Unas vacaciones para recordar. Con nervios, Elena Fernández, sexitana de 17 años de edad, y sus compañeros de clase embarcaron el 22 de junio en el puerto de Valencia para que comenzara el viaje de sus vidas. Besaron suelo balear el 23 de junio, pero ... a los dos días cambiaron el sol y la playa por una cuarentena obligatoria en la habitación de un hotel mallorquín.
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«El 23 de junio llegamos a Mallorca. El brote fue la semana del 18 de junio a raíz de un festival y varios botellones. La vigilancia policial a nuestra llegada ya era enorme, no hemos estado en ninguna gran aglomeración. De la noche a la mañana nos hemos visto obligados a confinarnos sin saber qué día podremos volver a casa», lamenta la joven. Los 12 estudiantes de 1º y 2º de Bachillerato del colegio Almuñécar International School, que organizaron el viaje por su cuenta, estaban en la playa cuando recibieron un aviso de la agencia organizadora y de las autoridades sanitarias de que se había detectado un caso positivo en el hotel Mediodía del Arenal de Palma. Tuvieron que recluirse en las habitaciones y al día siguiente les trasladaron al Hotel Palma Bellver, que alberga a los 249 jóvenes que han tenido relación con el 'macrobrote' registrado.
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«No nos han dado explicaciones. Solo nos dijeron que habíamos estado en contacto con un positivo del hotel, pero no nos han dicho de quién se trata. Nosotros hemos dado negativo en las pruebas que nos han hecho. Además, nos hicimos una PCR antes de hacer el viaje. Hemos guardado las medidas», cuenta. Los chicos, vecinos de Motril, Salobreña y Almuñécar, tendrían que haber vuelto a Granada el 28 de junio y ahora deberán asumir los gastos adicionales de su regreso a casa.
«No entendemos que en el establecimiento en el que estábamos hubiera turistas extranjeros que no respetaban las medidas sanitarias, algunos iban sin mascarilla y sea a nosotros a quienes confinan», explica. Fernández ha tenido «suerte» y comparte habitación con la misma compañera que tenía en el primer hotel. Las horas muertas entre cuatro paredes se le hacen «eternas». Ambas se ponen a ver películas o hacen zoom con sus compañeros.
«Tengo amigos que están solos y lo están pasando mal. El trato que nos están dando no es del todo bueno. Hemos tenido que compartir almohada hasta que nos han traído por fin una y lo mismo ha pasado con las toallas. A un compañero le ha salido un bicho de la ducha y la comida está fría, aunque todo esto es lo de menos», añade Fernández. «Seguimos, encerrados en las habitaciones de un hotel sin que se nos esté dando información. Cambian la fecha del fin de la cuarentena continuamente y a cada uno nos dicen una cosa», señala.
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Elena y sus compañeros agradecen la ayuda inestimable de los vecinos de Mallorca. Cuenta que se creó un grupo de Telegram para echarles una mano desde fuera y que gracias a ellos han podido conseguir champú y otros productos que les hacían falta. Los estudiantes confían en que esta pesadilla termine pronto y volver sanos y salvos a la Costa Tropical con sus familias.
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