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Pilar García-trevijano
Martes, 16 de febrero 2021, 00:32
Carmen García (Motril , 1969) encadena visitas al hospital e intervenciones quirúrgicas desde hace 16 años, cuando a los 36 una fractura espontánea de cúbito le cambió la vida para siempre. La «odisea» de 29 operaciones, los 59 ingresos, 2.000 días de estancias hospitalaria y ... la consulta a los mejores especialistas no han servido para que la mujer recupere su antigua felicidad ni una movilidad normal en el brazo izquierdo. Tareas cotidianas como ponerse el sujetador, cocinar, cepillarse el pelo... suponen una labor tit ánica para la motrileña, que decidió llevar al SAS ante los tribunales en el año 2014 al considerar que no se había actuado con diligencia, ya que la investigación de la causa de la fractura de Carmen, una paciente joven sin episodios similares y que gozaba de un buen estado de salud, empezó casi dos años después, cuando su situación se había agravado considerablemente.
La mujer se enfrenta a diario a las secuelas físicas y psicológicas del rosario de operaciones quirúrgicas. «Mi cuerpo parece un mapa después de 29 intervenciones e injertos de piel. No solo me ha cambiado la vida a mí, se la ha cambiado a toda mi familia. Tengo un brazo más corto que otro y, con un 62% de discapacidad, no tengo derecho a ningún tipo de ayuda», cuenta. «No puedo hacer ni una tortilla de patatas. Voy a casa de mi madre cuando me quedo sola a por comida hecha. Es muy difícil pasar de ser una persona activa a ser dependiente. El hospital de Motril me ha arruinado la vida. Ya no es todo el daño y las cicatrices que tengo en mi cuerpo o el haber perdido la movilidad en el brazo: tengo depresión y estoy en tratamiento psiquiátrico», lamenta la afectada.
La noche del 13 de febrero Carmen tuvo que ir a Urgencias. Llevaba unos días con dolores y un mal movimiento al ponerse el pijama le provocó la fractura. «Giré el brazo y la muñeca quedó desfigurada». Los médicos le inmovilizaron el brazo afectado con una férula y le citaron para que pasara a revisión 25 días después. La mujer tuvo la extremidad inmovilizada tres meses, pero la fractura no sanaba y tuvo que pasar por la mesa de quirófano del hospital de Santa Ana. Le colocaron una placa de titanio y se dieron cuenta de que se habían equivocado en el tamaño. Recortaron la placa y terminaron la intervención, lo que le provocó una infección–la primera de muchas– y una fractura de codo, según explica la afectada. Después de esta operación, llegaron seis más en el mismo centro, entre injertos de piel e infecciones, en la que no consiguieron arreglarle el brazo.
En 2010 el equipo de traumatología del Hospital Virgen de las Nieves, a quien ella está agradecida, se hizo cargo de su caso. Le diagnosticaron pseudoartrosis inveterada (fractura no consolidada e infectada de codo). Carmen cuenta que los cirujanos, sobre todo su médico el doctor Manuel Delgado, se volcaron con ella en cada una de las 16 operaciones e incluso la pusieron en contacto con el afamado doctor Cavadas, que la intervino en varias ocasiones en Valencia, pero solo logró que se le soldara el cúbito. Más tarde, en Granada descubrieron que era alérgica, entre otros metales,al titanio y que las placas y los tornillos que se empleaban en las operaciones le produjeron todas las infecciones. Al descubrir su alegría en 2013, los médicos le dijeron a la motrileña que tendría que convivir con su dolencia y una ortesis, un aparato externo que estabiliza el brazo. La motrileña mueve únicamente los dedos.
Lucha judicial
Entonces se decidió a interponer junto a su abogado, Joaquin Perales, a quien agradece su trabajo, una reclamación patrimonial al Servicio Andaluz de Salud, reclamación que derivó en una demanda en el juzgado contencioso administrativo en el año 2019. «En 2014 se presentó una reclamación patrimonial contra el SAS y cinco años después el SAS la desestimó al considerar que no había responsabilidad médica, algo que fue corroborado por el consejo consultivo de Andalucía, y decidimos interponer la demanda», cuenta Perales. «Nos lo jugamos todo a una carta. Pedimos una prueba pericial médica y se demostró que mi cliente sufrió una pérdida de oportunidad, ya que los médicos que la atendieron en febrero de 2006 no investigaron el origen de la fractura y de haberlo hecho el resultado podría haber sido distinto», explica el abogado, aunque no han logrado demostrar la mala praxis.
La semana pasada los tribunales fallaron a favor de Carmen y obligan al SAS a darle una indemnización de 105.000 euros, una sentencia sobre la que cabe recurso de apelación. «El dinero no va a poder hacer que yo vuelva a tener la vida que tenía. No puedo coger en brazos a mi nieto o ir a la playa sin miedo a mostrar mi cuerpo». «No salgo de casa y no quería que la gente supiera por lo que he pasado, pero me he atrevido a contar mi historia». «Gracias que tengo a mis dos hijas y a mi marido de apoyo. Han pasado mucho durante todo este proceso», sentencia.
Después de esos ocho años de tratamiento ininterrumpido, Carmen no ha podido descansar de los hospitales. En junio se sometió a una operación en el hombro derecho por el daño que sufría en los tendones al hacer esfuerzo con ese brazo. Espera una nueva operación en el pie izquiero. Le quitaron parte de los dos peroné para implantarselo en el brazo y ahora tiene las extremidades más debilitadas. «Llegó un punto en el que normalizamos pasar tanto tiempo en el hospital. Mi mujer ya no es la que era y todo este proceso la ha consumido y ha puesto a prueba nuestro matrimonio. Me costaba asimilarlo al principio, peor ahora entiendo perfectamente el cambio en su comportamiento. No le deseo a nadie esto», concluye Jorge, su marido.
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