![Vecinos y turistas aprovechan para pasar un día agradable en Playa Granada disfrutando de las buenas temperaturas.](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2024/10/21/playa-octubre.jpg)
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El aire casi veraniego y el cielo teñido completamente de azul dejan un ambiente lejano al de un otoño cualquiera. A pesar de que el calendario marca finales de octubre, la ciudad motrileña parece resistirse a la llegada del frío.
El sol brilla con fuerza, ... y el mercurio ha alcanzado unos generosos 25 grados. No hay señal alguna de que el invierno esté cerca, aunque en la ciudad, las luces de Navidad ya están colgadas en las calles, preparadas para encenderse más pronto que tarde. Mientras tanto, algunos bañistas que se resisten a guardar el bañador, se acercan a la playa para disfrutar de «un regalo otoñal inesperado».
El pasado fin de semana, Motril ya había vivido un adelanto de este «atípico» calor otoñal. Las temperaturas alcanzaron casi los 30 grados, una cifra más propia de pleno verano que de finales de octubre. Los termómetros sorprendieron a los motrileños y a los turistas, que no dudaron en aprovechar este inusual clima. Las playas vieron un notable aumento de bañistas que decidieron darse un chapuzón y disfrutar de los últimos rayos de sol veraniego.
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Cerca de la orilla un hombre de mirada serena y cabello canoso, se inclina ligeramente hacia adelante mientras lanza su caña de pescar al mar. Se trata de George Benz, un turista suizo que acaba de aterrizar en la costa granadina. «En mi país, ya estaría viendo las hojas caer, escuchando el viento frío de las montañas», comenta con una sonrisa. Aunque las olas no parecen traer muchos peces, a George no le importa. La pesca es solo una excusa para pasar el tiempo. «Estoy jubilado y es una actividad que me ayuda a desconectar», afirma.
No muy lejos de allí, Celia y Lucía, vecinas de la ciudad, se adentran despacio en el agua, que, según ellas, está fría pero soportable. Durante los meses de verano también han visitado la playa, pero aseguran que durante la época estival «está a reventar. Es imposible encontrar un hueco», comentan ambas. Para ellas, octubre es «el mes dorado» de la costa, cuando el calor del verano aún permanece, pero la multitud de turistas ya ha desaparecido. «Por la tarde, los atardeceres son espectaculares», añade Lucía.
El agua helada no es un obstáculo para quienes, como Flor Martínez, prefieren el mar al asfalto de la ciudad. Flor, que vive en Madrid, ha convertido Playa Granada en su «refugio». Aunque vive en la capital, aprovecha cada oportunidad para volver al sur a disfrutar del clima y la playa. «El agua está fría, sí, pero siempre es apetecible», asegura con una sonrisa mientras observa las olas. Según explica, hace unos años compró una casa en la ciudad y no se cansa de visitar la costa cada mes. «Madrid no tiene nada que ver con esto», añade con una risa ligera, como si fuera un secreto bien guardado. Además, no puede evitar mencionar el espigón de Playa Granada, un proyecto que espera traiga mejoras para los próximos años. «Ojalá este espigón sirva de barrera y no nos quedemos sin playa más veces», comenta con esperanza.
A unos metros de ella, tumbado en una hamaca, José Antonio Caballero está completamente sumergido en su lectura. Sostiene entre sus manos el libro, 'El señor de Peñallana', del autor andujeño Ángel Cabezas. El ejemplar está ambientado en las sierras andaluzas y retrata la vida rural y el contraste entre lo moderno y lo tradicional. José Antonio levanta la vista de vez en cuando para contemplar el mar. «Leer aquí es un lujo. En verano, entre el calor y la gente, es casi imposible encontrar este tipo de calma», comenta.
En el Hoyo 19, Andrés López, un joven de unos treinta años, se ajusta sus gafas de sol mientras camina con su tabla de paddle surf bajo el brazo hacia la orilla. Andrés es todo un apasionado del deporte, sobre todo de los acuáticos, por eso aprovecha los días de descanso o las vacaciones para bajar a la costa a realizar actividades como kayak, paddle surf o buceo. «Estamos pasando las vacaciones y es una locura pensar que dentro de nada estaremos con abrigo en la capital, mientras aquí en la costa, el agua sigue invitando a meterse», explica el joven.
Para quienes aún no han guardado el bañador ni la toalla desde que comenzó el verano, estos días son «una bendición inesperada» y un respiro antes de que llegue finalmente el frío invierno.
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