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Sergio González Hueso
Granada
Jueves, 29 de octubre 2020, 01:41
El hospital Clínico San Cecilio ha comenzado ya a testar a los acompañantes de los pacientes que se encuentran allí ingresados como consecuencia de patologías diferentes a la Covid-19. Como contó IDEAL, el agravamiento de la curva ha obligado a los hospitales de la ... capital a implantar restricciones más duras para acceder al interior de estos centros.
Solo los pacientes menores, vulnerables o que hayan tenido un parto pueden contar a partir de ahora con acompañantes. Será uno por enfermo y no tendrá relevo. Además, estos tienen que someterse a una prueba de detección de virus como medida preventiva. Precisamente esta semana han comenzado a testar a estas personas. El objetivo es, según María Angustias Peralta, directora de enfermería del Clínico San Cecilio de Granada, «garantizar la seguridad» de los enfermos ingresados y de los profesionales que les atienden.
El protocolo en vigor cree que esta es la mejor forma de mantener el virus fuera del centro hospitalario. Sobre todo se trata de «detectar posibles positivos asintomáticos entre los familiares o allegados de los pacientes» hospitalizados. Este tipo de test tienen un modo de funcionamiento muy parecido a las pruebas PCR. Como ellas también se coge la muestra a través de las fosas nasales o la garganta. La diferencia es que arroja resultados en apenas 15 minutos.
Maika se tuvo que someter ayer a una de estas pruebas. Lleva junto a su padre, aquejado de una infección en la vesícula, desde el pasado viernes. Y esperan estar en el hospital aún varios días más, según le han dicho los médicos. A ambos les ha tocado de lleno las nuevas limitaciones. Comparten habitación con otro paciente que, como es menor, también cuenta con compañía.
Ella comprende perfectamente en qué situación se encuentra el complejo sanitario. Incluso nota con inquietud la tensión de unos profesionales a los que les agradece su dedicación a pesar de la que tienen encima. Según cuenta, hace vida como si estuviera ingresada. Come y se asea allí; tiene prohibido deambular por los pasillos y salir siquiera de la habitación. En ella tiene que estar en todo momento con la mascarilla puesta y nadie le puede cambiar el puesto. Y es de Huetor Tajar. «Está siendo muy duro y menos mal que están los teléfonos porque si no...», cuenta esta mujer, que al menos se siente afortunada de poder acompañar a su padre, de 78 años.
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