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Las obras de la calzada han terminado. Javier Martín

La carretera 'interminable' de Sorvilán llega a su fin

Tras 21 años de obras, los vecinos ya no tendrán que dar un rodeo de 50 minutos hasta sus casas en un trayecto que dura 15 con la calzada arreglada

Viernes, 5 de abril 2024, 00:19

Hace cuatro años que cerró el último supermercado que quedaba en Sorvilán y desde entonces los que resisten en un pueblo desolado por la despoblación reciben las viandas en furgonetas de reparto o inician el peregrinaje hacia localidades más surtidas. El pescado llega de Adra, ... el pan de Rubite... Y para el resto sus habitantes se desplazan a Alfornón o Albuñol. En este pueblo bello, encajonado de forma escalonada entre dos colinas, están más solos que la una y más solos que en otros lugares cercanos por una mala comunicación que les penaliza. Aunque la soledad tiene sus ventajas, –los vecinos se reconocen, se cuidan entre ellos, escuchan el trino de los pájaros, se paran a ver las golondrinas y viven sin grandes sobre saltos– también tiene sus inconvenientes estar lejos de todo. Desde hace 20 años esperan un atajo en forma de carretera que les acercará a su mismo pueblo, a la playa o al hospital. Su día a día sería inmensamente más fácil con la calzada por la que pronto, en los próximos días, podrán echar a rodar.

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Para moverse desde la pedanía de Los Yesos a plaza Alta echan un viaje de 50 minutos. Tienen que dar un rodeo enorme por la montaña en un trayecto en el que solo tardarán entre 15 y 20 minutos, depende de cómo se pise el acelerador, cuando su carretera de 10 kilómetros esté abierta. Las obras de la GR-6203 han llegado a su fin después de varias paralizaciones. La maquinaria se ha ido y los operarios dan los últimos retoques para retirar unos carteles, oxidados por el tiempo, que indican que la carretera está cortada. En el pueblo lo celebran. «Emilia, van a abrir ya la carretera», grita Mercedes, de 66 años a su vecina que mira desde el balcón con curiosidad a los foráneos que acaban de aterrizar deslizándose por el nuevo asfalto hasta la localidad.

«Es una alegría inmensa. La voy a estrenar para ir al hospital de Motril. La carretera primitiva, la originaria, tiene ya más de 50 años y teniendo mar en nuestro pueblo no era normal el camino que teníamos que hacer para las cosas del día a día. La boticaria, que vive en Calahonda, tiene que tirarse una hora en el coche para abrir la farmacia y se ahorrará al menos media con la nueva carretera», explica. Era absurdo y cómico que, siendo del mismo término municipal, a los yeseros les trajera más a cuenta enterrarse en el municipio de al lado que recibir sepultura en su propio pueblo

«Esto dará más vida. Mira, esas casas están compradas por extranjeros y cada vez son más los que se animan a pasar largas temporadas aquí. Ahora tenemos 4 niños en la escuela. Nada que ver con los 80 que había antaño, pero la carretera animará a más gente a conocernos o mudarse», cuentan los habitantes, que también confiesan que a veces hacían trampas y bajaban por una GR-6203 llena de baches, desprendimientos y que, en definitiva, no era segura.

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Actualmente, en la carretera, que combina el negro y el gris con unas pequeñas zonas de adoquinado, se puede leer cada una de las fases y paralizaciones que ha sufrido. El asfaltado se ha hecho por tramos durante décadas. En 2014, la Diputación, tras 10 años en los que se dejó el camino olvidado, se comprometió a acabar los tres últimos kilómetros que quedaban.

En 2019 las obras se retomaron por fin, para alegría de todos los vecinos. El 23 de agosto de 2021 iba a ser el día grande en el que se darían por concluidas las actuaciones. Sin embargo, Diputación tuvo que iniciar el procedimiento para la resolución del contrato por incumplimiento contra la empresa a la que se le adjudicaron los trabajos.

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El lío se dilató hasta marzo de 2023 cuando a través de una resolución se adjudicaron las obras por valor de un millón de euros a la empresa pública Tragsa.

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