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La vista de la Alhambra desde la terraza de La Chumbera es un verso sublime. Un canto a la vida, amor en los tiempos del cólera. Difícil elegir un emplazamiento mejor para celebrar el Día Mundial de la Poesía. Varias decenas de autores líricos tomaron esta mañana la colina del Sacromonte para convertir en voz las palabras escritas.
Hubo un hilo conductor pero invisible: la pandemia. Los poemas eran 'conoraversos' que hablaban del coronavirus y sus excesos aun sin pretenderlo. Y da lo mismo que hubiesen sido compuestos mucho antes de que la pesadilla se instalara en la realidad. Ya se sabe que la poesía es un arma cargada de futuro. Siempre se ha ocupado de la vida, pero también de la muerte, esa incómoda compañera de viaje. Por eso, en estos tiempos letales, la poesía ayuda a mirar a la cara a la parca.
Por eso, el íntimo y a la vez exterior acto de La Chumbera –llegó a todas partes gracias a una retransmisión por Internet– estuvo atravesado por la pandemia, un término que probablemente nadie pronunció. No hacía falta. La vida y la muerte como versos sueltos.
Por eso era obligado que la lectura la iniciase la fallecida Mari Luz Escribano, la poetisa «de la memoria y la concordia civil, la gran heredera de Machado, la mujer que escribió «Mi madre es mi casa» o «Cuando me vaya, dejaré abierta la ventana, un gorrión divulgará mi huida», recordó la profesora Remedios Sánchez, que fue quien puso voz a la obra de su amiga.
Tampoco fue casualidad que el siguiente en tomar la palabra fuera el también difunto Rafael Juárez. «Ya busco más el sol de última hora... Cada encuentro es una despedida... Hasta la muerte propia, todo es vida...», leyó Andrea Villarubia los poemas de Juárez.
Y, así, golpe a golpe, verso a verso, iba avanzando una mañana entre sanadora y melancólica.
El 'streaming' permitía a los forasteros de aquí y de allá asomarse al balcón de la poesía de Granada. Declaraciones de amor a la ciudad desde la distancia y añoranza, mucha añoranza que logró saltar las vallas fronterizas del coronavirus gracias a las nuevas tecnologías.
La gente de todas partes echa de menos a Granada y Granada echa de menos a la gente de todas partes.
Sigue el desfile de poetas y Juan Domingo Aguilar reivindica un servicio público de salud mental con lírica vehemencia.
Y Carlos Allende fabrica a continuación un retrato generacional opresivo, un lamento rabioso para denunciar la nada a la que se enfrentan los jóvenes que van de crisis en crisis y tiro por que me toca.
Instantes después, Miguel Ángel Barrera dice con vértigo que «sobrenadamos al borde de la cascada».
Toma el relevo Javier Benítez Laínez, que va de un extremo al otro, de la muerte de su padre a los quince años de su hijo, «millonarios youtubers con chupetes, hete aquí la temible adolescencia...» Yse despide de un grito entre dramático y guasón: «Que la Covid nos encuentre bien curados...»
Rosa Berbel se acordó de Goya y sus brujas: «Estaba el mundo a oscuras y nosotras tuvimos que nombrarlo». Suma y sigue.
Unos llevan los versos en papel y otros, guardados en la memoria de sus móviles. La poesía sigue siendo un arma cargada de futuro.
La anécdota fue que las alocuciones de los políticos no se escucharon en directo (llegaron luego en diferido). ¿Una broma de los duendes de Internet? ¿Justicia poética?
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