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Una de las ramblas afectadas por la riada en Albuñol.
«El suelo es propiedad natural del río»

«El suelo es propiedad natural del río»

Un informe oficial ya alertaba hace una década de la invasión de invernaderos que ocupaba las ramblas

M. V. Cobo

Miércoles, 9 de septiembre 2015, 15:57

Los ríos sólo alcanzan su volumen máximo de agua durante muy poco tiempo, a veces ocurre en contados días dentro de un periodo de cincuenta o cien años. Pero el agua tiene 'memoria'. «El suelo es propiedad natural del río. Cuando el río tiene un volumen de caudal extraordinario ocupa ese lecho completo. Y ocurre que ese cauce está construido», resume el profesor José Chacón, catedrático de Ingeniería del Terreno de la Universidad de Granada, para explicar una de las causas que provocan riadas como la de esta semana en la Costa. Chacón recuerda que en los últimos cuarenta años se ha ido construyendo mucho y «sin un planeamiento que tuviera en cuenta las condiciones naturales; se fueron ocupando los barrancos». Pero cuando el río vuelve a crecer ocupa de nuevo el espacio que un día fue suyo, arrastrando lo que encuentra a su paso.

Chacón apunta a que, en estos casos, los invernaderos también acaban siendo «víctimas» de esas riadas porque se han construido en muchas ocasiones ocupando el espacio de esas ramblas. De hecho, un informe elaborado por el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil en Granada ya alertaba hace una década del riesgo que suponía la invasión de construcciones de este tipo en la comarca costera. El exhaustivo informe, documentado metro a metro sobre el terreno, apuntaba ya a que estas estructuras, aunque livianas, suponían un riesgo en caso de fuertes lluvias.

Fuentes del Seprona de la Guardia Civil alertaban de que la invasión de los cauces con invernaderos supone un peligro por varios motivos. En primer lugar, porque acarrean un importante movimiento de tierras, que hace que una gran extensión de terreno quede suelto y con riesgo de arrastres. Además, ocupan con plásticos áreas muy extensa de terreno, de forma que el agua de la lluvia no va calando en la tierra, sino que se deposita en grandes cantidades en puntos concretos de desembocadura.

Estos invernaderos, en el caso de la comarca costera, están construidos rodeando las poblaciones, lo que agrava las consecuencias en caso de fuertes precipitaciones.

La construcción de un invernadero es un asunto que regula cada municipio, por lo que desde el Seprona señalan la dificultad de llevar un control sobre construcciones de este tipo. De hecho, el Defensor del Pueblo Andaluz se interesó por este asunto y requirió información a los municipios costeros granadinos. En el año 2002, y según recoge el citado informe, sólo un municipio de los nueve que colaboraron con el Defensor tenían una ordenanza que regulaba este tipo de edificaciones. El resto se limitaba a pedir licencia para el movimiento de tierras y en algunos casos a legalizar los que se habían hecho sin contar con los preceptivos permisos.

Resulta curioso que la queja que llegó a la oficina del Defensor del Pueblo Andaluz en 2000 hacía hincapié en la proliferación de este tipo de invernaderos 'ilegales' por el daño que podían hacer al medio ambiente y por el impacto visual que generaban en la Costa. Pero no se aludía al riesgo que podían suponer en casos de fuertes lluvias, algo a lo que sólo se refería la Guardia Civil.

Tras aquel informe del Defensor, cargo ocupado en ese momento por José Chamizo, se emitieron una serie de recomendaciones encaminadas a ordenar la proliferación de estos cultivos intensivos con un planeamiento general y a unificar los criterios exigibles para levantar estas construcciones.

Prevención

Sin embargo, en el ámbito de la prevención se redactó el Plan Andaluz de Inundaciones, que elaboró la Junta de Andalucía. Sergio Iglesias, técnico superior en riesgos naturales y geólogo del Servicio Contra Incendios del Ayuntamiento de Granada, explica que es necesario concienciar sobre prevención porque se pone el foco en estos cauces cuando hay una inundación, pero en unos años se olvida y vuelve a construirse en zonas inundables. «Todos los ríos tienen un franja de terreno de 105 metros a cada lado del cauce en el que hay que pedir autorización para cualquier cosa que se vaya a poner, incluso para una valla metálica», apunta Iglesias. En el caso de Albuñol, concreta Iglesias, «por lo que hemos podido ver en las imágenes, hay un cauce infradimensionado, cuando las inundaciones ya han ocurrido antes en este municipio hace no tantos años».

El geólogo afirma que no hace falta que se produzcan precipitaciones muy cuantiosas -en Albuñol no se llegó a los 40 litros-, sino que hay que tener en cuenta la intensidad, si las lluvias se concentran en muy poco tiempo. En estos casos, con un terreno muy seco y endurecido -como el que hay en la zona-, el agua no llega a filtrar y resbala arrastrando la capa fértil más superficial, por lo que los efectos de estas riadas son muy agresivos para el terreno.

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