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Volveremos. Es la palabra que se puede leer en muchos de los carteles pegados hoy en las puertas de los negocios que se mantendrán cerrados al menos hasta el 24 de noviembre por la crisis sanitaria de la Covid-19. Todo vuelve a pararse. En ... la calle esta mañana había ambiente de domingo que no es fiesta. Con gente caminando sin tener a donde ir. Con luces encendidas en el interior de algunos establecimientos, ya cerrados, en los que sus propietarios intentan buscar en la entrega a domicilio una salida. Con mucho sol, pero poca luz.
La provincia de Granada cierra. La Costa cierra. Por ahora. Y con la incertidumbre de no saber realmente hasta cuando. Desde marzo se vive de dos en dos semanas. Cada quince días se anuncia cómo se va a poder seguir viviendo. Y la gente se acostumbra pero no se acostumbra.
Ayer, los pequeños empresarios hablaban con desánimo y con cansancio. Con miedo. En el centro de Motril algunos negocios que lograron reabrir tras el primer estado de alarma tienen ya un cartel de Se Alquila, no han aguantado el chaparrón, por decir algo, porque este año ni lluvia ha caído.
Es otoño hoy, pero parece que el tiempo es tan caprichoso que en la Costa hoy es un otoño que más que invierno parece que anuncia primavera, como aquella primavera que no fue, que no ha sido y que ya no será. Hay un silencio que se rompe con el rudio de las obras, que sí son esenciales. Y hay extrañeza, como si otra vez fuese marzo, pero peor.
El pasado fin de semana fallecieorn 512 personas en España por Covid. Que son muchas, a pesar de que los ciudadanos tengan ya tantos números en la cabeza que les cueste diferenciar lo poco de lo mucho. En la vida normal, en la de antes, en la que uno ya no sabe si volverá, la mayoría de los días lo urgente no dejaba tiempo para lo importante, que siempre se dejaba para mañana. Ahora lo importane es urgente.
El cierre de los negocios es un golpe de realidad casi insoportable, sobre todo para los que han tenido que cerrar. Sin bares, sin música, sin cines, sin teatro, sin abrazos, sin besos y sin viajes, ni siquiera al pueblo de al lado, ya quedan pocos sitios reales donde encontrarnos. En la Costa, por lo menos, esta vez no han cerrado la playa. Dicen que en el movimiento está la vida y está el cambio. Quizás por eso sea tan complicado llevar tanto tiempo parados, porque el cambio no llega y la vida se ha quedado, se queda otra vez, en suspenso.
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