus y mantiene cerradas las fronteras del país.
En cuanto se abran, Francis volverá a su casa con un corazón nuevo. Atrás quedará Granada y todo lo que no tiene en Kipini: luz, agua corriente, comida, televisión, antibióticos...
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