Una paella en la primera parada

Pedir un arroz con marisco al camarero de un chiringuito desde la cubierta de un barco es una estampa más propia de una película de ensueño que de la vida real, a menos que tu vida tenga como escenario la playa de La Herradura y ese chiringuito sea el Chambao de Joaquín. En ese caso, la escena se transforma en una realidad tan palpable como el olor de sus paellas, cocinadas al fuego de leña y que son la especialidad de la casa junto con los pescados, que se doran a las brasas a orillas del Mediterráneo.

Hasta seis veces se ha mudado de sitio el Chambao de Joaquín, que inició su andadura en el año 1954 en un local junto al puesto de socorrismo de la playa. La segunda ubicación sería justo la que tiene actualmente, situada al cruzar la frontera del puerto de Marina del Este, a la que volvieron después de diversos periplos por otros locales de la zona. «Llevamos aquí 29 años y es en este local donde me quiero quedar al menos 30 años más», desea Joaquín, que rememora aquellos tiempos en los que su padre, que también fue presidente de los chiringuiteros de la Costa abrió el primer local, «cuando apenas había tres casas» con esfuerzo, dedicación y tesón, porque para trabajar en esto y mantenerlo tantos años, «tienes que ser un crack». Y es que son 16 las horas que dedica a mantener un negocio que le da «la vida»

Un espíritu casi hiperactivo que Joaquín Barbero ha heredado en forma de planes para su local, al que no piensa dejar de mimar ni un momento y para el que es capaz de ir a Canarias para buscar la decoración que tiene en mente ya que, según señala, todavía no termina de estar tal y como lo imagina. «Reconozco que es muy difícil seguirme el ritmo», admite este chiringuitero, que ya tiene planteadas actuaciones para el local hasta el mes de marzo, además de las bodas y cumpleaños que también se celebran en este local que no descansa en invierno. Porque este chiringuito, además de contar con servicio de comidas, cócteles y copas, también da música en vivo y espectáculos flamencos todos los lunes, miércoles y jueves -con la correspondiente publicidad que prepara sesudamente Joaquín y el trabajo que eso conlleva-.

Ya a media tarde, el espíritu perfeccionista de Barbero se encarga de poner la música adecuada para que los clientes se sientan a gusto tomando una copa a orillas del mar, sobre todo mojitos, que es lo que más se pide en las hamacas que colorean el paisaje del chiringuito. Una experiencia que ya han probado más de 300 personalidades del mundo de la política, la música o la televisión que han pasado por el Chambao, tal y como prueban las fotos que se suman a las que ya hizo en su momento su padre y que incluyen a personajes tan dispares como Santiago Carrillo, Pablo Motos, Juanito Valderrama o el Rey.

Pero como la era digital llega hasta a los locales con más solera, Joaquín ha decidido digitalizarlas todas y mostrarlas como una película en las pantallas que cuelgan de sus paredes de madera. Una película que completará con las fotos históricas que aún conserva y con las que su padre retrató los rincones de la Costa Tropical.

Mientras tanto, Barbero dedica las pocas horas que le quedan libres a su segunda pasión: la asociación solidaria amigos de Baracoa, un proyecto en el que lleva trabajando más de 20 años y con la que recauda fondos para ayudar a la comunidad cubana para la construcción de centros sanitarios o educativos. «El dinero es importante, pero tener amigos lo es más», señala Barbero, que habla de la asociación al mismo tiempo que vigila las mesas del local que ocupa su mente y sus horas.