El título, creo, perdonen por la autovanagloria, es tan bueno porque invita a leer lo que sigue, pero es que merece la pena, entre otras razones, porque es cierto.
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A ver si no. Se trata de un nuevo virus, el 'bulovirus', sin ... duda, que está haciendo al pueblo en general tanto daño que te enferma más que el otro y que está ahí en el aire, como un 'bulano' de cuando en el aire lo pueblan, y que de niño, yo también recuerdo.
He buscado en el diccionario de la Real Academia Española, y mientras recuerdo a don Julio Casares, uno de los primeros retratos periodísticos que hice de 'granadinos que triunfan en Madrid' para nuestro periódico, que está en la hemeroteca por cierto... Don Julio en la academia con su bata de boticario, en el laberinto ordenado de la academia, hombre clave. ¡Cómo pasa el tiempo paisanos! Bueno, he buscado y encontrado, en la pagina 333 del primer tomo, la palabra, el palabro, de «lo que es bulo» y rotundamente asegura el sagrado libro de la verdad de la lengua: «Noticia falsa propalada con algún fin».
Cierto, pero quizá podría añadirse, como en nuestro caso concreto, en lo que estamos viviendo, o muriendo, «palabra difundida, falsa desde luego, multiplicada a mala leche, y para hacer daño». Y no es por corregir a la Real, que me juego el sitio… En fin, que el bulo, es estar eso, con el 'bulo' al aire...
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Total, que a lo que voy, que hay mucho bulo en el aire, que es como esa avispa, no abeja por favor, que vas y te pones bajo la parra, es un poner, y te acribilla a balazos… y tú buscando la sombra de la uva...
En fin, que cuidado con el bulo, porque te engaña, te enferma, te hace pelea, temer, y a veces, te hace pensar, y cuando estando como estamos, con el gólgota que estamos pasando, mejor es no hacerle caso… Pero hay mucho bulo suelto. A saber.
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Que Trump, que tantas veces no lleva razón, dice que el coronavirus ha nacido en un laboratorio de esa ciudad de China, donde empezó la pandemia. Tanto es así que yo, que llevaba siempre las zapatillas de estar por casa que me traje de China –que llevaban mensaje escrito, negras de goma blanca–, las he dejado a un lado, y ahora uso las alpargatas, que aunque no sean de La Zubia, ya quisiera yo, las compro en una tienda cerrada donde la Reina Sofía compraba las suyas cuando se iba de veraneo. Pero de eso ya hace tanto tiempo, porque yo, servidor, fui portada del dominical de ABC, con aquél titular, rodeado de niños, perdón, de niñas y niños como ahora se dice, en la plaza de Tiananmen, y aquél titular rotundo:«Tico Medina en la China de Mao».
Y la caja de palo de granado, chino, con herraduras de plata falsa, claro, que usaba para guardar mi colección de relojes, que ya solo guarda aquellos que a veces me regalaban suizos, baratos con los cinco aros olímpicos, cuando con él viajaba el presidente Samaranch, del que hablo tanto, que entre otras cosas inolvidables, aparte del caviar, que os contaba el otro día, me presentó a Boris Yeltsin en una noche de nieve en Moscú, con la raqueta en la mano, aquél partido en el que brevemente fui recoge pelotas, cosa que no he vuelto a hacer, bien lo sabe Dios, aunque muchas veces, lo haya sido, recoge pelotas sí, pero de muchas otras maneras y formas…
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¡Ay los bulos, madre mía! Tantas veces, tantas formas, el bulo de los mismos números amañados, parece ser, enflaquecidos, mermados, quizá para no dar mas susto… Los bulos, de que esto es una gripe aumentada, menos mal que me vacuné, hace ya tantos meses, y que quizá me ha servido para algo.
El bulo de que hay que beber lejía, lejía de la de lavar los platos. Precisamente ahora que ya, por si las moscas, he cambiado el jabón, por el del Lagarto, sosa cáustica y aceite, un barreño en la azotea y la fórmula que me dio María Jiménez, cuando escribía sus memorias para el Hola, después de morir su niña en la carretera de Madrid una noche de Navidad.
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En fin, que fuera las noticias tristes, aunque a veces las hay algunas y buenas, aunque pocas para lo que se nos viene encima, que no quiero amargarles la mañana del domingo, que es además el día de la madre. Un invento de El Corte Inglés, perdón, de Pepín Fernández, cuando era Galerías Preciados. Un Pepín al que yo fui tantas veces a verle y a preguntarle dónde había estado antes. Ybien que lo recuerdo en el hotel Florida, donde se vistió de luces por primera vez Pepe Luis Vázquez, torero de toreros, al que un día, en su finca de Carmona, en el campo de Sevilla, le pedí que «por favor, que me diera un pase». Y me lo dio de capote, de lo que me siento tan orgulloso, porque lo tengo en retrato, porque entonces aún no había móviles.
Los bulos, que no nos dejan. El bulo del que todos saben que nada volverá a ser lo mismo, porque ademas, ya lo saben. El bulo de que hay luz al final del túnel. Embuste, trola, mentira, porque como me dijo un día, que lo he contado ya tantas veces, el presidente argentino, en su casa de campo, en la finca de los olivos, cuando le pregunté: «Y dígame presidente, el momento argentino es muy malo. Pero ¿hay a pesar de todo una luz al final del túnel? Y aquel presidente de raíz gallega, uno de los más tristes del mundo, tanguero, me respondió de esta forma: «¿Una luz al final del túnel? Puede ser joven, mientras no sea un tren que viene de frente».
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Y el tren que viene de frente, eso sí que no es un bulo, no es ni más ni menos que el tren de la economía, que... ¡Qué quieren que les diga! Que no quiero amargarles más el domingo, que más que de resurrección puede ser de pasión. Ese domingo primero, cuando empiezan las procesiones, que esta semana, claro, sí hemos echado tanto de menos...
Los bulos, que son mortales, las células que no se ven, pero que están en las redes sociales, que están haciendo más mal que bien, que si habrá un nuevo rebrote, que si Iglesias, se va a salir con la suya, y que si la ministra Ribera, es de verdad, como aquél que fue a la librería, que ya van abrir, y le dijo al librero atónito:«Buenos días hijo de... ¿Tiene usted ese libro que se llama 'Cómo hacer amigos?»
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Pues lo mismo, que si Iglesias, presidente, en funciones ya mismo, que si Redondo, el que manda, cosa que además es cierto…. Y nosotros con la copla. La nuestra, la de 'Los cuatro buleros'... Aunque en nuestra geografía son muchos más, tantos que a veces oscurecen la mirada de nuestros bellísimos miradores.
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