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Laura Gautier
Sábado, 3 de septiembre 2016, 23:38
El Campano es uno de esos chiringuitos de los de siempre, de los que apenas quedan ya en la Costa Tropical que te obligan a sumergir los pies en la arena de la playa, en este caso, en la Charca de Salobreña. Este local y a pesar de las reformas a las que se ha visto sometido este año, todavía conserva la esencia de sus orígenes, que se remontan al año 1953 cuando la madre de Antonio, José y Conchi Pérez lideró su particular revolución chiringuitera, siendo una de las cinco mujeres que abrieron los primeros locales playeros en la localidad.
De aquellos años, sus tres hijos, que ahora dirigen el Campano en un nuevo local inaugurado en el 86, han heredado lo que es lógico, el amor por ese negocio que también los ha visto crecer, pero también algo más palpable y, sobre todo jugoso: el pulpo en salsa, plato estrella y bandera de este chiringuito. «La gente lo pide hasta para llevar», afirma Antonio, que cada semana se afana para tener listas la raciones del domingo. La receta es la misma que utilizaba la matriarca allá por los años Cincuenta cuando compraba el pulpo fresco de la zona y lo golpeaba sin piedad para evitar que las ventosas al secarse dejaran duro el guiso.
«Ahora es mucho más fácil. Compramos el pulpo y lo congelamos para que las ventosas no hagan ese efecto», explica el hostelero. Pero la que sabe verdaderamente de esto es su hermana Conchi, que dirige la cocina de este chiringuito y de la que no sale ni para hacerse la foto de rigor.
El tercero de estos tres hermanos es José, que es maestro, pero que va todos los veranos a trabajar al Campano, «porque le encanta el chiringuito y le recuerda a su infancia», comenta Antonio, que aprovecha la conversación para hacer un balance muy positivo sobre la marcha de este verano en cuanto a llegada de turistas y aumento de facturación.
«Las reformas que hemos hecho este año han afectado al local, pero para bien. Este verano estamos teniendo una avalancha de clientes», comenta orgulloso este chiringuitero, que ha apostado por cambiar la solería del local, colocar nuevas pérgolas y ampliar el número de mesas en las terrazas. Es decir, más mesas y más clientes. Todo a pedir de boca.
Lo que no ha querido modificar es, quizás, la seña de identidad de este local, que no es otra que esa terraza ubicada sobre la arena. Si bien muchos de los chiringuitos de la Costa están apostando por colocar plataformas de madera que crean un suelo estable, El Campano ha decidido mantenerse así, básicamente porque su negocio está en los que acuden durante el día a la playa que son los que pueblan -y llenan- las mesas de este chiringuito a la hora del almuerzo.
Esta buena racha que están viviendo los dueños de este chiringuito durante los meses de verano, esperan continúe en invierno, época en la que también permanecen abiertos y en la que los pescados y arroces dejan paso a las carnes. «A partir de octubre los turistas de aquí se cambian por los extranjeros. Ellos demandan más platos de carne, así que nos adaptamos a ellos y modificamos un poco el menú».
En cuanto al futuro del chiringuito, es mejor no pensar, o al menos eso piensa Antonio, que espera que alguno de los siete sobrinos decida coger las riendas de El Campano dentro de unos años para escribir su tercer capítulo y continuar así con su historia. Una historia que, desde luego, está escribiendo uno de sus mejores párrafos durante este verano en Salobreña.
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